Políticas de Estado
"La salida comunitaria consiste en generar políticas de Estado, puntos de acuerdo común entre los distintos integrantes de la sociedad que permitan llegar a consensos", escribe Pablo Gómez en su columna de este domingo.
No importa de qué tema hablemos, el mundo parece estar partido en mitades. En nuestra Argentina, y potenciadas por la pasión latina que nos identifica, por supuesto, las mitades están cada vez más enfrentadas sin que parezca haber posibilidades ciertas de acercamientos entre las partes. Por si esto no fuera suficiente, las redes sociales, con sus fórmulas algorítmicas programadas para vendernos más y más de lo que sea que nos guste comprar, logran también que, ideológicamente (quizá como un efecto colateral), leamos cada vez más y más de lo que nos gusta leer, y nada sobre las opiniones del resto de los habitantes del planeta.
Sí, usted también tiene ideología, aunque crea que es una persona apolítica: empezar por reconocer esta realidad es quizá uno de los primeros pasos para lograr llegar a intentar buscar una solución a nuestros problemas como sociedad. Aunque la verdadera pregunta sería si es que nos interesa encontrar una solución a esas situaciones que nos aquejan, como provincia, como país o como humanidad; tal vez el tema sea que preferiríamos aislarnos, unas personas de otras, hasta llegar a ser solo un conjunto de millones de islas en las que estemos solos, peleándonos con nuestras propias contradicciones internas hasta que la cabeza nos explote.
La salida comunitaria consiste en generar políticas de Estado, puntos de acuerdo común entre los distintos integrantes de la sociedad que permitan llegar a consensos; definiciones que trasciendan las ideologías específicas de cada sector, y que no puedan ser usadas para denostar al contrincante en cada elección. Una metáfora quizá aceptable sería la de pensar que estamos todas las personas juntas en un bote, en el que debemos remar si es que pretendemos avanzar como todos esos otros países con los que tanto nos gusta compararnos, pero sin ver el esfuerzo que han realizado para llegar a donde hoy se encuentran.
Y habrá quien diga que en nuestro bote no todas las personas reman; es cierto, pero separemos la paja del trigo: están quienes no reman porque no tienen las capacidades, quienes no quieren remar, y quienes se muestran como grandes remadores pero solo hacen la pantomima. Aunque en mi opinión, y aceptando que este es un problema grave que debemos resolver, no es el problema principal. El motivo por el cual una región específica no avanza, no es por los que no reman; sin ellos avanzaríamos más lento, pero iríamos para adelante de todos modos: el tema está en que, en cualquier momento histórico que se tome, siempre han remado solamente los de un lado del bote, mientras los del otro costado se quejan, en desacuerdo con la dirección que se pretende llevar. Pasado un tiempo, empiezan a remar los del otro lado, y los que antes remaban ahora son los encargados de quejarse. En definitiva, el bote sigue girando en círculos, para un lado o para el otro, pero nunca avanza a ningún punto en el horizonte, que sigue siendo el mismo y cada vez más inalcanzable.
En lo que a la política partidaria se refiere, hasta la forma de identificarse de los partidos es ejemplificadora de esto: quien no está en el gobierno se hace llamar "de oposición". No se autodenominan partidos de alternativa, de opciones diferentes, sino partidos opositores: no importa lo que usted diga, gobernante, yo me opongo. Y es lo que en la práctica realmente ocurre, y lo que se derrama desde la dirigencia a la sociedad.
Deberíamos frenar un poco tanta locura, y empezar a definir políticas de Estado, comunes a todas las personas que habitamos en este suelo. Solo así podremos remar juntos los de la izquierda con los de la derecha, y enseñar a remar a quienes no sepan, para que la carga sea más liviana para todas las personas que vamos en el bote. Porque el riesgo es muy grande: seguimos en el medio del mar, y si no salimos de esta, tarde o temprano factores externos van a terminar haciéndonos volcar. Y ni dios ni la patria van a tener a quien demandar.