Qué es ser un peronista republicano
Eduardo Robledo, uno de los pilares de la Aternativa Federal Republicana que reúne a peronistas que están en Ju tos por el Cambio, deja en esta columna su sentir sobre ser peronista fuera de la estructura del PJ.
Génesis
A partir del 17 de octubre de 1945 se incorporaron al lunfardo argentino dos palabras que a los hechos significaban lo mismo: peronista y descamisado. Es que la clase política conservadora y oligarca utilizó esta descripción peyorativa como burlona de los miles de "cabecitas negras" que en masa se congregaban en Plaza de Mayo a pedir por ese coronel y secretario de Trabajo de aquel tiempo. Aquel que había sembrado en el imaginario del proletariado el sentido de libertad.
El peronista, el descamisado, tomó con "orgullo el mote". Significó pertenecer al primer espacio político que los representaba y defendía lejos de las ideas marxistas y de las ideas internacionales socialistas. El peronismo era (y es) el "ser nacional". El éxodo. En nombre de Dios y Perón se han cometidos grandes atrocidades.
La época oscura que castigó a nuestra democracia que comenzó entre la década del 50 y del 60 cuando se instaló hacia los años dentro de las Fuerzas Armadas. La lucha contra el comunismo, fundamento ideológico de la Guerra Fría, se articuló a partir de los años 60 y 70 con el discurso de la "seguridad nacional", que se centraba en la lucha contra un "enemigo interno" presente en todos los ámbitos y sectores de la sociedad y combatido a través de métodos "no convencionales".
Miles de desaparecidos y una Argentina económicamente quebrada y con familias destruidas por una "aventura bélica" que se llevó la vida de tantos jóvenes argentinos.
Comienza el período de reorganización nacional. Luego de largos años de exilio vuelve a la Argentina y en julio de 1974 muere como todo ser humano pero como presidente deja como herencia que todos podamos llamarnos peronistas, y es que ese "todos" conforma al día de hoy un peronismo con mil interpretaciones tanto como iglesias de Cristo hay. Y luego la orfandad.
El secuestro y desaparición de la líder estudiantil "Negra Chavela" que en el CCD "Pozo de Quilmes" (del 14-9-77 al 3-5-78) fue asesinada. Abriendo así el proceso de reorganización nacional. Los objetivos fueron combatir la "corrupción", la "demagogia" y la "subversión", y ubicar a la Argentina en el "mundo occidental y cristiano" y un nuevo modelo económico-social siguiendo los lineamientos ideológicos del llamado neoliberalismo.
Pero tal paso no sería del todo pacífico cuando anterior a la celebración de las elecciones presidenciales de 1983 culminó con el violento acto por parte de los dirigentes sindicales Lorenzo Miguel y Herminio Iglesias durante el cierre de campaña del Partido Justicialista, frente a una multitud de entre 800.000 y 1.200.000 personas, en el centro del palco y enfocado por todos los canales de televisión, prendió fuego un ataúd con las siglas de la Unión Cívica Radical y una corona mortuoria.
Exacerbado y definitorio, que desencadenó la reacción social cansada de la violencia y que se inclinó a una salida dentro del partido disidente: Alfonsín sería proclamado entonces presidente.
Retorno de la democracia peronista y la pos fundación ideológica. Menem recupera la mística y la alegría peronista. Camina cada pueblo, abraza y besa a cada niño. Y es quien en primer término derrotó al oxímoron que representaba Cafiero - Manzano, figura retórica del mismo origen popular pero con un significado que bajo el cristal de la política práctica resultarían ser planes de gobierno totalmente opuestos.
"La Renovación", el aceitado aparato del establishment justicialista que había empezado desde hacía un tiempo a esconder la foto del General. Sigue luego el fin del agonizante gobierno radical y la asunción del carismático "Carlo". Se da la "Primavera Cavallista". Lo que comenzó siendo una recuperación económica marcada por el famoso 1 a 1 terminó con el final anunciado: las industrias se habían convertido en importadoras, no hacíamos un lápiz...
Menem había clavado 10 años de gobierno en donde la palabra peronismo llegaba lavada y desteñida, nuevamente se guardarían la bandera y doctrina peronistas.
Resurrección
Hoy nos toca nuevamente, rediseñar la ideología y el plan de gobierno. No podemos seguir considerando un modelo económico y político que no permita a la Argentina poder colocarse a nivel mundial. Seguimos siendo el granero del mundo.
¿Qué diría San Martín que luego de la fastuosa campaña de liberación nos encuentre aún sumergidos bajo mantos de dependencia económica y al acecho de políticos sin convicción nacional de construcción de una verdadera industria nacional basada en el trabajo, esfuerzo y respeto mutuo?
Ser peronista republicano implica sepultar la teoría del pobrismo y reflotar una de nuestras verdades: en la Nueva Argentina reconocemos una sola clase de hombres, los que trabajan.
Por eso nuestro empeño diario en capacitar para la producción. Herederos del abrazo fundacional de la Nueva Argentina, que estrechó a Balbín y Perón, es que venimos a reclamar nuestro espacio en la política para ampliarlo junto a hombres y mujeres que sostenemos que, de sus problemas, nuestra Patria no sale con los planes, sino produciendo.
La intromisión de un poder constitucional sobre otro es una práctica que no estamos dispuestos a tolerar.
Las instituciones de la República son la garantía de nuestra sociedad en armonía.
La defensa de los trabajadores como así también de los que dan empleo es motivo de nuestros mayores desvelos.
Basta de cargas asfixiantes, privilegiar la creación de empleo, ahora que tenemos ventajas comparativas para prevalecer en mercados internacionales. Cuando la Patria está en peligro, ser peronista republicano es un deber.
EL AUTOR. Eduardo Robledo. Jefe de Gabinete Secretaria de Gobierno Municipalidad de Las Heras.