Perú: ¿Por qué fracasaron las opciones reformistas democráticas?
¿Qué ocurrió en estos cinco meses con los reformismos democráticos que se pensaba podían capitalizar el descontento radicalizado por la pandemia? Un artículo del portal recomendado Ciper Chile.
Los comicios presidenciales del fin de semana pasado en Perú, dejaron en segunda vuelta a Pedro Castillo, un radical de izquierda y enemigo de la "ideología de género"; y a una conservadora de derecha, Keiko Fujimori. Este detallado artículo examina los diversos factores (desde el ascenso del populismo hasta el hartazgo con la clase política) que ayudan a entender por qué el reformismo moderado desapareció del complejo rompecabeza peruano.
Hace cinco meses, millones de peruanos tomaron las calles y en solo seis días forzaron la salida del gobierno ilegítimo de Manuel Merino, congresista de Acción Popular (AP) que encabezó una operación para destituir al presidente Martín Vizcarra, a solo ocho meses del cambio de mando.
Nueve de cada 10 peruanos se opuso a la vacancia de Vizcarra y 76% condenó la brutal represión a las protestas que se organizaron en Lima en los días siguientes (IPSOS 2020). Los partidos "vacadores", donde destacan AP, Alianza por el Progreso (APP) y Fuerza Popular (FP), entre otros, quedaron muy golpeados. Algunos congresistas incluso pidieron perdón. La aprobación del Congreso cayó de 32% a 9% y luego se mantuvo debajo del 20%, el mismo sótano en el que se encontraba antes de su disolución en 2019 (IPSOS 2021).
Un mes más tarde, una protesta masiva de obreros agrícolas logró eliminar la llamada Ley de Explotación Agrícola, legado clave del autoritarismo de Alberto Fujimori. La vieja clase política derechista y conservadora parecía agotada. Esos días la demanda por el cambio de la Constitución llegaba por primera vez a las calles.
En diciembre, George Forsyth, ex arquero del club Alianza Lima que había sido elegido alcalde de un distrito limeño en 2018, ocupaba el primer lugar en las encuestas presidenciales (18%) buscando liderar un proyecto de centro derecha democrático (IPSOS 2021). Pero en segundo (8%) y tercer lugar (7%) aparecían dos partidos reformistas que se disputaban la representación del ánimo movimientista: el Partido Morado (PM), de centro, y la coalición de izquierda Juntos por el Perú (JP). Ambos participaron en las marchas de noviembre y parecían tener llegada con una juventud más interesada en participar políticamente. Keiko Fujimori aparecía empatada en tercer lugar con JP (7%), pero con el segundo antivoto (o rechazo) más alto en la contienda (71%). Los dinosaurios iban a desaparecer.
Sin embargo, la primera vuelta de las elecciones generales del domingo mostró una realidad muy distinta. El PM obtuvo solo el 2,3% de los votos válidos y JP el 7,9%. En cambio, el fujimorismo con FP pasó a segunda vuelta en segundo lugar con el 13,4%, y sus versiones extra conservadora (Renovación Popular) y extra neoliberal (Avanza País) quedaron casi empatadas con 11,7% y 11,6% respectivamente. El partido que dirigió el repudiado "golpe congresal" de noviembre, AP, quedó en quinto lugar con 9,1%. El 41%, entre ausentes, blancos y nulos, no votó por ninguna de las 18 opciones, en una mezcla de desafección y temor por contagiarse ¿Y el primer lugar? Al final sí lo ocupó un reformismo, pero uno que no estaba en el radar de los medios ni analistas: la izquierda autoritaria y conservadora de Perú Libre (PL), con solo 19,1%. Al despertar, los dinosaurios seguían allí.
¿Qué ocurrió en estos cinco meses con los reformismos democráticos que se pensaba podían capitalizar el descontento radicalizado por la pandemia? ¿Cómo así PL apareció capitalizando este descontento en la última semana? Las elecciones peruanas son un rompecabezas complejo, por lo cual este texto se centra solo en las candidaturas reformistas, las democráticas y la autoritaria.
EL DESVANECIMIENTO DEL PARTIDO MORADO
El PM es un partido fundado en 2017 que se reclama de centro y que enfrentó frontalmente a la coalición vacadora en noviembre pasado. En 2016 su fundador, el economista limeño Julio Guzmán, intentó participar en las elecciones presidenciales con otro partido, pero fue excluido por temas procedimentales. Desde entonces, Guzmán se esforzó por construir su propia organización partidaria y logró inscribir al PM en 2017. En 2020 logró obtener una bancada de 9 curules o escaños en las elecciones congresales extraordinarias luego de la disolución del Congreso. Desde entonces, su bancada ha sido bastante cohesionada y coherente con sus principios: institucionalista, defensora de las reformas política y educativa, progresista en términos sociales y defensora del modelo económico concediendo algunas reformas. Su performance contrasta con el resto de bancadas, fraccionadas internamente, con intereses subalternos y vocación populista. Cuando se dio el golpe congresal en noviembre, varios de sus congresistas y militantes participaron en las manifestaciones y apoyaron a los heridos y detenidos.
Los morados terminaron teniendo una pésima performance electoral -solo 2,3% y 3 curules- debido a tres razones centrales. Primero, tuvieron la carga de ser el partido de gobierno en un contexto de crisis. Su candidato a la vicepresidencia, Francisco Sagasti, fue elegido presidente interino luego de la caída de Merino. Además de sus propias y notorias limitaciones para responder a sobredimensionadas expectativas, Sagasti tiene un Congreso que permanentemente critica su gestión de la pandemia tratando de evidenciar que el PM no sabe gobernar. El PM cometió el error de intentar distanciarse de Sagasti en lugar de apoyarlo evitar cargar con los inevitables fracasos que iba a tener. Sin embargo, la ciudadanía siguió viéndolos como una unidad y el PM tuvo que cargar con el voto castigo a un gobierno de transición muy limitado, que en marzo ya solo contaba con el 29% de aprobación.
En segundo lugar, el "vacunagate" tuvo un impacto negativo. A pesar de que el escándalo de la vacunación secreta contra el Covid 19 era un tema del gobierno de Vizcarra, dos ministras de Sagasti y sus familiares también se vacunaron y mintieron al respecto. En particular, la bochornosa mentira de la ministra de salud, Pilar Mazetti, rostro de la lucha contra la pandemia del gobierno de Vizcarra que Sagasti ratificó, ayudó a reforzar el sambenito de que el PM era la continuidad de Vizcarra -quien también se vacunó en secreto-, gobierno al que muchos responsabilizan de que el Perú tenga la mayor tasa de mortalidad por Covid-19 a nivel global.
La traición de Vizcarra, que había salido con 77% de aprobación (IEP 2020), y la percepción de la cercanía del PM al exmandatario, ayudó a que se difuminara la división moral entre demócratas y golpistas del estallido de noviembre.
Finalmente, el PM tuvo un mal candidato e hizo una campaña que por momentos parecía improvisada. Julio Guzmán ganó elecciones internas competitivas, práctica inusual en los partidos peruanos, y tuvo una buena performance en los debates y entrevistas, donde expuso entusiastamente reformas técnicamente bien sustentadas. Sin embargo, arrastraba escándalos personales que redujeron su prestigio en la opinión pública. De otro lado, su discurso enfocado en el centro republicano no llegó a ser sustancioso y fue poco valorado en medio de una dinámica electoral que impulsaba más bien la polarización. Por último, a pesar de haber intentado construir una organización nacional (Albán 2021), el partido terminó haciendo una campaña más limeña, lo cual se vio reforzado por sus candidatos congresales invitados, casi todos con un perfil muy limeño.
LA DESNACIONALIZACIÓN DE LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA Y REFORMISTA
Juntos por el Perú (JP) es una coalición de izquierda democrática que integra al movimiento Nuevo Perú (NP), el Partido Humanista (PH), el Partido Comunista del Perú - Patria Roja (PR), el Partido Comunista Peruano - Unidad (PCP-U), y el Movimiento al Socialismo (MAS). La coalición existe desde 2017 pero recién en 2019 se integra el NP de Verónika Mendoza, antropóloga y excandidata presidencial cusqueña que alcanzó el tercer puesto (18%) en las elecciones de 2016 con el Frente Amplio (FA).
El NP es una escisión del FA, coalición fallida que se dividió en el Congreso al año de haber entrado. Para las elecciones congresales extraordinarias de 2020 no pudieron obtener una bancada al no alcanzar el 5% (llegaron al 4.7%). A pesar de su ausencia en el parlamento, JP ha estado permanentemente en del debate público pidiendo al gobierno tomar medidas más audaces para contrarrestar la pandemia, como el bono universal o asumir el control de la producción de oxígeno. A pesar de sus diferencias con Vizcarra, se opusieron a la vacancia y sus militantes participaron en las marchas de noviembre prestando apoyo organizacional para la movilización.
JP se estancó entre el 7 y 9% durante las elecciones -obtuvo solo 5 curules- debido a tres razones principales. Primero, fueron consecuentes con sus bases y principios en la defensa de las luchas feministas y LGTBIQ+ en un país que es un nodo regional del contramovimiento religioso conservador provida y profamilia y que se ha movido más a la derecha recientemente.
Por ello, hasta sectores importantes de la izquierda regional (por ejemplo, Perú Libre) adhirieron desde el 2019 al discurso conservador que fustiga la llamada "ideología de género", esto es, la educación en equidad de género[1]. Como ha recordado Martín Tanaka, en Perú el 12% no justifica el aborto en ningún caso (IPSOS 2020), 71% justifica que un hombre agreda físicamente a una mujer en caso esta le sea infiel (IPSOS 2020) y 19% que piensa que la homosexualidad es una enfermedad (IPSOS 2019).
En segundo lugar, optaron por ser una izquierda moderada en un contexto electoral que se polarizó. A pesar de que la candidata de JP prometió "cambiarlo todo" como eslogan de campaña, en las entrevistas se cuidó por reafirmar que no iba a estatizar nada, que buscaba un mercado verdaderamente competitivo, y que iba a respetar las reglas del juego. Es decir, se reafirmó como demócrata, respetuosa de las instituciones. Esta estrategia parecía buscar ampliar su votación en sectores medios que le eran esquivos. Sin embargo, la mayoría en estos sectores siguieron acusándola de radical y potencial chavista mientras, del otro lado, perdió bastiones contestatarios en la Sierra Sur y Centro que habían votado por ella en 2016 y que en el contexto de profundización de las desigualdades por la pandemia probablemente esperaban un discurso más confrontacional.
Finalmente, muchos sectores veían a JP como parte del establishment político al que se quería jubilar. Muchos aún asocian JP con el FA porque Mendoza fue su candidata en 2016. Al hacerlo, la conectan con el desastre que fue el FA en el este congreso: se dividió rápido y la mayoría votó a favor de leyes populistas e incluso de la vacancia a Vizcarra junto a las bancadas conservadoras y cercanas a mafias. De otro lado, Mendoza fue también parte de la bancada nacionalista de Ollanta Humala entre 2011 y 2012. Quienes le hacen campaña en contra la acusan de haber sido la asistenta de Nadine Heredia, esposa de Humala que hoy tiene prisión domiciliaria por casos de corrupción. Una década de participación en la política nacional la acerca demasiado al establishment, lo cual debilita su potencial disruptor para un sector de izquierda que busca un corte con ese sistema.
LA IRRUPCIÓN DE PERÚ LIBRE
Perú Libre (PL) es uno de los pocos partidos regionales que ha sobrevivido en las últimas dos décadas. Fundado por el médico chupaqueño (Junín) Vladimir Cerrón en 2007, el partido es también uno de los pocos que aún reivindican un enfoque marxista-leninista para interpretar la realidad y plantear soluciones. PL ganó las elecciones regionales en Junín, sierra central del Perú, en 2010 y 2018, y desde el 2016 intenta hacerse un espacio en la política nacional sin mucha suerte. Estando incapacitado para postular por condenas por corrupción, Cerrón delegó al profesor chotano (Cajamarca) Pedro Castillo -conocido líder del sindicato más radical del magisterio peruano- como su candidato presidencial. Cerrón y Castillo apoyaron las marchas de noviembre pasado, pero no hay registro de su participación. Cerrón solo mencionó que el proceso debía llevar a una Asamblea Constituyente y Castillo no cree que la vacancia fuese un golpe de estado. Los medios y encuestas peruanas solo comenzaron a registrar la subida de Castillo a 8 días de las elecciones ¿Cómo así terminó representando mejor el hartazgo con la clase política?
Primero, Castillo identificó una mayor demanda por radicalidad sin descuidar el perfil conservador de buena parte de la izquierda peruana. El Perú del 2021 está socialmente más polarizado que el del 2016. Como el politólogo Carlos Meléndez ha señalado, el crecimiento del electorado identificado con la izquierda y derecha radical abrió el espacio para el surgimiento de opciones extremistas relativamente exitosas. Del lado de la derecha, Rafael López Aliaga intentó emular a Bolsonaro y terminó quedando tercero a nivel nacional. PL se puso a la izquierda de JP, al que califican despectivamente como socialdemócratas, prometiendo una nueva Constitución que consagre el retorno del estado empresario, nacionalización de sectores estratégicos, regulación de medios de comunicación, desactivación del Tribunal Constitucional, salida del pacto de San José, y posible cierre del Congreso si este bloquea sus reformas. Al mismo tiempo, Castillo se declaró enemigo de la "ideología de género" y se reafirmó provida y profamilia.
En segundo lugar, PL es un partido que cuenta con el apoyo de organizaciones de base y una importante presencia nacional. Está lejos de ser un partido sólido o institucionalizado, pero en medio de otras organizaciones centralistas o débiles, la de Castillo destacaba por el apoyo de las redes nacionales del sindicato de maestros, de un sector de las rondas campesinas, y por su coordinación con otros liderazgos regionales. Desde 2017, Castillo se consolidó como líder del bloque de maestros más radicales que se opusieron a la nueva Ley de Carrera Pública Magisterial. Los años siguientes logró establecer contacto con liderazgos de izquierdas regionales: Gregorio Santos en el norte, Vladimir Cerrón en el centro y Walter Aduviri en el sur. Ese contacto con las izquierdas que Lima suele invisibilizar resultó clave para preparar su campaña en 2021.
En tercer lugar, Castillo organizó una campaña diferente que además se benefició de haber pasado desapercibida hasta las últimas dos semanas antes de las elecciones. Mientras los medios limeños y activistas en redes se concentraban en atacar a los candidatos punteros, sobre todo a López de Aliaga y Mendoza, Castillo estuvo fuera del radar suficiente tiempo para beneficiarse de una muy limitada contracampaña. Solo en la última semana antes de elecciones los medios comenzaron a recordar al profesor. Durante ese tiempo sin ataques, Castillo fue el único candidato en concentrarse en una campaña presencial, con mítines, a pesar de la pandemia -contrajo el Covid 19 en enero. Otra particularidad de su estrategia fue ir de las pequeñas capitales distritales hacia las capitales regionales y solo al final a Lima, en lo que llamó "la toma de Lima". Todo esto lo compartió a través de sus múltiples páginas en Facebook, la red social más usada en Perú, mientras los activistas de JP y el PM se atacaban en Twitter.
Estos factores, entre otros, facilitaron que en un escenario hiper fragmentado Castillo acabe teniendo un camino suficientemente organizado y libre para posicionarse como el cambio radical que un sector del país reclamaba. Tuvo además la fortuna de convertirse en la alternativa y crecer justo cuando ya quedaba muy poco tiempo para que puedan hacerle contracampaña. A pesar de que a nivel nacional obtuvo solo el 19%, ganó en 16 de las 24 regiones, en 3 de ellas con más del 50%.
LA CERTIDUMBRE DE LA INESTABILIDAD
El estallido de protesta de noviembre pasado y el hartazgo con la clase política peruana no fue canalizado por sectores reformistas democráticos. Por los factores señalados, los dos partidos que desde Lima parecían ser los que más se identificaron con el ánimo reformista de finales del 2020 terminaron obteniendo una votación reducida en las elecciones 2021. En cambio, una opción radical y autoritaria acabó representando mejor el hartazgo con todo el establishment, particularmente en las regiones más pobres del país. Esto replica en parte una tendencia que ya se había visto en 2006 y 2011, cuando Ollanta Humala ganó en esas mismas regiones, y en parte en 2016 cuando Mendoza sí logró representar buena parte de ese bloque en la primera vuelta.
Nos espera una segunda vuelta entre dos proyectos de vocación autoritaria y socialmente conservadores. Probablemente se activará el clivaje entre la defensa o cambio del modelo económico, teniendo como eje la disputa sobre la necesidad o no de una nueva Constitución. Sin embargo, gane quien gane, lo más probable es que no avancen las reformas urgentes y se mantenga la inestabilidad política con un ejecutivo y parlamento en permanentes amenazas. Con solo 8 curules entre los dos (de 130), los partidos reformistas democráticos tendrán muy poco margen de acción en el congreso; JP ha anunciado que mantendrá su fiscalización desde las calles. Los dinosaurios parecen estar aún lejos de extinguirse.
EL AUTOR. Omar Coronel es profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es candidato a doctor en Ciencia Política en la Universidad de Notre Dame. Obtuvo su maestría en Ciencia Política en la misma universidad. Sociólogo de la Pontificia Universidad Católica del Perú. (@ocoronelc)
NOTAS Y REFERENCIAS
[1] JP intentó establecer una alianza con PL en 2019, lo que le costó la renuncia de cuadros valiosos del NP que se opusieron vehementemente. Finalmente, la alianza no prosperó por las demandas de PL. Ver: Castro, J. (2021) El sueño de la izquierda propia. Del minipresidente a los microcandidatos en C. Meléndez (Ed.) Mini candidatos. Última temporada electoral de la serie política peruana (pp. 213-236). Debate
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio. CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica. Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM) y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.