Cuando a las palabras se las lleva el viento

La periodista Norma Abdo, de dilatada trayectoria en el ejercicio de la profesión y la docencia, analiza aquí el devenir del gobierno de Javier Milei, con varias frustraciones.

Norma Abdo

En campaña Javier Milei gritaba a viva voz su posición sobre la "casta", sobre la que recaería buena parte de su proyecto político, terminando con los privilegios de quienes en ejercicio de sus funciones hacían uso y abuso del poder, según él. Prometía un ajuste profundo, reforma económica, reducción de los gastos del Estado, modificación de la legislación laboral, apertura de la economía. Proponía reformas como el cierre o privatización de empresas públicas, aunque afirmando: "no vamos a echar a ningún empleado de carrera del Estado". (¿?)

Decía además que los políticos eran "victimarios" del sistema de asistencia social, que "debemos ir a largo plazo a sistemas privados de salud y educación". La verdad, es que anticipó buena parte de sus objetivos de campaña y muchos creyeron casi ciegamente en una "nueva política", y Javier Milei llegó así a la Casa Rosada. Dejó de ser panelista para convertirse en presidente de la Nación, a través de un electorado muy diverso: votos por "convicción", otros por conveniencia, otros sin pertenecer a ningún partido, e inclusive, del propio palo peronista, decepcionados de gobiernos justicialistas o afines a los ismos que se quiera.

Las mentiras "¿piadosas?"

Detengámonos un momento para recordar hechos y personajes, además de resaltar una característica de buena parte de los argentinos: poseer un pensamiento mágico acerca de "una política diferente" o de personajes "carismáticos", pero sobre todo por tener una memoria histórica absolutamente frágil. Y si no, pruebas al canto. Menem conquistó al electorado con un personaje de patillas y poncho al hombro, con actitudes campechanas y prometiendo la revolución productiva, el salariazo, la defensa del federalismo, mientras recorría el país en el "menemóvil" en lo que llamaba la "caravana de la esperanza". 

En Mendoza, como en todo el país, decía "quiero salarios justos y leyes sociales trascendentales para el país" y que su propuesta era de "justicia, trabajo y paz". Y ganaría en julio de 1989 por casi el 48% de los votos. Lejos de las promesas, el riojano tendría al ucedeímo con Álvaro Alsogaray a la cabeza (los que pintan canas recordarán su otrora frase "hay que pasar el invierno") como principal aliado. Llegaría la privatización de las empresas del Estado (sin eufemismos, entrega de las mismas), despidos masivos, dolarización, apertura económica, poniendo al descubierto su verdadero proyecto político, y reconociendo ya en el sillón de Rivadavia que si decía lo que iba a hacer al llegar a la Rosada, nadie lo hubiera votado. De una carismática personalidad, reconocida por propios y ajenos, gobernó el país durante 10 años, dolarización incluida. Lejos de las incumplidas promesas preelectorales, también dejó sin resolver los sobornos IBM-Banco Nación, el contrabando de armas, caso swiftgate, envuelto en acusaciones de corrupción y encubrimientos, dejando al país en una fuerte recesión, con alto índice de desempleo. Sin embargo, se mantuvo en el ruedo político, ocupando una banca en el Senado de la Nación desde 2005 hasta su muerte en 2021.

La historia en círculos

Recientemente, Carlos Saúl Menem fue reivindicado por el presidente Javier Milei como "el mejor presidente de los últimos 40 años", colocando su busto en el hall de la Casa Rosada y halagando sus políticas de los '90. Muchas coincidencias y pocas diferencias.

El actual primer mandatario auguró a su arribo al sillón de Rivadavia que sería un camino de estabilidad, de "no más relato ni corrupción"; de vida "en libertad" ("Viva la libertad, carajo"), que se eliminaría lo que estaba mal, y que la Argentina se encaminaría hacia un país más previsible. Sin embargo, a siete meses de gobierno, nos encontramos con un presidente histriónico, ya lo sabíamos, pero pensábamos que con la llegada a la Casa Rosada moderaría sus exabruptos; que las primeras medidas (incluso de shock) apuntarían a los sectores más desprotegidos, caso de jubilados (cuyos haberes siguen cayendo estrepitosamente); que al no tener quórum propio en ambas cámaras legislativas, entendería que negociación no es mala palabra, en aras de lograr objetivos que beneficien a la mayoría (la definición de política- término que viene del griego- implica acciones públicas en función del bien común); que en la vida política, cuando se accede al poder, hay obligaciones irrenunciables de racionalidad, previsibilidad, negociación, acuerdos y aunque parezca pueril, de buenos modales en el entendimiento de que el diálogo no significa abandonar banderas sino por el contrario, defender cada posición con argumentos y no a los gritos e insultando a todo aquel que piensa distinto. Haciendo un parangón, casi de perogrullo, si a nuestros hijos los criamos entre gritos y golpes seguramente serán en el futuro agresivos y violentos. Dos más dos es cuatro.

Pero Milei no se queda en el pago chico. También agrede a mandatarios extranjeros, se pelea con el FMI como si estuviera en la tribuna de un partido de fútbol, creyendo que la libertad importa o implica el todo vale y olvidando que las relaciones internacionales juegan un papel primordial dentro de las políticas de Estado. Sólo se reúne a nivel internacional con quienes piensan como él, sintiéndose un líder indiscutido en el mundo, obviamente entre quienes predican sus mismas ideas. Javier Milei ya no es el economista que recorría canales de televisión pregonando sus ideas libertarias. La mayoría de las veces lo olvida. Hoy es presidente de los argentinos, de los que lo votaron y los que no lo hicieron, como corresponde en un país democrático

También olvida, parece, que en campaña levantaba la voz contra el nepotismo y hoy sabemos que apenas asumido, derogó el decreto 93/2018 que limitaba la designación de familiares en cargos jerárquicos dentro del gabinete y entonces para ajustarse a su medida, firmó el decreto 12/2023, para que su hermana Karina Milei asumiera como Secretaría General de la Presidencia. Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago. Da la sensación que cuando los dirigentes llegan al poder, lo usan discrecionalmente a su leal saber y entender, borrando con el codo lo que escribieron con la mano.

Y van.... Prometió disminuir los ministerios. Sí, lo hizo, pero todos los días hay nombramientos en cada estructura ministerial, más allá de que Milei eyecta de los cargos a los que atinan criticar sus medidas (no de ministros como Caputo) y ya va más de medio centenar sin importar sus conocimientos o experiencia en el área en la que se desempeñaban, simplemente porque atinaron a expresar libremente su postura. Si esto no es pensamiento unívoco, es decir que sólo hay una sola manera de expresar o interpretar algo sin ninguna variación, dónde está la libertad tan pregonada. Pero entiendo que lo más grave es que un gobierno necesita equipos para llevar adelante políticas de Estado y para ello, no se pueden cambiar las piezas por capricho o autoritarismo. Es lo que simplemente como ciudadanos de a pie, no vemos. Quién querrá hacerse cargo de una función si frente a cualquier traspié los echan sin mirar su capacidad sino su obsecuencia. A siete meses de gobierno no podemos entender el rumbo claramente, más allá de anuncios rimbombantes expresados en términos económicos, que el común de los ciudadanos no comprende. Sólo quiere reglas claras y que sus bolsillos no se expriman más. Se mide la inflación a través del INDEC, pero no se incluyen servicios esenciales como luz, gas, agua que han aumentado sideralmente y son muchos los que no los pueden pagar porque los incrementos van por el ascensor y los salarios por la escalera. "Que vendan sus dólares para pagar", se escucha desde las esferas de poder. Esa gente que no llega a lo básico, señores gobernantes. No se burlen de los ciudadanos.

En fin, la vieja política, la ejercida por la "casta" según Milei, era a la que llegaría el ajuste. No sólo no lo ha demostrado hasta ahora, sino que aquello que criticaba, como el relato de los gobiernos K, hoy se profundiza y se potencia. Repito, pensamiento unívoco que dista de un gobierno que se precia de democrático.

Los libertarios llegaron despotricando de la "vieja política" o de la "casta", y muchos argentinos se subieron a ese tren en busca de la renovación, de otras ideas y es justo que así sea. Pero cuando bajo ese paraguas se esconden acciones que nos remontan a tiempos que muchas veces no queremos revivir, más allá de no olvidar, nos enteramos que una diputada nacional por Mendoza, libertaria, Lourdes Arrieta, enrolada en la nueva política, ajena al nepotismo: su hermano trabaja con ella en el Congreso y también habría ubicado a gente de su entorno en organismos nacionales. No está mal quizás rodearse de familiares. Lo criticable es hacer lo otrora criticaba. Pero lo peor de esta legisladora que ocupa una banca en el Congreso y que sólo atiende al periodismo a través de un cuestionario, calificando a los medios como "intermediarios de alguien que les ha pasado un sobre". Gravísima actitud. La diputada sólo se maneja por redes. Y nos preguntamos si sabrá que su dieta se la pagan los contribuyentes, o sea nosotros, y que se trata de una funcionaria pública (aunque no le guste el término), es decir que trabaja para el Estado nacional en representación de los electores que la votaron. Y sus actos son públicos.

Además tiene mala memoria (grave para una funcionaria pública), cuando dice que a "Javier no le hizo falta ir a tal medio o pautar con nadie". El ahora presidente de la Nación recorrió todos los canales de televisión. Son graves sus acusaciones y también peligrosas. Como lo es, casi como frutilla del postre, que fuera a Ezeiza (en un vehículo perteneciente al Congreso de la Nación) junto otros legisladores de la Libertad Avanza, a visitar a condenados por delitos de lesa humanidad, entre ellos, a Alfredo Astiz, olvidando que fueron protagonistas de tiempos negros de nuestra historia reciente. Justificación: "No fuimos a ver represores. Fuimos a ver a ex combatientes de Malvinas que libraron batallas contra la subversión marxista". No aclaren @@@@@@@@@@@qqqmás porque oscurece. Menos mal que Raúl Ricardo Alfonsín ha muerto (el hombre que tuvo el coraje y la decisión de llevar a juicio, público y transparente contra los genocidas) para no escuchar semejante argumento. La recuperación de la democracia costó muchas vidas y fuimos generaciones las que siempre quisimos vivir en un país libre de acción y de pensamiento, pero no escuchando semejantes barbaridades de boca de quienes son representantes en el Congreso de la Nación. Una cosa es la libertad otra la impunidad de la acción y la palabra.

Todos queremos y buscamos una Argentina pujante, con empleo genuino, con gente que llegue a fin de mes, que pueda pagar un alquiler; que los jubilados no sean variable de ajuste y eternos olvidados; que la dirigencia política deje sus prerrogativas, como incrementarse las dietas en medio de una crisis económica y sin que ni siquiera quienes ejercen el mando legislativo por parte del oficialismo tuvieron el coraje de decir no. No hay plata. Una frase que la sentimos los ciudadanos de a pie y que no cobramos sobres por debajo de la mesa ni hacemos viles acusaciones para escabullir al bulto. No hay plata.

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