La Franja Morada cumple 53 años

Un homenaje de Roberto Grillo Solanilla cargado de historia y también, de experiencias personales, ante el aniversario de la agrupación universitaria reformista Franja morada.

Roberto Grillo

En homenaje a Santiago Pampillón, primera víctima estudiantil, de la dictadura de Onganía, las agrupaciones de la Unión Nacional Reformista, adoptaron la denominación Franja Morada, allá por el año 1967. En realidad, recién en 1972 se convierte en el brazo universitario de la UCR.

Sin embargo, lo más trascendente es que su ideario se remonta a los agitados días de la Reforma Universitaria en 1918, cuando los estudiantes cordobeses hicieron flamear como bandera, las cortinas y las estolas "moradas", propias de los sacerdotes. Acción simbólica, que expresaba la expulsión de la aristocracia academicista y del discurso cerrado y elitista del clero que hasta entonces gobernaban anacrónicamente la Universidad.

Cada cual con su historia y en su territorio. En mi caso desde, 1975 a 1981 me cobijaron las aulas y los patios inolvidables, de aquel rincón de Santa Fe, ubicado en calle Cándido Pujato, conocido como "La Facultad de Derecho").

Quienes para aquel entonces, también éramos jóvenes, atravesamos, por muchas de las borrascas de un país, que no se privó de padecer, todos los rigores y adversidades institucionales. Ningún interés subalterno, ninguna promesa demagógica, ninguna especulación personal. El salto sin red, por el bien común y colectivo- era la característica de aquella etapa- donde el único objetivo totalizador, era recuperar la democracia.

La Franja se identificó desde su génesis, con dos tradiciones fundacionales: la UCR y la Reforma Universitaria, con el célebre Manifiesto Liminar de Deodoro Roca. Ambas tradiciones se parieron, a contrapelo de dictaduras militares, de populismos demagógicos y de los cantos de sirena, de una izquierda que -como los años lo demostraron- fueron para el país, una emboscada, más que una alternativa.

Ser radical en la universidad, fue siempre, una elección del corazón, pero inescindible de las ideas y la razón, frente a los discursos exaltaltados y las desmesuras ideológicas, de los años 60/70.

Para los intolerantes del discurso único y sus aliados snob de la lucha armada, el radicalismo se presentaba como un plato desabrido.

No era fácil la prédica, a favor de la democracia, la paz y las transformaciones graduales. No era fácil ser radical en un universo culturalmente violento.

Sin embargo, se pudo.

Talento y sensibilidad fueron la fórmula. Algunos provenían de familias radicales, otros, aprendimos a serlo.

Éramos críticos de Perón, pero no nos gustaba que nos dijeran gorilas.

No simpatizamos con el comunismo, pero era una falacia que nos acusaran de macartistas. Sin ser peronistas leímos a Arturo Jauretche a Puiggrós y Abelardo Ramos. Los libros eran nuestro refugio y jamás los consideramos antagónicos, a las alpargatas.

El espíritu de la reforma, sobrevivió gracias a las convicciones de líderes y grupos masivos de estudiantiles que encontraban en esos paradigmas, la satisfacción de sus expectativas, como estudiantes y futuros profesionales.

"Reforma y laicismo," o, "Un solo grito, gobierno tripartito", fueron las consignas de una épica laica, que apostaba a las reformas progresivas, en el campo del saber y en el campo de la sociedad.

Camino equitativo y racional, frente a la proletarización estudiantil, propuesta por la izquierda y su opción armada, alabadas por versiones socialcristianas, en algunas de las cuales abrevaron, luego, quienes se habrían de definir como Montoneros.

El reformismo, enseñó las virtudes de la democracia y el compromiso con las causas justas. Sin embargo, no exigió, desnaturalizar la esencia del ser estudiante, con su sueño profesional.

La derecha de la izquierda o la izquierda de la derecha.

Sin embargo en estos cincuenta y tres años, Franja Morada atravesó por todas las temporadas del infierno, en un país en permanente destemplanza.

En más de medio siglo, resulta notable que una agrupación estudiantil, haya sobrevivido a dictaduras militares y gobiernos peronistas.

Fue muy duro, resistir, a Onganía y Lanusse. A Perón y Videla. A Menem y Kirchner. Pero muy loable es para "La Franja", la tarea de fortalecer el ideario, en los propios gobiernos partidarios.

Una verdadera hazaña política para una práctica juvenil, donde la interpelación y el rechazo a los beneficios del poder es la esencia de la rebeldía generacional y por tanto, el oficialismo debe ser siempre, el lugar más incómodo.

No ser dóciles soldados de causas verticales, es el desafío.

No lo fueron, ni en los períodos de mayor identificación, con sus jefes políticos.

La cultura de la libertad individual, impide alinearse mansamente y sin juicio crítico, detrás de personalismos.

No es sano ocultar los acuerdos, pero jamás hay que disimular las disidencias. Protestar, levantar la voz, desobedecer, con la inusual virtud, de no sacar los pies del plato.

La permanencia política de Franja Morada, se legitimó siempre, a través de elecciones transparentes, en las que ninguna expresión política fue proscripta y todas ejercieron las libertades más amplias para participar. Un dato no menor, frente a la opacidad reinante.

En un país lastimado por la fragmentación social, la grieta política, el derrumbe de las ideologías, la gangrena de la corrupción y el vaciamiento de valores, que un proyecto solidario, con la mística de la Franja Morada, esté cumpliendo 53 años, resulta absolutamente conmovedor.

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