Menem, el primer Milei
Carlos Menem, en su metamorfosis de 1988, dejó su pasado político y se embanderó con la contradictoria misión de liderar la anarquía. No debía ganar. El peronismo ya había decidido que Cafiero, el padre y abuelo de todos los que hoy tienen cargos, debería llegar a la Casa Rosada. Pero llegó y gobernó. ¿Podrá ser Milei el Menem del futuro?
El precandidato a presidente, con su melena abundante y despeinada, desprolijo si se quiere, generaba la repulsión de amplios sectores mientras que en silencio contagiaba su entusiasmo a masas hasta entonces silenciosas.
Su irrupción fue sorpresiva.
Todo indicaba que otro histórico defensor de sus mismas ideas era el candidato a presidente "puesto". El poder estaba con su adversario interno, que sonreía ante la sola mención de las posibilidades del peludo contrincante, dueño de palabras exageradas y promesas incumplibles, capaz de reunir multitudes a su paso que no se quedaban quietas: lo seguirían ante su convocatoria a hacerlo.
En el poder gobernante la confianza en que el melenudo trastabillaría estaba centrada en que la democracia había construido un modelo de presidente del que eran dueños. Estaban convencidos que, en un mano a mano con Antonio Cafiero, el cordobés Eduardo Angeloz ganaría moderadamente, porque el bonaerense era una réplica peronista de Raúl Alfonsín y el gobernador mediterráneo representaba la sucesión lógica: de la socialdemocracia que juzgó a los militares, al radicalismo liberal que reconduciría la economía tras la hiperinflación.
Pero el 9 de julio de 1988 el patilludo que recorría a caballo el conurbano bonaerense cuando todavía nadie le llamaba AMBA, ganó las internas del Partido Justicialista pidiéndole a la gente fe más que razón: "Síganme", exigía. Y lo siguieron. La gente no quería más de lo mismo, sino otra cosa. Y en esta categorización entraba en primer lugar la opción "lo que sea", y Carlos Menem representó esa esperanza.
Subió a su caravana conquistadora a todas las expresiones marginales de la política, de adentro y hasta de afuera del país. Todo aquel sector que tenía un sueño irrealizado por la recientemente recuperada democracia y aun antes de recuperarla, se creyó contenido. Las consignas fueron sencillas y no requerían explicación, por más que el radical Angeloz le requería que diera el "cómo" a la ciudadanía: "salariazo", "revolución productiva" eructaba sin más, desde sus entrañas ultrapopulares, aquel hombre que resumía a todos los caudillismos en uno; que sintetizaba a sectores en contradicción hasta entonces y que no necesitó anticipar una sola hoja de su plan real de acción para triunfar.
El peronismo, su fuerza, que se decía "renovada" por un amplio sector que vestía trajes y se codeaba con importantes empresarios, tras sus luchas intestinas que motorizaron el golpe de 1976 en el que tuvo acomodados y víctimas, y cuyos ejecutores les había prometido el perdón en la campaña de 1983 con Ítalo Argentino Luder como candidato, además de borrarse de la Comisión Nacional sobe la Desaparición de Personas (Conadep), produjo un viaje en el tiempo que lo llevó a instancias previas al siglo XIX en que había nacido de la mano del militar Juan Perón. Se volvió un polvoriento malón que tomaba por asalto el poder formal para reclamarlo como propietarios originarios desde una legitimidad autopercibida y construida con un discurso entrador y movilizador.
Menem fue el primer Milei.
No por las ideas con las que finalmente gobernaría, una vez que se afeitó, se peinó, se vistió de traje, se hizo picar por abejas y se alineó ciegamente con Estados Unidos, aun enviando tropas a la guerra por el petróleo del momento, rompiendo la histórica posición neutral y dando un giro de 180 grados al personaje que había ganado las elecciones generales en 1989.
Fue el primer Milei porque:
- Logró interpretar a los sectores disconformes no con la democracia, sino con su administración política, con el modelo aplicado para ejercerla, ya que nadie la negaba.
- Visibilizó las múltiples demandas de los que fueron "víctimas de todos" durante décadas, en dictadura o con el retorno del sistema político.
- Movilizó a una concatenación de pequeños grupos que terminaron por conformar una gran masa opinante desde su ningunero histórico (y, sobre todo, votante) que vieron en él lo que querían ver y no lo que era realmente. La capacidad de interpretar la bronca y canalizarla lo referenció como líder único de la disconformidad social.
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Este Menem/Milei dejó atrás al Menem/Político, algo que el actual dirigente anarco capitalista no posee como pasado. Menem, gobernador riojano pre y pos dictadura, fue a la cárcel con los militares y se puede admitir que integró, durante décadas, "la casta" del peronismo. De hecho, fue el gobernador más cercano a Alfonsín, a quien parasitó gracias a su capacidad de seducción política para obtener beneficios que otros no consiguieron.
Para ser Milei, se sometió a una metamorfosis. Del capullo que tejió dentro y fuera del Justicialismo, usando los hilos que históricamente le han permitido a esa fuerza cambiar de rostro al ritmo de la conveniencia, emergió el Menem capaz de representar la anarquía y, a la vez (y contradictoriamente) controlarla.
¿Qué pasó con la persona que generó que muchos dijeran que si ganaba, "me voy del país? Ganó, armó equipo, nombro en él a muchos de sus adversarios internos, los fundadores de la "renovación peronista" que él mismo había retrasado. Se subió de nuevo a la máquina del tiempo y pasó de liderar aquel malón a volar por la estratósfera. Colocó al peronismo y a la Argentina como la parte más occidental de Occidente, corriendo por derecha hasta a los republicanos estadounidenses.
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Esto último es lo que hoy permite que muchos sectores que desprecian a Milei, pero no descartan su triunfo, piensen que, de representar el "rinoceronte gris" más que un "cisne negro" (como lo definió para Memo el analista Ezequiel Parolari), podría gobernar encargándose del "cotillón" contenedor y nombrando un gabinete "serio".
Pero nadie hoy tiene la posibilidad de viajar en el tiempo, como sí lo consiguiera el riojano. Y solo podemos hacer pronósticos, con el riesgo de que nos pase lo mismo que al protagonista de "Granizo", esa película/paradoja a la que nadie defiende en público pero que todos han visto.