El valor de la música en la inclusión educativa de niños y adolescentes
Es necesario aclarar que cuando se pone en marcha un proyecto o una actividad musical con fines socioeducativos, es preferible hablar de Educación a través de la música, sin, sin embargo, devaluar el tipo de intervención y permaneciendo siempre en el ámbito de la musicoterapia.
La idea de pensar en el valor de la música en el proceso de inclusión significa examinar detenidamente los dos frentes. La sección investigación educativa de la Fundación Bologna Mendoza está reflexionando e interiorizándose profundamente en este tema que forma parte de los procesos de inclusión educativa y social
Por lo tanto, afirman que es necesario aclarar que cuando se pone en marcha un proyecto o una actividad musical con fines socioeducativos, es preferible hablar de Educación a través de la música, sin, sin embargo, devaluar el tipo de intervención y permaneciendo siempre en el ámbito de la musicoterapia.
También conviene hacer otra aclaración: un trabajo de educación inclusiva a través de la música no tiene nada que ver con la enseñanza musical, sino con intervenciones socioeducativas que hacen uso de la música. La música se convierte en el canal de comunicación a través del cual establecer contacto con las personas, pero sobre todo se convierte en el medio a través del cual los niños y jóvenes tienen la oportunidad de expresarse, aprender, crecer, madurar: no crecer con conocimiento musical, sino aprender reglas. que le permiten estar entre otros.
Finalmente, es importante no cometer un error que muchos cometen: no utilizar la música como protagonista del evento alrededor del cual construir el proyecto educativo, formativo, deportivo o lúdico, sino la música como parte de un proyecto global que gira en torno a las necesidades de el niño.
La música tiene el poder, a través del sonido y el ritmo, de enriquecer al ser humano. Con su lenguaje original estimula la imaginación, la sensibilidad y la voluntad. El propósito exclusivo de esta actividad no es la enseñanza de la música en sí; de hecho, éste debe poder fusionar los aspectos técnicos y científicos con la evolución global de la personalidad del individuo.
Es importante recordar que la música es una expresión cultural y como tal debe estar relacionada con la educación, el tiempo, los juegos, los lugares, los usos y las costumbres de cada población.
El uso controlado de la música en el proceso de inclusión, en la educación y formación de niños y adultos trae grandes beneficios.
La inclusión a través de la música permite a la persona: estimular y facilitar la comunicación; estimular la cohesión del grupo; expresar emociones a través de la herramienta que actúa como intermediario; desarrollar el aspecto de aceptación del otro; expresa tus sentimientos; adquirir conciencia de su propio bienestar, de la relación con los demás, de sus necesidades y limitaciones.
"La música es una parte indispensable de la cultura humana. Érase una vez que la música que predominaba era occidental, ahora toda la música tiene su vigencia, y reconocerla implica una mejora en nuestras actitudes así como la tolerancia con el resto de la gente para vivir. una sociedad mejor y más inclusiva.
• La música favorece el desarrollo del sistema expresivo y la corporalidad.
• Desarrollo motor
• La mejora de los procesos cognitivos.
• Los procesos cerebrales
• La moral de los niños
• El desarrollo neuropsicológico completo
• Aprendizaje
•El juego
• La conexión con cualquier tema educativo porque tiene motivación y por tanto despierta la observación y la integración en el grupo.
¿Por qué creemos que la música puede tener un alto potencial educativo, informativo, cognitivo, psicológico, físico-motor, sensorial, mnemónico, inclusivo, etc.?
A lo largo de la historia, el hombre siempre ha dado muchas y diferentes respuestas a esta pregunta, confirmando, sin embargo, cada vez, el amplio valor educativo de las experiencias musicales. La música y la inclusión responden a la pregunta de una forma puramente educativa y también como complemento terapéutico, es decir, orientada a centrarse de forma inmediata en la esencia educativa global que los niños y jóvenes (y no solo ellos) pueden recibir gracias a las propuestas auditivas, prácticas, interpretativas. frecuencia del sonido y la música.
La música en sus diversas dimensiones puede activar en nosotros muchas conductas educativas (P. Janet), de claro carácter epistemofónico (J. Piaget), encaminadas por tanto a desarrollar comprensiones en cada sujeto a través del cuerpo-mente, desarrollando así todos los aspectos educativos. potencial inherente a las relaciones que el hombre puede establecer con los diferentes materiales sonoros ya través de las diferentes prácticas que se pueden lograr con la música.
Estos valores educativos, formativos e inclusivos que atribuimos a la música y la educación musical son los principios básicos en los que deben basarse nuestros programas personales, nuestras lecciones teórico-prácticas y así como nuestros talleres musicales monotemáticos. El niño, el niño hará bien en no descuidar estos valores educativos básicos, para evitar hacer consideraciones teóricas y proponer prácticas musicales que puedan expresar un perfil educativo bajo o pobre.
Un intento de resumir en unos pocos parágrafos las funciones de la música en sus múltiples contextos y particularmente en el contexto inclusivo está destinado a ser deficiente y excesivamente esquemático. Se requiere un razonamiento fuertemente dialéctico para definir los propósitos de un fenómeno que abarca la esfera individual y colectiva y que al mismo tiempo implica una actividad física e intelectual natural y artificial, instintiva y disciplinada. El etnomusicólogo Francesco Giannattasio, partiendo de una lista de diez funciones identificadas por Allan P. Merriam, las divide en tres categorías principales:
1) funciones de organización y apoyo de actividades sociales;
2) funciones de inducción y coordinación de reacciones sensitivo-motoras;
3) funciones expresivas.
Las primeras (funciones de organización y apoyo a las actividades sociales) pertenecen las actividades musicales relacionadas con los ritos religiosos y sociales, ceremonias, celebraciones, aniversarios, ocasiones de trabajo y entretenimiento colectivo, en las que la música actúa como estímulo y de organización.
La segunda categoría (funciones de inducción y coordinación de reacciones sensorio-motoras) en realidad contiene un aspecto fundamental pero no exclusivo de toda experiencia musical: el componente cinético involucrado en la interpretación vocal e instrumental, así como en la danza, pero también en la escucha pasiva y " en las formas en que la música interactúa con los mecanismos automáticos y voluntarios del cuerpo humano, contribuyendo entre otras cosas a reacciones cinestésicas y emocionales "que pueden" contribuir a la inducción de estados de alteración de la conciencia "(Giannattasio) - afirma que se manifiestan en muchas culturas con fenómenos de trans, éxtasis y catarsis terapéutica.
Todo el ámbito de la expresión individual pertenece a la tercera categoría (funciones expresivas), la comunicación de ideas a través de formas simbólicas codificadas dentro de una cultura musical y el disfrute estético. Es en este contexto donde surge la dialéctica entre la autonomía de la música como organismo artístico que deriva significado de sus propias estructuras trascendiendo las circunstancias en las que se realiza, y su heteronomía como producto y representación de una determinada realidad social e histórica. El debate sobre la capacidad de la música para comunicar y transmitir emociones y conceptos (ver música y lenguaje), y sobre la relación entre el hecho musical, la realidad extramusical y la esfera del inconsciente están imbuidos de esta dialéctica.
La función educativa, terapéutica e inclusiva de la música, conocida desde la antigüedad y vagamente implícita entre las tres categorías enumeradas anteriormente, ha tenido en las últimas décadas un reconocimiento y una aplicación de considerable profundidad y difusión estudio espusión en el campo de la música y en la actividad profesional.
La importancia de la música en la educación y la inclusión desde las primeras etapas de la vida es universalmente reconocida, pero su aplicación varía mucho entre diferentes culturas y de un país a otro. Mientras que en las sociedades de tradición oral la participación del niño en actividades musicales es una parte integral de su educación como miembro de la comunidad, en las culturas occidentales la tarea de la formación musical se delega a profesionales e instituciones especializadas y esto a menudo conduce a una clara falta de introducción natural del niño a los secretos y placeres de la música.