Qué hacer con la Fiesta de la Vendimia 2021

La escritora, experta en Vendimias y reconocida figura de la actividad cultural de Mendoza Vilma Vega, reflexiona en torno a lo que debe suceder con la Fiesta Nacional de la Vendimia del año que viene.

Vilma Vega

La suspensión de la Fiesta de la Vendimia 2021, anunciada tangencialmente como posibilidad cierta por algunas voces oficiales, no era sólo predecible, sino que desde todo punto de vista, es razonable en el contexto de la pandemia mundial que atravesamos. No obstante, cuando ocurra la formalización definitiva de esta determinación oficial, es esperable que llegue acompañada de otros anuncios destinados a mitigar los graves efectos colaterales que provocará este vacío.

Nadie puede rehusarse a entender que la situación es por demás difícil y la suspensión inevitable. La posibilidad de achicar el formato y reducirlo a local, esbozada hace unos meses, se ha esfumado, junto a otras opciones, ante la circulación comunitaria sostenida del virus. Este nuevo imponderable me retrotrae al 2002, otro momento crítico de nuestra fiesta grande de la que poco se habla -y que suele ser recordada más como "la fiesta de la crisis" o "la Vendimia del Estadio" que como "Vendimia, la de todos"- que me fue dado vivir desde adentro, merced a la apertura de una gestión que nos permitió proponer, discutir y consensuar toda posible solución para llegar a concretarla, pese al cambio de ámbito y gracias al reciclado de elementos de escenografía, utilería, iluminación, vestuario etc.; la participación de elencos municipales y provinciales, y el aporte ad honorem de varios hacedores que no sólo debimos sortear todo tipo de escollos materiales y temporales, sino también hostilidades políticas, periodísticas y hasta de los colegas de la comunidad artística que se manifestaban en contra de esta solución en todas las calles de la ciudad, a través del movimiento que dieron en llamar "la Vendimia paralela" que muchos aún recuerdan. 

Por supuesto que la emergencia actual es diferente y no ofrece alternativas de realización pero, cuando me refiero a "otros anuncios" que deberían acompañar a la suspensión formal de la edición 2021 de la fiesta, me remito a una necesaria planificación de acciones y estrategias destinadas a no permitir que nuestra legendaria Vendimia se apague definitivamente en el interés de Mendoza y del mundo. No sólo por la importancia de los ingresos que aporta a la provincia, sino por el valor histórico, cultural, tradicional, etc., que la convierten en un singular y rico documento de la mendocinidad. Y esto nos atañe a todos y merece la preocupación por su después, concretada en proyectos que la sostengan durante su ausencia. Al cabo sólo se trata de activar los otros mecanismos de gestión que exigen todas las áreas de un Estado en tiempos de crisis. Porque también debemos entender que toda gestión solitaria, si bien en tiempos de normalidad ya es difícil, en momentos de emergencias se torna imposible y requiere de una apertura imprescindible hacia la disponibilidad de otras ideas.

Hoy contamos con la herramienta eficaz de una tecnología que nos permite una ágil conectividad con cualquier lugar del planeta, y material documental de sobra, no sólo para seguir seduciendo al mundo con el regreso de nuestra fiesta, sino para reeducar a los muchos mendocinos que todavía la desconocen y minimizan sus contenidos al punto de responsabilizarla de las eventuales bajas en el valor del tacho de uva o el precio del vino; y a la vez, desalentar el oportunismo siempre presente de los que aprovechan estas coyunturas para desterrarla definitivamente con argumentos pseudoprogresistas o frivolidades de "corona, sí, corona no"; o "reinas sí, reinas no".

En síntesis, tratar de aprovechar esta ineludible pausa impuesta por las circunstancias para optimizar el producto, corregir errores y abordar estrategias promocionales inteligentes. La cultura no es un artículo de lujo, sino un derecho de los pueblos. Y si algo no podemos permitirnos hoy, es la imprevisión. Es a todas luces inapropiado tratar de justificar la suspensión con el argumento de "para no malgastar los dineros del pueblo", puesto que la Vendimia nunca fue un gasto supérfluo, sino una inversión ventajosa para la provincia. De sobra sabemos que transitamos una etapa en que hay gente que enferma y gente que muere, familias sumidas en el dolor y personas que a diario pierden sus trabajos. Tenemos claro que, de algún modo, todos nos encontramos nadando afanosamente en procura de alcanzar la orilla, pero no podemos abandonar a la Vendimia en plena marejada, ni dejar a sus tripulantes librados a su suerte porque, cuando llegue el momento de volver a pisar terreno firme, puede que nos falten los pedazos necesarios para armarla. 

En tanto, no debemos permitirnos olvidar tampoco, que las alternativas siempre existen y que las grandes soluciones provenientes de las ideas más brillantes suelen surgir de los trances más difíciles. Siempre y cuando sepamos deponer diferencias y ambiciones personales para aunar esfuerzos y objetivos.

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