La sesión de la Cámara de Diputados de la Nación

"Vergüenza ajena. Esa que debiera ser de ustedes y no mía. Porque los que yo voté mantienen su hombría de bien", sostiene Leonor Sinay ene sta nota..

Leonor Sinay

Tengo muchos años. He escuchado y vivido muchas cosas en política. He oído juramentos de diversa índole: Por Dios la Patria y el Honor, por la Patria y el Honor, etc, etc, etc. He visto y oído como en muchos casos todos estos juramentos fueron dados por tierra. Todos dijeron: Si así no lo hiciere Dios y la Nación me lo demanden. 

Algunos cumplieron, muchos han sido perjuros. Sabían que nadie les demandaría nada. Como en el caso que hoy nos ocupa. Saben que nada pasará. ¿Dios? ¿La Nación? ¿La Patria? Nada importa. No existen para ellos. Y digo ellos porque estoy hablando en modo inclusivo ya que son hombres y mujeres genuflexos ante el poder cuasi omnímodo de una mujer que no se detiene ante nada, que va por todo. Que se atrevió a decir una vez: "Le tienen que temer a Dios y un poquito a mí"

¿Un poquito? Es increíble como se funden ante la dureza de su mirada, sus insultos y oferta de dinero o prebendas. Hombres y mujeres a los que no les importa vejar la Constitución Nacional que les debiera ser sagrada, porque sagrado es el poder que les dio el pueblo que los votó.

Quisiera saber qué sintieron cuando sabiendo que nos traicionaban, bajaron la cabeza ante el mandato y validaron la inclusión que hizo el Senado a último momento, diez minutos antes de votar la reforma del Poder Judicial. Validaron, sí, la posibilidad de nombrar cientos de jueces que harán posible la impunidad de los delincuentes que han vaciado las arcas del Estado, esas que contenían el dinero de todos los argentinos y que se hubieran podido traducir en aumento para jubilados, construcción de hospitales, mejores sueldos para médicos que están trabajando en el límite de sus fuerzas luchando contra esta pandemia que nos está matando.

Señores legisladores, les pregunto como simple ciudadana: ¿Pueden mirar a sus hijos a la cara sin sentir vergüenza? Tal vez no les importe porque ya, si ya, no la tienen, la destruyeron pisoteándola en la sesión del Congreso. Yo siento vergüenza. 

Vergüenza ajena. Esa que debiera ser de ustedes y no mía. Porque los que yo voté mantienen su hombría de bien. Esos que viajaron kilómetros para hacer una sesión presencial porque el decreto por el cual podían hacerlas en forma virtual había caducado y que se les decía, vergonzosamente, que no estaban presentes. 

Ellos mantuvieron el honor, como hombres y mujeres de bien. De ellos y por ellos me siento orgullosa. Es esa valiente oposición la que me representa.

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