La utopía Milei

Prometer cambios de 180 grados sin votos mayoritarios es tan solo una ilusión. El economista Sebastián Laza analiza el fenómeno de Milei.

Sebastián Laza

Es el personaje político de moda, sin ninguna duda. Irreverente, gran crítico del estatismo y corporativismo asfixiante de este país, Javier Milei aprovecha una coyuntura pésima, en fase terminal, del kirchnerismo, y crece y crece en las encuestas, prometiendo reformas al estilo Menem de los '90, pero mucho más a fondo, un liberalismo jamás visto en nuestro país, al menos durante el siglo XX y lo que va del XXI.

En ese contexto, Milei habla de dolarizar, eliminar el BCRA, achicar el gasto público en niveles ostensibles, bajar de forma sensible impuestos a las empresas, abrir fuertemente la economía a la competencia externa, en fin... una batería de medidas que implicarían un giro copernicano en la historia económica argentina. Una revolución.

No cuestiono los cambios que propone, si bien me parecen un poco extremos. Creo que el país necesita avanzar hacia políticas más pro-mercado, con legislaciones monetarias, fiscales, laborales, etc., que generen credibilidad a largo plazo, que sean modernas, y que atraigan capitales foráneos para inversiones reales, para así recuperar puestos de trabajo y décadas de crecimiento perdido.  

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Lo que sí cuestiono es proponer semejantes cambios sin tener posibilidades concretas de controlar el Congreso. Gobernar por decreto no se puede en democracia. Milei, en caso de ganar, necesitaría de los votos legislativos de Juntos por el Cambio para sus reformas. Entonces... para qué votar a Milei, si el pulso de las reformas va a ir al ritmo de Juntos por el Cambio.

Este país tiene un tercio peronista y un tercio UCR-PRO. A Milei le queda el tercer tercio, como máximo, y con eso no se maneja el Congreso, que encima se renueva solo por mitades, lo que imposibilita reformas a su antojo. Va a tener que ser a antojo de terceros partidos, y allí la parafernalia de Milei se transforma en utopía, algo deseable, pero imposible en los términos que él lo plantea. Él no va a tener el poder de manejar el ritmo del cambio.  

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En síntesis, cada uno es dueño de votar a quien le plazca, pero en mi caso, después de 25 años analizando y viviendo la economía de este país, aconsejo no inclinarse por propuestas inaplicables. Entiendo el voto-bronca, el voto hastío del sistema, el voto millennial, pero prefiero mil veces votar cambios posibles, con mano firme y rumbos políticamente sostenibles, que votar utopías de economistas-políticos de moda, sin los votos necesarios.

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