Pobre lógica progre

Carlos Rodríguez Braun dice que no se trata de negar la obvia influencia de las circunstancias, sino de reconocer que no hay una lógica que impida a los desfavorecidos dejar de serlo.

Carlos Rodríguez Braun
Carlos Rodríguez Braun es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Aquí puede visitar su blog y su cuenta de Twitter es @rodriguezbraun.

Leí en El País: "Cada curso hay estudiantes, como Valeria y Paula, que se sobreponen a situaciones de pobreza, abandono o falta de estructura familiar para alcanzar el éxito de unas notas que desafían la lógica socioeconómica". No es así: la superación de las condiciones económicas y sociales a base del esfuerzo de los jóvenes y sus familias desafía la pobre lógica progre, nada más.

En efecto, la idea de que nuestro futuro en la vida está rígidamente determinado por nuestra clase social es una bobada que denunció Marx precisamente cuando estaba quedando atrás. El bloqueo de cada persona en un contexto petrificado e inamovible en realidad nunca existió, pero sí era bastante generalizado antes de la llegada del capitalismo, que liberó las posibilidades de vastas masas de la población para que pudieran lograr esa gran meta humana universal que subrayó Adam Smith: mejorar nuestra propia condición. Por eso en las economías de mercado se producen tantas historias de profesionales y empresarios que desarrollan carreras y negocios exitosos partiendo de situaciones a veces muy adversas.

Y así, cuanto más prosperaban los trabajadores, más proclamaban los socialistas de todos los partidos que la "lógica socioeconómica" impedía lo que era una realidad a ojos vista. Hasta nuestro tiempo, cuando nos insisten en la pobreza y la desigualdad, mientras que el feliz colapso del comunismo desató una ola de libertad en el planeta que facilitó que cientos de millones de personas dejaran atrás la pobreza extrema, y que la desigualdad en el mundo disminuyera.

No se trata de negar la obvia influencia de las circunstancias, sino de reconocer que no hay una lógica que impida a los desfavorecidos dejar de serlo. La dificultad de los progres estriba en que, en la medida en que lo reconozcan, están echando piedras sobre su propio tejado.

¿Por qué Valeria, Paula y tantos otros salen adelante cuando al parecer no deberían poder hacerlo? Porque entran en acción los siguientes valores: el esfuerzo, el mérito, y la competencia. Y la familia. Dice Valeria: "Pensé en trabajar para ayudar a mi madre, pero no me dejó para que pudiera centrarme en estudiar. Quería que me sacara el bachillerato como fuera". Es decir, todos los valores y las instituciones de la lógica de la libertad, de los que la progresía, lógicamente, recela.

Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España)

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