La linealidad de los Milei y de los Massa
Gustavo Gutiérrez y Ariel Seca analizan los perfiles de Sergio Massa y Javier Milei, a las puertas de la votación que consagrará a uno de los dos como nuevo presidente de la República.
Existe en nuestro país, una clara dificultad para dar cuenta de la orientación política y cultural de la rebeldía frente al hartazgo acumulado. Javier Milei ha captado la indignación con propuestas algunas atendibles y otras reduccionistas y lineales. Construye identidad pateando el tablero contra algunas élites (no todas, sospechosamente), contra el establishment político y en general contra el sistema político (dejando de lado, también sospechosamente otros sistemas para analizar).
Lo hizo a la par de una oposición (JxC) a la que a todas luces le cuesta horrores salir de lo políticamente correcto, evitando hablar verdades sin pelos en la lengua, pero que, sin perjuicio de ello, ha tenido un rol parlamentario adecuado, con algunos notables aciertos.
Milei triunfa en el terreno del inmenso analfabetismo ilustrado que busca expresar su indignación y a la par, encontrar una tabla política de salvación mágica.
Los procesos de indignación que producen a 'los Milei' no existen sólo en nuestro país, basta recordar otras experiencias, como la del Brexit, o el surgimiento de VOX en España o del bloque de 90 diputados agrupados en "Alternativa para Alemania" en el parlamento de dicho país.
El estilo del personaje y el drástico reduccionismo que plantea Milei en casi todos los temas, hace que sea difícil encasillarlo como un producto de la extrema derecha clásica, ni tampoco encaja de todo en una derecha alternativa ni aun en los populismos de derecha que vemos en el primer mundo. Ha buscado con notable éxito el capitalizar el descontento y movilizar la rebeldía, esa que antaño solía ser exclusividad de las izquierdas.
Su liberalismo es muy particular, por decir algo. En primer lugar, llama la atención que próceres liberales como John Stuart Mill, John Locke, John Rawls, o hasta un Robert Noczick, desaparecen por arte de magia en sus proclamas. Ni hablar de Karl Popper o Bertrand Russel. Pareciera que por momentos todo se reduce a idolatrar a Munny N. Rothbard ("Hacia una nueva libertad. Manifiesto Libertario"). Lo más sistemático de pensamiento de Milei no es su liberalismo, sino su reduccionismo económico.
Dime cuál es tu concepción del mundo y te diré quién eres
El mundo de Milei nos remonta a la descripción del universo dada por el genio de su época: Isaac Newton. Es la visión de un Dios relojero que fundara la corriente mecanicista en el futuro de la disciplina de la economía. Un mundo que, por cierto, nos dejó de positivo el triunfo de la razón por sobre los dogmas y las supersticiones típicas de la oscurísima Edad Media. De ese nuevo mundo mecanicista se funda la razón para el diseño de la división de poderes que Milei intenta desconocer en muchas de sus definiciones.
Esa edad mecanicista también fundó la fe en el progreso y la fe en el círculo vicioso entre comercio y libertad como así también un liberalismo desde el alma a la manera de un tal Voltaire.
En ese esquema de pensamiento, los hombres deben estar sometidos solamente a las leyes naturales y a ellas deben adaptarse las instituciones humanas. Es física pura, donde todo está autorregulado por el egoísmo humano así sea desde la vía de Quesnay, Adam Smith o Condillac. Así se prefigura una sociedad donde los individuos pasan a ser meros engranajes con un único y solo motor: la competencia y la división internacional del trabajo.
Su mundo es estático y parece ingenuamente regido por relaciones lineales que conducen mecánicamente a un equilibrio general, que se ordena virtuosamente sin más que el motor del egoísmo individualista. No hay complejidad ni dinamismo, tampoco cultura o instituciones, mucho menos contradicciones ni tensiones, más allá de la populista apelación a la diferencia fundamental entre los buenos y los malos (la casta).
Ignora los aportes de los List, Webblen, e incluso de la dialéctica marxista que proclama que la esencia del hombre es el conjunto de sus relaciones sociales. Ignora los educados y refinados contraargumentos entre Keynes y el ultraliberal Hayeck (debería leer la carta que dirige Hayek a la viuda de Keynes días después del fallecimiento de este último). El hombre que transformó al sistema capitalista para salvarlo es descartado sin mayores comentarios. Ya hace mucho que no lo menciona.
En su mundo, los espacios intermedios no existen. No existe el color gris. Tampoco existe la Historia, con su ruido y su furia. Ahora de cara al balotaje, se le aparecen matices frente a su realidad.
Las utopías del señor Milei son una caricatura de las enunciadas por los Kafka, Huxley y Orwell, al menos estas, estaban fundadas en imperativos éticos y en una primacía de valores con base en la razón humanista.
La libertad es una sola e incumbe solamente a la esfera económica y sanseacabó. Por eso es imposible que pueda entender a los John Rawls (uno de los tres más grandes filósofos del siglo 20), Amartya Sen o Michel Walzer. Por eso a modo de ejemplo niega el peligro ecológico.
Su ciencia económica no admite destrucción creadora para la misma ciencia
Para el, las nuevas y modernas ciencias de la complejidad no existen. Por eso, no puede admitir que de la destrucción creadora emerja la Biosocioeconomía. De la misma manera, no admite en su discurso la integración entre distintos niveles sistémicos (por ejemplo, la articulación del sistema económico, con el sistema sociocultural y el propio sistema económico). Solo existe un nivel sistémico: el económico, ergo, no debe existir la interdisciplinariedad. Todo es puro determinismo del siglo 19 en contraposición a la idea de complejidades crecientes en donde los comportamientos individuales son sometidos simultáneamente a las exigencias del conjunto.
Complejización, pluralidad de niveles de organización, lógicas específicas de cada sistema, función coordinadora entre distintos niveles, emergencias creativas...todo ello está muy alejado al orden del siglo 18 donde el hombre es solo un engranaje. Hoy existe otro orden. Es complejo. Es creciente. No es casual que a cualquier funcionario le cueste horrores el cabalgar sobre ello y dar con los elementos claves de los sistemas que supuestamente monitorean.
El liberalismo no puede fundarse en una visión mecánica del mundo
La sociedad y el individuo no son máquinas y el mecanismo de los precios no ha de ser el único mecanismo existente en el planeta tierra. Hoy día, la economía global es de una complejidad inmensurable donde todo se halla inmerso en interacción de ritmos diferentes, cada uno con su propia estructura temporal. Hasta las expectativas son efímeras.
La ciencia económica ha pasado de elaborar modelos lineales a modelos no lineales y caóticos. La teoría del caos nos demuestra que la escuela de anticipaciones racionales no posee precisiones que rigurosamente exige la ciencia. La teoría de las catástrofes nos muestra que dinámicas de influencias opuestas hacen que el estado deba de intervenir en forma moderada.
Tampoco advierte Milei que no toda la Microeconomía está fatalmente condenada al reduccionismo microeconómico. Herbert Simon, Vernon Smith, Daniel Kahnemann, George Akerloff, Thomas Schelling, las neurociencias, las espectaculares asimetrías de la información en los mercados así lo demuestran implacablemente.
No todos podemos ser Kasparov frente a un tablero de ajedrez (que es lo que proponen los teóricos de las expectativas racionales). Los estudios de la psicología experimental nos muestran las tremendas fallas de la racionalidad procedimental sobre todo en tiempos de máxima incertidumbre. Cuántas veces hemos visto que una señal de gobierno puede producir efectos contrarios a los deseados....
La ciencia económica es hoy interdisciplinaria. De las matemáticas ha pasado al enfoque biosocioeconómico, como resultado de la destrucción creadora de la misma ciencia.
Aristóteles tenía razón, el hombre no es un ser económico sino un ser social. No se trata hoy de volver a los conceptos de Pigou, Tinbergen, Polanyi que nos hablan de un "Estado Providencia", ni tampoco al institucionalismo de Ronald Coase, Douglass North u Oliver Williams, ni tampoco en las Escuelas de Regulación, ni siquiera la Economía Evolucionista a la austriaca de Richard Nelson y Sídney Winter, ni tampoco volver a Friedmann y Laffer ("demasiado impuesto mata al impuesto") todos ellos con sus verdades cuestas, pero si ver, cómo han coevolucionado las teorías en la ciencia económica con el influjo de otras disciplinas. La economía también es una ciencia de la evolución, ya lo anticipaba Webblen en 1898 y ya en este siglo 21, se está fundando una nueva biosocioeconomía (Mario Bunge dixit) habiendo sido el economista Georgescu-Roegen su punta de lanza.
En la interacción de tres subsistemas: el sociocultural, el político administrativo y el económico veremos influencias reciprocas limitantes entre sí. No se trata de decir a lo Milei... acá no hay más subsistemas que uno solo: el económico. Los otros subsistemas también cuentan y hacen su juego.
Rechazamos entonces tanto el reduccionismo holístico como el reduccionismo individualista. Ambos terminan conduciendo a una lógica de todo o nada. No existe el determinismo reversible tal como la ciencia abonaba en el siglo 19 (esto hasta Hayek aprobaría) ni tampoco se puede rechazar la macroeconomía sin más, ni tampoco reducir la sociedad a lo puramente económico por cuanto la interdependencia o la cohesión de los elementos que componen una sociedad no es enteramente económica. Las reglas de la sociedad, han de tener un positivo elemento ético, por lo tanto, no es posible que los únicos valores positivos sean los correspondientes a un orden mercantil. El reducir la lógica del sistema social a la lógica del subsistema económico da lugar a que entre los órdenes igualitarios y libertarios no haya lugar para la noción de justicia que pretende superarlos (ver John Rawls). No se puede tratar a todos los individuos de una sociedad de manera desigual, sino no existirían las correctas políticas sociales. No todo tipo de intervención estatal es injusto, ni tampoco puede justificarse la plena desigualdad de oportunidades sin más, ni toda política social nos lleva al totalitarismo.
Sin embargo, hay que celebrar a los Milei que nos señalan que los umbrales de lo razonable en economía han sido destruidos por completo en nuestro país (diciéndolo sin pelos en la lengua) y que urge debatir como comenzar casi de nuevo a diseñar instituciones que se funden en el sentido común. Ha hecho mucho por llevar la economía al nivel de debate entre ciudadanos comunes y eso hay que celebrarlo. Abundan en sus discursos grandes verdades a la luz de la experiencia histórica y económica de nuestro país.
También vemos que en estos últimos tiempos se ha topado con una realidad que lo lleva a revisar posiciones extremas y ello lo celebramos.
Lo que hemos discutido en esta nota es que no puede afrontarse la realidad en nombre de un reduccionismo de niveles de siglo 19. No es posible que la respuesta a la creciente complejidad basada en una extrema interdependencia de todos los subsistemas que componen el sistema social sea la uniformidad y el reduccionismo economicista.
Dicho lo expuesto, basado en el debate actual sobre el estado de la ciencia económica adaptado al fenómeno electoral actual, pasaremos a las linealidades de Sergio Massa.
Vamos a ser breves. Su pensamiento lineal es nefasto, antirrepublicano, de notables connotaciones mafiosas, y de una ignorancia por demás supina en temas económicos.
Sergio Massa nos lleva a un capitalismo (¿?) de colusión oligopólica a la rusa con sostén chino. Nos permitimos dudar de decir capitalismo en esta oración.
Su pensamiento lineal tiene claras connotaciones de fascismo diluido, donde solapadamente no se admite división de poderes. Sus hechos, sus series tendenciales políticas, sus procesos sistémicos y su modelo mental claramente así lo demuestran. Su antifaz republicano ha sido claramente descifrado.
No podemos analizarlo desde la óptica de la ciencia económica tal como lo hemos hecho con Javier Milei. Su espantoso expertise económico esta brutalmente evidenciado.
De las dos linealidades, una puede ser modificada a la luz de la realidad y hasta puede ser exitosa en objetivos tales como derrotar la inflación, reducir el gasto público, y dar un realístico orden macroeconómico.
La otra linealidad... nos lleva al abismo.