Almas oscuras: la trama siniestra del tráfico de personas
Isabel Bohorquez nos da una cachetada de realidad al desnudar el trasfondo de lo que sucede con los niños que "desaparecen" y no son encontrados, cosa que también ocurre con adultos en la Argentina.
Las sospechas respecto a lo que ha sucedido con Loan Danilo Peña, el niño desaparecido el pasado 13 de junio en Corrientes ya tiene a seis detenidos y ninguna certeza sobre su paradero.
Como Sofía Herrera en Tierra del Fuego, como Guadalupe Lucero en San Luis, como Brisa Pereyra en Buenos Aires, como Maximiliano Sosa en Santa Fe, como Matías Villafañe en San Juan...como tantas otras pequeñas y luminosas vidas que han desaparecido sin dejar rastro y aún son una herida abierta y una deuda pendiente en la sociedad argentina. Duele hondamente ver tantos rostros en la lista del Registro Nacional de Información de Personas Menores Extraviadas[1] y de Missing Children Chicos perdidos en Argentina[2].
Sofía Herrera que desapareció en el año 2008 nos inspiró un sistema, la Alerta Sofía (desde 2019), que aún no hemos aprendido a aplicar con la suficiente celeridad y eficiencia. Y en eso no tenemos disculpas. No hay mayor premura que la de un niño desamparado y perdido, secuestrado en manos de horribles seres que han liquidado todo vestigio de humanidad en su ser y en su proceder.
No podemos papar moscas mientras una persona tomada como mercancía necesita con urgencia nuestra ayuda. En eso la sociedad toda tiene que levantar su voz y ajustar las definiciones de los gobiernos de turno para que sean más expeditivos a todo nivel.
Por estas horas, los indicios inclinan la investigación hacia un secuestro por trata de personas y se alimenta la expectativa de confirmar alguna de las presunciones sobre las personas detenidas y su participación en el posible rapto de Loan.
Horroroso. Todo es horroroso.
Sin embargo, estos horrores son posibles gracias a la connivencia de instituciones y personas que deben procurar nuestra seguridad, así como hacer cumplir las normas y leyes que rigen para que eso sea posible.
La trata de personas es un negocio que tiene ramificaciones a nivel mundial. Increíblemente, en todos los países de uno y otro hemisferio se registran desapariciones año tras año y este flagelo va de la mano de la prostitución, la pornografía, el trabajo forzado, la mendicidad, actividades delictivas vinculadas a la droga y otros crímenes hasta la extracción de órganos.
Un informe de las Naciones Unidas[3] refleja un aumento considerable de la trata de personas que debe comprometernos seriamente para su detección y prevención.
América Latina parece ser un territorio propicio y las poblaciones más vulnerables, así como nuestro territorio con fronteras tan permeables hacen de ello un escenario facilitador para este tipo de aberrante crimen.
El documento citado dice:
"En los últimos 15 años ha aumentado el número de víctimas, y su perfil ha cambiado. La proporción de mujeres adultas se redujo de más del 70% a menos del 50% en 2018, mientras que la proporción de niños ha aumentado, de alrededor del 10% a más del 30%. En el mismo período, la proporción de hombres adultos casi se ha duplicado, de alrededor del 10% al 20% en 2018.
En general, el 50 % de las víctimas fueron objeto de trata con fines de explotación sexual, el 38% fueron explotadas para trabajos forzados, el 6% sometidas a actividades delictivas forzadas, mientras que el 1% fue obligado a mendigar y en menor número a matrimonios forzados, extracción de órganos y otros fines.
La proporción de víctimas detectadas que han sido objeto de trata para el trabajo forzoso ha aumentado constantemente durante más de una década. Las víctimas son explotadas en una amplia gama de sectores económicos, particularmente en aquellos en los que el trabajo se realiza en circunstancias aisladas, como la agricultura, la construcción, la pesca, la minería y el trabajo doméstico. (...)"
Me resulta difícil creer que este fenómeno pueda ser totalmente invisible a los ojos de las autoridades de un país, una región, una localidad, un pueblo, una comunidad.
Sigue el informe de Naciones Unidas:
"Los traficantes ven a sus víctimas como mercancías sin tener en cuenta la dignidad y los derechos humanos: venden a otros seres humanos por un precio que puede oscilar entre decenas de dólares estadounidenses y decenas de miles, y las grandes organizaciones criminales obtienen los ingresos más altos.
La investigación señala además que los traficantes han integrado la tecnología en su modelo de negocio en cada etapa del proceso, desde el reclutamiento hasta la explotación de víctimas.
Los traficantes se acercan a muchos niños en las redes sociales y son un blanco fácil en su búsqueda de aceptación, atención o amistad. La Organización ha identificado dos tipos de estrategias: la "caza" que involucra a un traficante que persigue activamente a una víctima, típicamente en las redes sociales; y la "pesca", cuando los perpetradores publican anuncios de trabajo y esperan que las víctimas potenciales respondan. Además, la internet permite a los traficantes transmitir en vivo la explotación de sus víctimas, lo que permite el abuso simultáneo de una víctima por parte de muchos consumidores en todo el mundo."
Respecto a la ruta de la explotación y sobre la base de datos recopilados de 148 países, la UNODC (United Nations Office on Drugs and Crime)[4] pudo registrar 534 flujos de trata diferentes en todo el mundo, aunque las víctimas suelen ser objeto de trata dentro de áreas geográficamente cercanas. Un ejemplo típico es el de niñas reclutadas en un área suburbana y explotadas en moteles o bares cercanos. A nivel mundial, la mayoría de las víctimas son rescatadas en su propio país de origen.
"En América Latina se han detectado rutas de América del Sur a América Central, de América Central a América del Norte y del Caribe a América del Sur. La Organización también ha encontrado casos de víctimas llevadas desde Suramérica al Este de Asia, Europa, el Norte de África y Oriente Medio."
Un dato espeluznante de la UNODC: "A nivel mundial, una de cada cinco víctimas de la trata es un niño, aunque en las regiones y subregiones más pobres, como África y el gran Mekong, son niños la mayoría de las víctimas. Los niños son objeto de trata con fines de mendicidad forzosa, pornografía infantil o explotación sexual. A veces se prefiere a los niños para trabajar porque se considera que sus manos pequeñas son más aptas para desenredar redes de pesca, coser prendas lujosas o cosechar cacao. Los niños también son reclutados por la fuerza como soldados en las zonas de conflicto armado."
Leyendo estos informes pareciera que la humanidad no ha aprendido nada y que la esclavitud del hombre sobre el hombre sigue tan vigente como cuando se cargaban aldeas enteras a los barcos hace un par de siglos atrás para venderlos en el mercado de alguna tierra lejana.
Evidentemente hay un submundo que incluye esta esclavitud contemporánea y que no repara en arrebatarle la vida a un niño o a un adulto, varón o mujer. No se trata de una cuestión de género. Es una cuestión de vidas humanas. Una cuestión de humanidad.
Quiero pensar que estamos alumbrando una nueva conciencia y que estos documentos que reflejan investigaciones y estadísticas a nivel mundial también expresan la posibilidad de una voluntad de cambio, de una visión del respeto por la vida de las personas que no admite tales aberraciones.
Quiero pensar que en nuestro país la alerta Sofía fue un paso entre los muchos que debemos dar. Que podemos tener jueces más estrictos y fiscales más ágiles, así como policías honestos. Que podemos combatir la corrupción que provee a los criminales. Que la Justicia y la Seguridad pueden cobrar peso real y volumen moral para hacer las cosas en favor de las personas y no de las mafias.
Quiero pensar que voces como la de la hermana Martha Pelloni se oyen y expresan una conciencia imbatible y una acción comprometida.
Acabemos con este negocio inmundo de almas oscuras de una vez.
Y que Loan vuelva con su mamá.
[1] https://www.argentina.gob.ar/justicia/chicosextraviados
[2] https://www.missingchildren.org.ar/listado.php?categoria=perdidos
[3] https://news.un.org/es/story/2021/02/1487422