Desdichas argentinas, sueños desafortunados
Las inusitadas derivaciones de una marcha que tenía como objetivo defender a los jubilados y que terminó siendo utilizada políticamente por sectores violentos ya conocidos en la historia argentina. Un fuerte análisis con condimentos personales de Isabel Bohorquez.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Qué hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son. (Calderón de la Barca)[1]
El pasaje de la obra teatral La vida es sueño de Calderón de la Barca data del 1635, allí Segismundo pronuncia su monólogo sobre la condición de la existencia como una posible ilusión, una sombra, una ficción que pudiera ser también una engañosa trampa inentendible para quien se envuelve en su propio sueño y se encuentra poseído por el mismo. Texto del siglo XVII y sin embargo tan vigente...
El mundo parece girar entorno a ciertos enigmas que se repiten sin cesar.
Esta semana miraba las imágenes tan contrastantes de la lucha por la supervivencia, los gestos heroicos, las tragedias más desgarrantes como perder a sus hijitas arrebatadas por la inclemencia ciega del agua en Bahía Blanca y como una pesadilla paralela y miope, la incomprensible necedad de insultarse y agredirse en el recinto del congreso mientras en la calle los barrabravas y otros personajes eternos de la mala política rompían e incendiaban todo a su paso.
¿Hasta dónde puede llegar nuestra estupidez?
¿Qué sueño sueñan los que se insultan en el congreso en vez de trabajar en favor del pueblo argentino?
¿Quién está detrás de la violencia de la marcha de los barrabravas que usaron a los jubilados?
¿Qué sueño sueñan los que salen a incendiar y romper en nombre de los jubilados?
¿Qué sueño sueñan los que ignoran deliberadamente a los más indefensos, aunque después malversan en su nombre?
¿Qué sueño sueñan la izquierda y la derecha argentina donde siempre la clase media laburante y la clase baja laburante son las que pagan los mayores costos de sus ficciones? Fabricantes de miseria a troche y moche, aliados de unos pocos que nunca terminan de satisfacerse, exterminadores de ilusiones sencillas que anidan en los corazones de quienes se levantan a diario para ganarse el sustento, jamás han resultado en algo bueno, se parecen al punto de no distinguirse y no cejan en su intento de persuadirnos de que la culpa la tiene el enemigo que ellos se han construido por la razón que fuere. Un sueño inútil e inacabable del que ya deberíamos despertarnos todos.
Hay sueños miserables que no tenemos por qué transitar y que ya es tiempo de que se acaben.
Lo escuché a Firmenich hablar en nombre del pueblo argentino y no puedo olvidarme de que en mi familia se lo recordó siempre como un traidor. ¿Qué sueño sueña este hombre salido de las sombras de un pasado que el mismo deshonró? ¿Hasta cuándo en Argentina estos personajes nefastos van a tener voz y trasladarnos sus ficciones de un mundo que sólo es ideal en sus mentiras?
Creo que las marchas y las manifestaciones pacíficas son legítimas. Y no entiendo por qué la jueza liberó a todos los violentos que mancillaron la marcha porque esa gente no lucha por los jubilados. ¿Qué sueño sueña esa jueza que no pudo distinguir algo tan obvio?
A pesar de ello, y de la jueza, la causa por los jubilados es absolutamente genuina.
Y no es reciente. Ningún gobierno ha hecho lo suficiente para que los jubilados con la mínima tengan un ingreso por lo menos, digno. El propio organismo del ANSES se fue convirtiendo en una cueva de ladrones en más de un sentido. Pero mientras se ejecutan ajustes y reorganizaciones en nombre de la eficiencia y la transparencia, los jubilados sufren la ignominia de un ingreso miserable.
Recuerdo a mi padre, que fue un jubilado con la mínima y sufrió silenciosamente su condición a medida que no tuvo más fuerzas para seguir trabajando. ¡Y laburó hasta los 85 años! Los últimos años, ya viejito, trabajaba principalmente como cobrador de una compañía de seguros y de una mutual médica privada.
Patria injusta esta Argentina donde nació y creció. Tuvo que salir a trabajar muy joven porque mi abuela enviudó y hubo que arremangarse...toda su vida fue un trabajador incansable en un país donde se podía progresar siendo empleado de tienda o trabajador independiente, formó su familia, nos envió a buenos colegios a mi hermana y a mí, pudimos ir a la universidad y fuimos así primera generación universitaria. Todo lo hizo con su esfuerzo y tesón. Fuimos su orgullo, fuimos su sueño.
Mi padre fue un peronista desilusionado al final de su vida. Creyó en el sueño de la justicia social, en la fuerza de convicción de los ideales por el bienestar social y cuando llegó a viejito, todo en lo que había creído le resultó una mentira. Se encontró a solas con su miserable condición de olvidado por un sistema que le exigió y no le retribuyó cuando más lo necesitaba.
Fue de esos hombres mansos que pagó siempre sus impuestos, prolijo y detallista guardaba recibos de todo. Hasta hoy me sigo encontrado con papelitos de mi papá, testigos mudos de su prolijidad y amor por el cumplimiento de las leyes y las normas.
Por mi papá saldría a la calle una y mil veces.
Por mi papá protestaría en nombre de todos los que no son ni tienen por qué ser llamados viejos meados.
Mi viejo se merecía una vejez más holgada porque se rompió el alma trabajando desde los 14 años hasta los 85 años. ¡Esos son poco más de 70 años de laburante!
Su vejez lo encontró rodeado del amor de su familia. Sufría la incomodidad de que mi mamá, también jubilada docente, ganaba más que él. Y como generoso que fue siempre, llegó al final de su camino con poco, casi nada. No murió solo. Estuvimos a su lado y tuve la suerte de cuidarlo hasta que partió. Yo dormitaba sentada al lado de su cama en sus últimos días, soñando juntos el sueño de su partida.
Ya pronto se cumplen 10 años de su muerte. También cumpliría 100 años si viviera, así que hablamos de injusticias de largo aliento.
No hay revolucionario de cartón pintado ni político berreta, no hay Firmenich ni Máximo Kirchner ni Cristina con su jubilación obscena y la lista es demasiado larga, que sea digno de invocar a mi papá y a cuántos argentinos laburantes como él que llegaron a jubilarse con la mínima. Ellos, los jubilados, son en muchísimos casos, las personas que sostuvieron el país con su voluntad de trabajo.
Los jubilados que realmente se merecen su jubilación, son sagrados.
Se han ganado nuestro respeto y de ninguna manera la desdicha de llegar a viejos siendo argentinos... con la mínima.
Son biografías, son historias de vida, son caminos transitados, son sueños soñados a veces llegados de tan lejos...como mi abuelo español y mi abuela austrohúngara devenida en italiana por fuerza de la segunda gran guerra. Sueños distantes de gente que vino al país a vivir una vida mejor y lo logró: esa es la clase media argentina, flor y nata de generaciones de trabajo y de ilusiones.
¿Podremos soñar otro sueño más justo y verdadero que nos rescate de la ignominia de los miserables de hoy y devolvernos la ilusión de una patria honorable para nuestros mayores?
¿Podremos soñar un país distinto?
[1] Pedro Calderón de la Barca, obra de teatro La vida es sueño, Monólogo de Segismundo, 1635