¿Qué estamos bailando? Fito Páez, reggaeton y la violencia simbólica que no vemos

El criminólogo Eduardo Muñoz analiza los factores que hacen de la música un elemento capaz de calmar o inducir al delito.

Eduardo Muñoz
Criminólogo. Autor del libro "El Género de la Muerte". Divulgador en medios. Análisis criminológico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad. linkedin.com/in/eduardo-muñoz-seguridad IG: @educriminologo


¿Podemos cantar lo que nos oprime?

En una entrevista reciente, Fito Páez fue tajante: "El reggaeton es misógino, antiestético y conservador". Sus declaraciones no tardaron en generar ruido.

 ¿Se trata solo de una opinión polémica o de una crítica profunda a la cultura pop y su rol en la reproducción de violencias?

Cuando la música educa... para mal

En tiempos donde lo cultural moldea lo social, la música deja de ser solo entretenimiento. Se transforma en herramienta que puede reforzar estereotipos o, por el contrario, cuestionarlos.

El concepto de violencia simbólica, desarrollado por Pierre Bourdieu, permite entender cómo ciertas prácticas imponen formas de dominación sin necesidad de agresión física. En este marco, géneros como el reggaeton -al menos en su vertiente más comercial- han sido señalados por cosificar a las mujeres, glorificar la dominación masculina y normalizar relaciones desiguales.

Según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina, el 65% de las canciones más reproducidas del género contienen mensajes sexistas, y un 25% hace referencia directa a conductas violentas hacia mujeres.

Esto no significa que el reggaeton sea intrínsecamente misógino, pero sí que su versión dominante ha naturalizado ciertos discursos que contradicen los valores de igualdad que muchos y muchas defienden en otros espacios.

Criminología cultural: cuando el arte legitima desigualdades

Desde la criminología cultural, se entiende que la violencia no se limita a lo físico. También puede expresarse en productos culturales que ayudan a mantener estructuras de poder desiguales. La música, en este sentido, puede anestesiar la sensibilidad colectiva frente a prácticas violentas.

Fito Páez lo sintetizó con crudeza: "Todo contra lo que vos estás peleando, está escrito ahí". Su frase interpela a quienes militan por la equidad de género mientras bailan letras que refuerzan lo contrario.

Y fue más allá: comparó esta dinámica con la lógica de 1984, de Orwell. Un arte simplificado, repetitivo, sin profundidad emocional. "Cuanto más simple, más efectivo para controlar", advirtió.

Juventud, consumo cultural y contradicciones

Fito Páez también expresó su preocupación por lo que definió como una juventud "domesticada". En un mundo dominado por los algoritmos y la viralización, ¿estamos criando ciudadanos críticos o solo consumidores automáticos?

Las coreografías virales y los ritmos pegadizos se imponen, muchas veces, sin que nadie se detenga a escuchar lo que realmente se está diciendo.

Censura no. Conciencia crítica, sí

No se trata de prohibir géneros musicales, ni de cancelar artistas. Pero sí de entender qué estamos cantando, bailando y compartiendo. Porque lo que repetimos sin pensar también nos educa, moldea nuestra mirada del mundo y refuerza lo que creemos normal.

La música tiene poder. Y como todo poder, conlleva responsabilidad.

Estas son algunas propuestas para construir una cultura musical más igualitaria:

· Educar con perspectiva de género en escuelas y espacios culturales, también desde la música.

· Incluir alertas sobre contenidos sexistas en plataformas de streaming y redes sociales.

· Apoyar a artistas que reformulan géneros como el reggaeton desde una mirada más justa.

· Fomentar una escucha crítica entre jóvenes: porque escuchar también es un acto político.

El objetivo no es callar voces, sino abrir oídos. No es dejar de bailar, sino elegir qué queremos seguir bailando como sociedad.

Escuchar distinto para vivir distinto

Las palabras de Fito Páez reabren un debate incómodo, pero urgente. No se trata de cancelar géneros ni dejar de disfrutar la música, sino de comprender qué mensaje estamos repitiendo cuando bailamos, cantamos o viralizamos ciertas letras.

Porque incluso lo que parece solo una fiesta puede ser una pedagogía silenciosa de la desigualdad.

Lo simbólico también educa, moldea, refuerza.

Escuchar distinto es el primer paso para construir una sociedad distinta. Porque lo que elegimos cantar también dice mucho sobre el mundo que queremos habitar.

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