¿Por qué lo estamos hablando ahora y no antes? "Ni una menos"

La socióloga Verónica Piñol recuerda en esta nota el espíritu de la jornada de lucha del 3 de junio de cada año, por el "Ni una menos".

Verónica Piñol

Hay un grito habilitado masivamente los 3 de junio en la Argentina por amor, por lucha, por resistencias, por justicia.

El 3 de junio de 2015 fue un día en donde mis miedos, mis silenciamientos, los mandatos, las acciones violentas, los debería por temor en mi vida empezaron a nombrarse en lo público siendo un tremendo acto político de la vida de todas las mujeres y diversidades.

Me preguntaba porque aún hoy hay que buscar estrategias para matizar los nombres de las violencias, cuando aquel 3 de junio de 2015 y los subsiguientes suenan como un temblor y un grito expansivo de lo que seguimos visibilizando, nombrando y de lo que sigue sucediendo en nosotras/os.

Me asusta que ante tal masividad nos anestesie la nada de los discursos, la ficción de lo digital y la indiferencia ante tamaña expresión y que no sepamos construir nuevos sentires, gestualidades y mundos atravesados por paradigmas que sostengan lo justo, lo inclusivo, lo que es.

Cada 3 de junio nos insta a resignificar, esa demanda primera, porque la condición de esos cambios es la pérdida de privilegios de algunos colectivos. Es transparente entonces que en sociedades democráticas el reacomodamiento de lo social sacuda y haga temblar ciertas estructuras. Y lo cierto es que los espacios no se resignifican a voluntad, sino según mi experiencia "no resignifica quién quiere sino quién puede".

Toda re-significación, si lleva a un verdadero cambio de mirada debe estar acompañada por procesos culturales, políticos, económicos. No obstante a ello, estos cambios no son lineales.

Hay que generar sentidos nuevos con fuerza crítica, cada 3 de junio eso es lo promovemos. Se nos impone seguir indagando el territorio de las relaciones humanas en general, de clase, del campo social en general, entre otras.

Mover una variable de cierta ordenación social significa mover la estructura de poder. Puede tensarse, tambalearse, al mismo tiempo que se está re-articulando. Porque los factores de poder buscan nuevamente su equilibrio. En cada movimiento de denuncia y acción anidan según Maria Luisa Femenías, sus propios demonios sobre todo si en las junturas se filtran los nuevos modos de las violencias cotidianas.

Siempre estamos con la sensación de que todo derecho reconocido que involucra a las mujeres y las diversidades es una concesión que se puede retirar según la voluntad hegemónica. Por eso es todo el tiempo permanecer en un vaivén de avances y retrocesos

El NI UNA MENOS se fraguó entre un grupo de periodistas y acompañó la potencia de la calle con más gestualidades discursivas. Fue la Palabra, lo dicho, lo no silenciado lo que se visibilizó, lo que pulsaba por salir. Después de ese 2015, las hablamos a las palabras sin temor, las exorcizamos, las usamos para construir, revisar, reflexionar sobre las estructuras que nos violentan y desigualan. Gritamos, nos sacamos varios nudos de la garganta, la voz se potenció, vibró, enmudeció, tembló. Todo eso viene sucediendo hace nueve años y porque hablamos construimos desde dónde SÍ queremos reparar.

Con las palabras y lo que nombramos pusimos las experiencias de las heridas. Violencias, abusos, humillaciones, traiciones, injusticias, muertes marcaron nuestras vidas. Supimos que dolía porque nos obligaba a reconocer una fractura por años negada. Pero para reparar hay que convocar lo irreparable.

Según Rachel Khan la reparación deja entrever el final de un período, porque implica cambiar algunos puntos de referencia, incluso intolerables. Nos obliga a duelar

Es un combate difícil para una y los demás, pero la reparación en ningún caso implica volver a un statu quo anterior una vez que el proceso se ha puesto en marcha. Pero la fragilidad de lo que se rompió seguirá siendo indicio de la historia,

El Ni una menos se convocó por un femicidio que se puso en palabras. Por suerte las palabras son soberanas. Nada que se destruya por la palabra puede reconstruirse sin ella. Con ellas tenemos el poder de la elección y la elección del poder al mismo tiempo. De esa responsabilidad nace la acción que se reconstruye, que repara.

Las palabras que circulan cada junio reparan, pero no borran nada. Las palabras habladas, gritadas, potenciadas son las que contienen nuestra propia medicina.

Cada vez en cada junio hay más palabras convocadas, hasta tanto sanemos la última palabra.

LA AUTORA. Verónica Piñol Nahim. Socióloga.


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