Militante

Un homenaje a Sergio Silnik, de la UTN Regional Mendoza, con la firma de Pablo Gómez.

Pablo Gómez

En esta época del año en la que las personas que militamos en algún sector de la sociedad, (principalmente en los partidos políticos) sentimos la alegría revitalizante de la renovación de autoridades, época en la que cada cuatro años recordamos una vez más a Raúl Alfonsín y su asunción a la presidencia en el día Internacional de los Derechos Humanos, me viene a la mente el recuerdo de un militante en particular.

Cada uno tiene en su mente recuerdos de personas que marcaron su vida, personas con las que quizá tuvieron una alta interacción, o quizá solo algunos pocos cruces intensos pero que, en definitiva, generaron con su accionar cotidiano cambios permanentes en quien les recuerda.

He escrito en otras oportunidades sobre una de esas personas que alteraron mi vida para bien, el decano de la UTN Mendoza Ernesto Luis Bustelo, democrático y reformista natural, alguien que defendía los derechos quienes eran parte de la comunidad universitaria que dirigía, y que fue puesto en ese sitio por el ya nombrado Raúl Alfonsín, sitio desde el cual llevó a la UTN Mendoza nuevamente a la senda democrática, lugar del que nunca más deberá salir.

En esa Facultad fue en la que conocí a "el militante". Acá un paréntesis: estuve viendo si escribir la palabrita "militante" con mayúsculas o en negritas para resaltarla, pero la verdad es que el militante a quien refiero en este escrito no necesitaba que se resaltara su militancia. Simplemente fue una persona que sacó a la palabra en cuestión de su rol de adjetivo calificativo, para ponerla en un lugar supremo de sustantivo: él fue el militante, al menos para mí, y en su nombre quiero homenajear a todas y todos los militantes que son, para cada uno de quienes lean este escrito, el militante sustantivo.

Militante

Sergio Isaac Silnik se llamó y se llama en nuestro recuerdo, el militante. Esas cosas del ciclo de la humanidad nos lo birlaron físicamente, pero el militante está en cada actitud de quienes lo vivimos. Sergio fue, principalmente durante la década del '80, un estudiante de Ingeniería Electrónica de la UTN Mendoza que militó en la agrupación reformista Franja Morada. Él fue uno de los que acompañaron al Decano Ernesto Bustelo en esos primeros años de Democracia, devolviendo el aire y la vida a la Educación Pública. El militante, como tantos otros estudiantes de la que fuera creada por Perón como "Universidad Obrera", estudiaba y trabajaba.

Fue Consejero representando a las y los estudiantes de la UTN, y su rol fue fundamental en las reuniones de Consejo en las que se separó de su puesto de docentes a algunos personajes que habían tenido participación en la por entonces reciente dictadura militar, purificando las aulas en las que ya se formaba una nueva generación de ingenieros. Cuando fue Consejero Superior, y debido a la distribución geográfica de la UTN en treinta ciudades del país, cada vez que viajaba a una reunión a Buenos Aires la Universidad le entregaba (como al resto de los consejeros) un monto para sus gastos. Pero el militante solo utilizaba una pequeña parte de ese dinero para su supervivencia en los días que se desarrollaban las reuniones de Consejo Superior, y con el resto compraba libros que traía a la Facultad para que los que veníamos detrás nos formáramos: el militante actuaba con sus palabras y sus escritos, pero más que nada, con sus hechos.

Para mí fue, a principios de los `90, como el Google que aún no existía: sabía todo lo que había que saber, como por ejemplo la legislación vigente, y en donde encontrarla (si es que no tenía su propia copia) simplificando los humildes primeros pasos militantes de quienes estábamos a su alrededor, quienes cada vez que planteábamos un problema que debía ser resuelto, teníamos a nuestro servicio el marco normativo y la historia reciente para apoyarnos y avanzar. Sergio Isaac Silnik, el militante, se recibió de Ingeniero en Electrónica, y comenzó a trabajar en una empresa del rubro.

Recuerdo con emoción su casamiento. Judío de raza, aunque no del todo cercano a su religión, era sí un enamorado de la cultura de su Pueblo, o al menos así lo recuerdo, y me disculpo si mi mala memoria distorsiona la realidad. Recuerdo un baile tradicional en la fiesta de su matrimonio con Mariana, su esposa y compañera, madre de su hija y de su hijo. Recuerdo haberle pedido permiso para participar de ese baile grupal, atendiendo a que no soy judío y pretendiendo no ofender a las personas presentes. Me invitó con alegría a sumarme, y en cada cambio de pase del baile me fue contando, como siempre y en cada paso de mi formación militante, qué seguía y qué significaba esa etapa de la danza. No deben hacer sido más que un par de minutos, pero fue uno de los momentos en los que más cerca me sentí de el militante, en ese caso en su rol de militante cultural rescatando ritos milenarios de su Pueblo.

El militante se distanció en este siglo XXI de su partido de origen porque consideró (quizá, no lo hablé nunca con él) que la militancia popular que siempre representó avanzaba por otros carriles. Pero siguió militando fiel a sus principios en aquellas asambleas barriales que se gestaron en distintos puntos del país, y aunque nunca lo vi en ese rol, lo imagino, invirtiendo su tiempo en ayudar a las personas de su entorno a organizarse y solucionar la cotidianeidad, y también lo profundo y permanente.

Sergio y Mariana vivieron en Buenos Aires y tuvieron una hija y un hijo que, aunque no he visto desde la última vez que fui a su casa en la gran ciudad, son el motivo que me llevó a escribir este texto. No escribo acá sus nombres porque me resulta irrespetuoso a su privacidad, ya que no se los he consultado (aunque tampoco lo consulté con Mariana, y arriesgo al nombrarla). Estuve el otro día en su casa, la de Mariana y su descendencia, ahora aquí en Mendoza, en un encuentro de la autodenominada "Franja Vintage", que no somos otra cosa que un grupo de personas recordando con nostalgia y memoria selectiva solo algunos pocos hechos de aquel cada vez más lejano siglo XX. Pensé un par de veces en pedirle a Mariana que llamara a su hija y a su hijo, para que la Franja Vintage les contara sobre lo maravilloso y fundamental que fue para nosotros el militante. Pero de solo pensarlo se me llenaban los ojos de lágrimas (como ahora) y abandoné la idea.

Supongo que su hija e hijo recordarán a su padre mucho mejor que yo, pero el objetivo de este escrito es mostrarles que, más allá de lo fundamental que seguramente fue para su familia, fue indispensable, único e irrepetible en la formación de un montón de personas, siempre desde la solidaridad y el compromiso militante, siempre sintiendo como propia cualquier injusticia cometida contra cualquiera.

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