El camino del progreso y el retroceso: ¿es nuestro actual escenario?
El Prof. José Jorge Chade va a fondo con el concepto de "progreso", muchas veces mal utilizado.
Escuchando a Gabriel Conte en su comentario editorial del 1 de abril en el Programa "Tenés que saberlo" por Radio Post sobre "¿Y dónde quedó el Pacto de mayo?", y, sobre todo, hablando sobre el simbolismo del progreso y la discusión permanente al respecto, busqué para comenzar ¿qué significa progreso?
El término progreso (del latín progressus, 'ir hacia adelante, avanzar') indica genéricamente proceso, el avance de cualquier fenómeno. En el contexto del progresismo, denota el desarrollo hacia formas de vida más elevadas y complejas, perseguido mediante el avance de la cultura, el conocimiento científico, los conocimientos tecnológicos, la organización social, la consecución de las libertades políticas y la prosperidad económica, con el fin de procurar a la humanidad una mejora general del nivel de vida y un mayor grado de liberación de las penurias...
Es aquí donde me acordé de un artículo escrito por el colega Guido Brunetti (*) donde comenta que, desde la Antigüedad, la Humanidad ha recorrido un camino de progreso y retroceso que no sabemos cómo acabará.
Trataré de resumir un poco su posición extrayendo también algunos de sus comentarios.
La Humanidad ha estado en camino desde la antigüedad y siempre se ha sustentado en la evolución biológica y en la evolución cultural. Un camino muchas veces cansador, arduo y contradictorio en el paso de la barbarie a la civilización y al progreso y siempre interrumpido por nuevos obstáculos). Un camino que avanza y retrocede, que comienza de nuevo, como afirma Noah Harari en «Homo Deus» (Bompiani), con cada hombre y cada mujer con un destino incierto, un escenario inseguro y una existencia que no sabemos cómo acabará.
Este análisis muestra que el futuro no es sólo progreso y mejora. También es inseguridad, ansiedad y angustia. Sin embargo, la nuestra, como coincide el neurocientífico estadounidense Damasio, puede ser la mejor época de la historia de la humanidad. De hecho, estudiosos como Goldin y School escriben que vivimos en una «Nueva Edad de Oro» (il Saggiatore). Una fase de profunda evolución que recuerda a la del Renacimiento, cuando se sentaron las bases de un nuevo modelo de progreso basado en el ser humano y en la difusión y el desarrollo del conocimiento.
En los últimos cincuenta años, los avances de la ciencia han sido extraordinarios. La neurociencia está realizando espléndidos avances en beneficio de la humanidad, ofreciéndonos una «escapatoria» del tiempo y de la muerte. Está en marcha una revolución científica destinada a trastornar no sólo los métodos de diagnóstico y tratamiento en medicina y psiquiatría, sino nuestras concepciones milenarias, empezando por nuestros sistemas filosóficos. Hace sólo un siglo, la esperanza media de vida era de 43 años, mientras que hoy es de 79 para los hombres y 83 para las mujeres. La reducción de la mortalidad infantil, la evolución de las prácticas higiénicas, el uso de vacunas y antibióticos, los nuevos medicamentos, los cambios en el código de la vida, la capacidad de diagnosticar enfermedades y una esperanza de vida que sigue aumentando están produciendo un cambio trascendental.
Hoy, una de las contradicciones más llamativas de esta nueva Edad Media de la sociedad moderna, asaltada cada vez más por demasiados señores feudales y parvenus, es la aparición de sociedades científica y tecnológicamente avanzadas, pero bárbaras en el plano humano, ético y espiritual.
Nuestra especie «acumula» progreso, pero no bienestar espiritual, tranquilidad o felicidad, según la concepción del mayor filósofo romano, Séneca. La falta de verdadera cultura, de sentido de la humanidad y de ética parece hoy un elogio, un privilegio, mientras que la arrogancia, la ignorancia y la vulgaridad son «una garantía de éxito» (H.Arendt).
La humanidad está, pues, en crisis, expuesta a una situación de «conflicto perenne» (Vizioli). Para la humanidad, el mayor peligro es el hombre, su instinto autodestructivo. El cerebro superior aún no ha conseguido dominar la estructura cerebral regida por una tendencia biológica suicida.
La modernidad, la globalización, la desigual distribución de la riqueza, las deficiencias del sistema educativo, la diversidad cultural, la rapidez y la «omnipotencia paralizante» de la comunicación digital y la producción de programas de televisión que transmiten comportamientos deseducadores y violentos, violando «todo principio elemental de decencia humana», son factores que corren el riesgo de hacer «ingobernables» nuestras sociedades.
La nuestra es una sociedad posmoderna atravesada, como ha señalado el filósofo Bauman, teórico del «mundo líquido», por un relativismo ético, por un individualismo exasperado, por una estética del consumo, por la desaparición de los grandes relatos metafísicos y por una búsqueda maníaca y obsesiva del placer y de las prácticas saludables. Una sociedad sin proyectos ni principios, en la que todo el modelo social, cultural y moral se ha «licuado». Una sociedad del «riesgo» (Beck).
En conclusión, los nuevos tiempos proyectan nuevos riesgos que sólo han sido intuidos y aún no explorados.
Puedo decir, de acuerdo con otros autores, que creemos que la clave del progreso es la educación, es decir, el desarrollo social, cultural, afectivo y mental del ser humano, ya que pretende generar individuos y entornos sanos y maduros, crear comportamientos éticos, fomentar principios morales, favorecer la comprensión, el altruismo y la calidad de vida. La educación -la cultura- es conocimiento y el conocimiento es uno de los principales valores de la humanidad, que puede proporcionarnos las herramientas para inventar «todo tipo de respuestas» y soluciones a los proyectos de civilización para organizar y dirigir el curso de nuestra existencia.
Podríamos preguntarnos ahora, habiendo leído lo anterior, si es humano el progreso que estamos viviendo. ¿Cómo llamaríamos al progreso que excluye a una parte de las personas de la posibilidad de beneficiarse de ciertos recursos económicos, tecnológicos, culturales, sociales, y cómo llamaríamos a las formas actuales de desarrollo económico que consideran a la persona sólo en términos materiales?
¿Para cuántos, la «persona» sigue siendo alma, espíritu, trascendencia, inmortalidad?
¿Siguen considerándose estas dimensiones, inseparables de la persona, frentes con los que se mide el auténtico desarrollo?
El desarrollo que excluye las dimensiones constitutivas de la persona no es verdadero desarrollo porque no es desarrollo integral. Y si no se vive también en un horizonte de trascendencia, nunca se respetará la dignidad de la persona y será causa de infinitas injusticias.
El progreso meramente material conduce a un reduccionismo antropológico que encierra a la persona en un horizonte de inmanencia y la pretende contentar con la consecución de meros placeres mundanos a los que el progreso técnico permite acceder fácilmente.
Debemos saber que la fuerza deshumanizadora de ciertos procesos de progreso experimentados en el siglo XX ha sido denunciada por diversas voces. Max Horkheimer, filósofo y sociólogo, por ejemplo, afirmaba en el prefacio de su obra «Eclipse de la razón» que: «El progreso de los recursos técnicos que podrían servir para iluminar la mente del hombre va acompañado de un proceso de deshumanización».
De este análisis puedo concluir diciendo que el progreso puede ser un elemento positivo, pero también negativo: todo depende de nuestros propósitos y uso. Somos responsables de la felicidad y el destino humano y es nuestro deber ser responsables de algo tan importante y necesario para nuestra existencia.
(*) Referencia editorial GUIDO BRUNETTI Humanista-científico, profesor universitario, escritor Vive y trabaja en Roma. Ha impartido clases en las universidades de Roma, Lecce y Salerno. Escritor, es autor de numerosos libros y ensayos en los campos más diversos de la neurociencia, la psiquiatría y el psicoanálisis. Neurocientíficos autorizados han calificado a Brunetti de «humanista-científico» (Vizioli) y de «uno de los pocos autores capaces de escribir un libro sobre el cerebro, la mente y la conciencia» (Boncinelli).( 2023Proyecto de esfera Psycholab.net.)