La memoria colectiva ciudadana
El Prof. José Jorge Chade nos trae una lectura oportuna y de fondo.
La memoria colectiva es un conjunto de experiencias y recuerdos transmitidos, compartidos, celebrados y reconstruidos por una comunidad de personas.
En la memoria colectiva compartida por un grupo social surgen acontecimientos que han caracterizado su pasado, desde sus orígenes hasta el presente, y en los que se basa la identidad del grupo.
Pero ¿cómo se forma y cómo se desencadena?
Qué es la memoria colectiva: algunos ejemplos
¿Ha oído hablar alguna vez de comunidades americanas que sienten dolor y sufrimiento por sus descendientes esclavos de África? ¿O del sentimiento casi personal de vergüenza que sienten tantas generaciones de alemanes por las atrocidades del régimen nazi que cayó mucho antes de que ellos nacieran?
Cuando nos sentimos partícipes de este tipo de experiencias estamos ante un ejemplo de memoria colectiva.
¿Por qué se nos quedan grabados los eslóganes? Recordar ciertas canciones es una cuestión de memoria.
La memoria colectiva es, de hecho, un conjunto de recuerdos en los que una comunidad o un grupo basa su historia. Podemos considerarla como un verdadero patrimonio: al igual que los mitos del pasado, estos recuerdos se transmiten y forman la identidad en la que el grupo se reconoce y siente que tiene una base común. Los grupos de los que hablamos pueden ser familias, etnias, naciones y comunidades de diversos tipos.
Los acontecimientos históricos que las comunidades mnemónicas («los cristianos», «los italianos», «los sesenta y ocho», etc.) recuerdan colectivamente en la actualidad no suelen vivirse como momentos decisivos cuando se producen. Y sin embargo, en retrospectiva, se convierten en «episodios marcadores»: es decir, marcan un paso para esa comunidad y se reconocen colectivamente como etapas de una transformación significativa de la identidad del grupo.
Cómo se activa la memoria colectiva
Una memoria colectiva, para realizarse, necesita un relato, un lenguaje y una historia, sin los cuales los recuerdos desaparecerían; la implicación activa de las personas que componen el grupo; actos de celebración y «lugares de memoria» (fiestas del calendario, estatuas, nombres de calles y plazas, etc.).
No siempre una actividad espontánea
El concepto de memoria colectiva fue introducido por primera vez por el sociólogo Maurice Halbwachs, quien explica que la memoria colectiva no es simplemente la «suma de recuerdos individuales» y no puede considerarse una simple transmisión de hechos y recuerdos.
De generación en generación, los acontecimientos transmitidos conllevan un conjunto de representaciones del pasado, a menudo mitificadas. Los grupos no se limitan a «archivar» los acontecimientos, sino que construyen interpretaciones de sentido en torno a ellos.
No debemos considerar esta operación como algo que se estudia en un despacho, sino como una actividad que los grupos activan por el simple hecho de estar juntos y ser «animales sociales». La memoria colectiva, por tanto, refleja valores, esperanzas y visiones del mundo coherentes con el modo en que uno percibe su comunidad, en función del presente y de sus perspectivas de futuro.
Sin embargo, esto no siempre ocurre de forma espontánea: precisamente porque la memoria colectiva consolida y da consistencia a la identidad del grupo, puede mantenerse y orientarse hacia objetivos precisos. Es el caso de las situaciones conmemorativas y los rituales que se celebran en momentos concretos del año. Se organizan desfiles públicos, se crean sellos, se dan nombres a las calles. Si nos fijamos bien, el propio calendario encierra los principales relatos que las comunidades mnemónicas crean sobre su pasado.
Así, más que una banal re-presentación de acontecimientos pasados, la memoria colectiva regula lo que debe conservarse, cómo hacerlo y qué puede dejarse atrás, olvidarse.
¿Por qué necesitamos recordar colectivamente?
¿Cuáles son las razones por las que la memoria colectiva es funcional?
La necesidad de continuidad entre el pasado y el presente: sin el pasado no tendríamos identidad. A menudo las peores crisis se viven cuando sufrimos cambios importantes y/o dramáticos que nos separan de nuestro pasado (por ejemplo cuando emigramos o perdemos a un familiar). Por eso necesitamos aniversarios, días festivos. Necesitamos estar sincronizados con lo que era "entonces" y lo que experimentamos "ahora".
Legitimación del status quo: confiamos en los antepasados como fuentes de estatus y legitimidad, recordamos eventos "fundacionales" y figuras "heroicas" del pasado para que sirvan como base y legitimación de los poderes existentes en nuestro presente.
La necesidad de identidad y significado: cuando contamos y transmitimos un hecho vivido colectivamente, estamos construyendo el significado de lo vivido.
Propaganda: construir una identidad en torno a una historia tiene un valor tanto pedagógico como "movilizador". Los mitos fundacionales a menudo estimulan a las nuevas generaciones. En los casos más llamativos asistimos a una verdadera "explotación" de algunas características de los grupos (por ejemplo el origen étnico) con fines políticos y para atacar lugares y símbolos del "enemigo" (en nombre de identidades ficticias, por ejemplo la aria).
Construcción y refuerzo de vínculos sociales: para dar continuidad y cohesión a la vida colectiva. Ceremonias y rituales públicos ayudan a promover la participación ciudadana y fortalecer los vínculos sociales
Las memorias personales y colectivas se influyen mutuamente: por un lado interpretamos los acontecimientos influidos por los valores y creencias de la comunidad de la que formamos parte, por otro nosotros mismos contribuimos a su construcción, con nuestra experiencia directa.
Fuente consultada: https://www.geopop.it/