Prejuicios mortales: otra vez volvimos a fallar
Isabel Bohorquez y un tema que duele, pero que no por ello debe dejar de abordarse crudamente.
¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo y que no fue?[1]
Hace pocos meses inicié con este mismo fragmento de Borges el texto En memoria de los nadies[2] recuperando en ese escrito los nombres propios y las pequeñas historias de algunos de los tantos niños que son asesinados en Argentina en manos de sus progenitores y/o sus parejas con complicidad de los mismos.
Aún nos duele y horroriza el espantoso crimen de Lucio Dupuy[3] al que le debemos una ley, la llamada Ley Lucio, N° 27709 [4] y estamos aquí, de nuevo, contemplando nuestros mezquinos e insignificantes recursos para proteger a la infancia por cuyos derechos declamamos en cuanta oportunidad se tenga.
Nuestra infancia vulnerable está en la peor de las intemperies si seguimos teniendo una estructura estatal que constantemente se equivoca de la misma manera.
Hoy nos duele y espeluzna el crimen de Aralí Vivas, de 8 años de edad, asesinada en la ciudad de Brinkmann, provincia de Córdoba.
Muerte injusta. Muerte evitable. Muerte que debe avergonzarnos a todos como sociedad.
En la crónica a retrospectiva sabemos que Aralí junto con su hermanito de 9 años habían sido apartados de su mamá debido a su alcoholismo y adicción a las drogas y las consecuentes conductas de desatención y abandono de sus hijos que quedaban expuestos a cualquier riesgo. La mamá de Aralí, Rocío Rauch de 28 años de edad, tuvo otros 4 hijos más con otra pareja que hasta hace pocos meses cumplió condena en la cárcel por diferentes delitos, entre ellos, violencia de género. Hoy ambos están detenidos junto con otro amigo del padrastro, por presunto homicidio.
Los vecinos alertaron en forma reiterada sobre la condición atroz en la que se encontraban los pequeños.
"Muchos familiares de la nena han pedido la tenencia por las malas condiciones de los chicos, pero en la comisaría les reiteraban que había asistente social y un psicólogo a cargo del caso. Una vecina recordó lo que le dijo el hermano de Aralí hace un tiempo: El nene dijo ‘en mi casa pasan cosas feas y no podemos hablar'".[5]
Tras idas y vueltas con los niños, confiados al padre, luego a otro familiar, fueron revinculados con su mamá.
He llegado a deplorar ese término: revincular.
Lo he escuchado en la crónica de tantas historias...asistentes sociales, psicólogos, mediadores, jueces, etc. que insisten en la premisa de que la revinculación es lo expectable sin mirar en profundidad y con detenimiento, con empatía y con algo de ternura a esos niños que deambulan por una vida demasiado hostil.
Por allí van tantos profesionales, técnicos, peritos, estableciendo en sus informes por escrito que la mamá (o el papá) se compromete a hacer el tratamiento de recuperación, que buscará trabajo formal, que cumplirá las pautas establecidas en el acuerdo que allí firman las partes, etc. etc. Y con ello, cada cual regresa a su mundo y su rutina, entregando la vida de un niño en manos de quien no puede cuidar ni siquiera de sí mismo.
Y los siguen matando.
Y los siguen entregando.
Y los siguen matando.
Aunque tengamos la Ley Lucio que propone un programa de capacitación a todos los organismos del Estado, bla, bla, bla... la muerte avanza sin bozal y devora todo a su paso.
Dice la ley en su "Artículo 5°- Principios rectores:
a) Velar por el respeto de la Convención de los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, incorporada a la Constitución Nacional por el artículo 75, inciso 22, y por las disposiciones de la ley 26.061, de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes;
b) Generar las condiciones para una convivencia social fundada en vínculos de afecto y confianza que se definen como "buen trato", fundamental para el desarrollo de proyectos de vida por parte de las nuevas generaciones;
c) Promover los espacios y metodologías necesarias al efecto de garantizar el derecho a ser oídos de las niñas, niños y adolescentes en todos los procesos administrativos y judiciales, conforme el principio de la autonomía progresiva, receptado tanto en la ley 26.061 como en nuestro Código Civil y Comercial de la Nación. En este marco se deberá propiciar el derecho a la participación de niñas, niños y adolescentes, en los distintos ámbitos sociales y comunitarios, poniendo énfasis en la posibilidad de incidir en el diseño de políticas públicas que afectan sus intereses y derechos;(...)"[6]
¿Qué clase de sociedad somos si no podemos cuidar de los más vulnerables que a la vista de todos están sufriendo el más grande de los desamparos, cual es nuestra incapacidad para reaccionar con eficiencia y justicia?
La mamá de Aralí no estaba en condiciones de criar y cuidar de sus 6 hijos. Y ese papá/padrastro tampoco. Los vecinos en el barrio habían advertido la situación y la denunciaron. Otros familiares habían pedido la tenencia de los niños por las condiciones extremadamente perjudiciales que vivían.
Pero el esquema mental y jurídico administrativo de que es mejor que estén con la mamá y en su casa, que los acuerdos de partes siempre funcionan y que la revinculación es la situación ideal, primó por sobre la realidad que hoy nos arroja en la cara la visión patética de una estructura estatal que no sirve. ¿O porque es negligente, o porque es impotente o porque es inoperante?
Sin desconocer a todos los que trabajan noblemente con ahínco y mucha vocación con relación a la infancia y adolescencia vulnerables, es indispensable también identificar a aquellas personas que están haciendo mal su trabajo porque esos errores cuestan vidas.
Máxime si responsables de la propia Senaf Córdoba (Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia) reconocen que de las 1332 personas que trabajan en la Secretaría, el 47% del personal no tienen títulos de carreras específicos para realizar su labor.
¿Quién se hará responsable por haber entregado a Aralí en mano de sus asesinos?
¿Qué podría haber sido diferente en esta historia de tantas decisiones desafortunadas o de tantas acciones inútiles?
¿Algo se podría haber hecho a nivel municipal, más local, barrial? Entiendo que sí, si dejamos de culpar hacia arriba, al otro estamento, a lo que se nos escapa de jurisdicción.
¿Algo podría haber hecho la Senaf? Claro que sí.
Siempre se puede hacer algo. Se puede estar más cerca, se puede visitar la casa, hacer un seguimiento más detallado y frecuente, entrevistar docentes, vecinos, a los responsables de la escuelita de fútbol adonde iba Aralí y su hermanito que hubieran contado el contundente hecho de que la nena se hacía pis encima al momento de tener que volver a su casa por el terror que sentía; en fin, se puede afrontar la dura realidad de que hay personas que no están en condiciones de cuidar a sus hijos y que puede haber otra chance para esos niños si dejamos de insistir con una revinculación imposible.
¿Y qué hacemos con los niños que no pueden vivir con sus padres porque estos resultan un riesgo incluso de vida para ellos?
¿Podremos fundar instituciones de seguimiento, de acogida y contención, de cuidado amoroso que miren cada historia como única y que cuenten con todo nuestro respaldo para hacer su tarea?
[1] Poema Lo perdido, Jorge Luis Borges
[2] https://www.memo.com.ar/opinion/ninos-asesinados-padres/
[3] https://www.memo.com.ar/opinion/lucio-dupuy/
[4] https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/ley-27709-383032
[5] https://www.eltrecetv.com.ar/noticias/2024/11/05/la-inquietante-frase-del-hermano-de-la-nena-asesinada-en-cordoba-que-anticipo-la-tragedia/
[6] https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/ley-27709-383032