Mujer que lucha
"La ley nos da a los varones derechos legales sobre nuestra descendencia, lo que está muy bien, pero en la cotidianeidad, como regla general y salvo contadísimas excepciones, la que se hace cargo es la madre", escribe Pablo Gómez.
Hay muchas clases de mujeres luchadoras. Hay luchadores también que no son mujeres. Pero este texto se refiere a un sector de ellas. Hay un grupo de mujeres luchadoras que, más allá de que se pongan un pañuelo verde o celeste (o de que como ocurre en general no se pongan ninguno), y sin importar del lado de la grieta en que se encuentren, la luchan.
Son mujeres a las que la vida las hizo pasar por un matrimonio, unión de hecho o como sea que haya sido el nombre que le hayan dado (o le haya puesto la sociedad), pero en definitiva tuvieron una relación con un varón, que incluyó el nacimiento de uno/a o más hijos/as, y que por causas a veces aceptables y a veces deleznables, esa relación con el padre de la descendencia terminó, pero la relación de esa mujer con las personitas a su cargo, continúa.
Porque la ley nos da a los varones derechos legales sobre nuestra descendencia, lo que está muy bien, pero en la cotidianeidad, como regla general y salvo contadísimas excepciones, la que se hace cargo es la madre.
Y esa madre se hace cargo de llevar a las personitas a su cargo a la escuela, al médico/a, a las actividades extra escolares... es la que se encarga de que se levanten y de que vayan a bañarse y a estudiar, les prepara la comida y es (atendiendo a que estas son muchas veces actividades no deseadas por los hijos/as) la que principalmente los/as reta.
El padre por su parte (en la gran mayoría de los casos), es el que los lleva los fines de semana a divertirse por ahí, a comer comida chatarra, el que les deja ensuciarse la ropa y los/as "devuelve" tarde, y sin la tarea escolar hecha. Así que es el domingo a la noche cuando la madre vuelve a empezar su tarea de "mala" y "retadora", lo que en más de una ocasión crea, en esas pequeñas mentes, una idea distorsionada del verdadero compromiso de cada uno de sus progenitores.
Esas madres, que como regla general trabajan además en trabajos externos a su hogar, que no siempre tienen el soporte económico de parte de su ex pareja, se encuentran entonces, atravesando los mejores años de su vida muchas veces sin esperanzas, sin futuro saludable a la vista, con pocas futuras parejas que se interesen por ellas por mucho más que un par de horas o por una noche de fin de semana, siempre y cuando no esté por ahí molestando la descendencia del "otro". Los varones en esas circunstancias, volvemos a ser casi como solteros. La vida nos sonríe y las posibilidades de crecimiento se multiplican, sobra el tiempo para el esparcimiento y para los placeres, y no siempre (aunque la Justicia está cambiando para bien) cumplimos en tiempo y forma ni siquiera con las obligaciones económicas de manutención de la sangre de nuestra sangre.
He visto (de cerca y de lejos) a esas mujeres que luchan. Aun sin esperanzas, siguen adelante con el trabajo que sea que consigan porque saben que sus hijos/as deben igual comer todos los días. Aguantan los destratos y maltratos (generalmente sin real conocimiento de la verdad) que les brinda su descendencia, y siguen. No creo, como varón, tener la capacidad de aguantar lo que ellas aguantan, por eso, es que lo planteo como un reconocimiento.
Esas mujeres, más allá del nivel educativo que posean, tienen una inteligencia superior al resto de nosotros. Porque la inteligencia no solo consiste (ni siquiera principalmente) en saberse la tabla del siete o en recitar el Teorema de Pitágoras, sino que está, en mi opinión, en la capacidad de adaptarse al entorno y sobrevivir en él: y eso es exactamente lo que ellas hacen.
Las mujeres que luchan, muchas veces tienen un final feliz, sería mentiroso decir que siempre, pero creo que la gran mayoría de las veces sí ocurre. El premio suele ser a mediano o largo plazo, pero ocurre. Ellas muchas veces vuelven a formar pareja, y el peso de la cotidianeidad disminuye. La descendencia crece, y capta la real utilidad de su madre, fundamental para que sigan con vida, y se lo reconocen; no digo que siempre, pero en general, se lo reconocen.
En definitiva, las mujeres que luchan lo hacen sin esperar premio, pero el reconocimiento llega, y su esfuerzo es cada vez más fundamental para criar a la generación que se viene, personas nacidas de mujeres que luchan, y que si han aprendido la lección, van a hacer de éste un mundo mejor. Y todo gracias a su madre, mujer que lucha, que dulcemente les parió.