Inmigración e identidad, en Mendoza y en todo el mundo

José Jorge Chade indaga sobre las migraciones y la integración.

José Jorge Chade
Presidente de la Fundación Bologna Mendoza

El fenómeno de la migración internacional constituye uno de los problemas actuales más acuciantes para todos los países de la Unión Europea en particular y del mundo en general. Por supuesto, como se mencionó, este no es un fenómeno nuevo.  


Las inmigraciones y la Vendimia mendocina

Siempre ha habido movimientos más o menos importantes de una región a otra. Hoy, sin embargo, asistimos al surgimiento de nuevos flujos, que involucran cada vez más como receptores a los mismos países que en un tiempo no muy lejano fueron países de emigración.

Para comprender el impacto que el fenómeno migratorio está teniendo y tendrá en el futuro en las sociedades europeas es necesario analizar y comprender su naturaleza, lo que equivale a conocer las culturas de los pueblos implicados y estudiar los factores que les empujan a marcharse. . Porque los fenómenos migratorios son muy diferentes entre sí de acuerdo a la proveniencia, el impulso a emigrar resulta ser una combinación compleja de motivos colectivos y capacidades y aspiraciones individuales, todos ellos muy cambiantes en el tiempo y el espacio . Esta es la razón principal por la que todavía no se ha identificado una "teoría general" de los fenómenos migratorios en el mundo, ni ha sido posible formalizar un modelo capaz de predecir, identificar o seguir los distintos flujos en sus direcciones, en su extensión, en su estructura.

Según el último Dossier de Cáritas/Migrantes(23), a finales de 2004 los ciudadanos extranjeros en los 25 Estados miembros de la Unión, excluidos los que ya habían adquirido la ciudadanía, ascendían a 26 millones y 61 mil de una población de 457 millones. habitantes y una incidencia algo superior al 5%, con picos del 9% en Alemania y Austria, el 8% en España, el 5% en Reino Unido y Francia y más del 4% en Italia (la cuota aumentó al 5,2% el año siguiente): "La Unión Europea se presenta así como una zona con una alta concentración de inmigrantes, cuya presencia constituye una necesidad demográfica, porque en el viejo continente, aunque se prevé una inmigración de 40 millones de personas, en 2050 la población total disminuirá en un 7 millones de unidades y la población en edad de trabajar en 52 millones de unidades". 

 La inédita sensación de vivir la vida sin sobresaltos

Según una estadística propuesta recientemente (25), entre los países más poblados de la Unión Europea y entre los mediterráneos, en el período comprendido entre 2005 y 2030 sólo el Reino Unido (+ 7,7%) y Francia (+ 6,4%) no verán su La población global disminuirá, mientras que los países de la vertiente mediterránea de la Unión, España (-3,0%), Grecia (-3,7%) y sobre todo Italia (-10,0%), sufrirán una disminución de sus respectivas poblaciones.

Incluso se espera que la población nacional más grande de la Unión, la alemana, se contraiga en el período considerado en alrededor de 1 millón de personas (lo que equivale, en términos porcentuales, a una reducción del 1,3%). En cuanto a la población en edad de trabajar (de 15 a 59 años), el descenso será común a todos los países considerados, por efecto de la baja fecundidad y el creciente envejecimiento de la población.

De 2005 a 2030, los mayores descensos de personas pertenecientes a grupos en edad de trabajar se registrarán, hasta 8 millones cada uno, en Italia y Alemania (equivalentes a -24,1% y -16,1% respectivamente). mal pagados o demasiado duros desde el punto de vista físico que los ciudadanos de la UE ya no querrán hacer porque su nivel de educación y bienestar será demasiado alto para estar en condiciones de aceptarlos(26) y para los cuales Los candidatos extranjeros de primera generación estarán más que dispuestos a postularse.

A pesar de las citadas previsiones estadísticas y de la larga experiencia histórica como gran plataforma de éxodo hasta la Segunda Guerra Mundial, la Unión Europea vive una actitud atormentada ante la inmigración.

Una normativa común sobre la inmigración lucha por ver la luz, mientras que el trabajo "en negro" sigue siendo en gran medida un regulador del mercado y la acción de los traficantes de seres humanos conduce con dramática repetición a la muerte de los inmigrantes.

Inmigración e identidad, en Mendoza y en todo el mundo

De hecho, cuando hablamos de migración no podemos limitarnos a considerar el componente regular. En este sentido, se ha estimado que, además de la población llegada regularmente, en la década 1990-2000 llegaron a Europa de forma irregular más de 180.000 personas, con un enorme aumento de las llegadas irregulares por vía marítima en la zona sur. Europea, hasta el punto de que la cuenca mediterránea ha sido identificada como la principal puerta clandestina al espacio comunitario.

Ahora, ¿qué pasa con la identidad de los inmigrantes?

¿Identidad reconstruida? ¿Identidad adaptada? ¿Identidad perdida?

La noción de identidad es de gran interés para los pedagogos, psicólogos y psicólogos sociales. Nadie ha definido la identidad satisfactoriamente, pero una cosa es segura: las preguntas sobre el "sentido de uno mismo" y "quién soy yo" surgen inevitablemente cuando una persona se enfrenta a un "otro".

La identidad es una cuestión ontológica que concierne a "quiénes somos" y no a "que cosa somos".

Una característica común a todas las culturas, pero parece particularmente acentuada en el mundo occidental, es la tendencia a considerar los propios valores como universales y absolutos. De esto surge una segunda característica común a todos los sistemas culturales: el egocentrismo, es decir, la tendencia a situarse en lo más alto de la escala de valores utilizada para juzgar otros sistemas culturales. Los inmigrantes sienten esto y experimentan una vida real propia fase depresiva en el impacto con el nuevo sistema cultural.

La emigración les hace sentir un fuerte sentimiento de insuficiencia: "Eres como un objeto, no puedes comunicarte con palabras ni con los sentimientos. Te sientes como un bloqueo, pero con el tiempo, con la buena voluntad para triunfar, todo se suaviza, se recupera la esperanza de que al principio parecía perdida y el deseo de aprender sobre la nueva cultura y el país que te acoge. Pero dentro de ti siempre sigues siendo un extraño. No te sientes completamente bienvenido. Hay como una barrera a pesar de los esfuerzos realizados ambos lados. Te sientes extranjero en tu país de origen y te sientes extraño en el país que te acoge".

En cambio, siento que es importante buscar siempre los valores culturales, aspectos positivos de la persona que tengo delante y ofrecer una escucha activa, con empatía. Identificar las heridas causadas por factores históricos, raciales, sociales... y también cualquier experiencia personal negativa, para poder sanarla y establecer relaciones positivas. Identificar mis prejuicios culturales y mi sentido de superioridad o inferioridad, para no dejarse influenciar por ella. Participar en un diálogo que nos ayuda a conocernos mejor, a comprendernos y a aceptarnos nuestras culturas mutuamente.

Soy un convencido de que nuestra identidad está determinada en parte por el reconocimiento o el no reconocimiento. Una identidad requiere reconocimiento por parte de los demás, el descubrimiento de mi identidad no significa que la elaboro en aislamiento, pero que la negocie a través del diálogo, en parte abierto, en parte interiorizada. Mi identidad depende de mis relaciones dialógicas con los demás.

Fui inmigrante por muchos años y si bien me mimeticé con la gente y con el país donde vivía, para el país que me recibía nunca dejé de ser extranjero, aun teniendo la propia nacionalidad de ellos.

Conocí muchos inmigrantes y cada uno a su manera poseía mediadores para el reconocimiento de la propia identidad, entrando a mi casa, por ejemplo, sobre un mueble encontrabas un elegante mate y una azucarera. En las fiestas patrias en el balcón junto a la bandera nacional del país la acompañaba aquella Argentina y así sucesivamente y esto que les cuento nos sucedía a todos los inmigrantes de cualquier país. La invitación a almorzar o a cenar para que conociéramos sus comidas típicas, los encuentros, las uniones en grupos étnicos, las Asociaciones.

El desapego de lo "materno" representado por la familia y la patria, vivida con gran amargura, muchas veces lamentada, constituye una una herida que nunca ha cicatrizado del todo, que reaparece en situaciones de separación, como el crecimiento y la independencia progresiva.

El riesgo es aquél de quién cree que para pertenecer a un país nuevo tenemos que modificar nuestra identidad.

Cada uno de nosotros guarda en lo más profundo de su ser un núcleo aterciopelado que nos permite reconocernos y ser reconocidos. Ese núcleo que sentimos vibrar cuando conocemos a uno de nuestros compañeros del bachillerato, y aunque hayan pasado muchos años, nos dice: "¡pero realmente eres tú! Te reconocí de inmediato". Este es un aspecto de nuestra identidad que nos hace sentir seguros, porque lo que permanece estable y sin cambios en el tiempo nos da seguridad. Quizás esto sea un poco como el miedo al cambio, el miedo a perder nuestra identidad, a no reconocernos más a nosotros mismos. Pero cambiar no significa perder identidad, al contrario. La identidad personal es el resultado de un proceso cognitivo continuo, resultado de la interacción dinámica entre el individuo y el entorno que lo rodea.

Inmigración e identidad, en Mendoza y en todo el mundo

A veces sentimos decir "el mundo es mi casa "o mi país es el mundo", no se si es tan verdadero o lo decimos para autoconvencernos, les dejo esto a vuestra consideración.

La verdadera realidad según mi punto es que tener una experiencia temporaria como emigrante, sobre todo los jóvenes, les ayuda a reforzar la propia identidad y a ser reflexivos. Estas decisiones son difíciles, implican fatiga, hay que estar atentos que esta fatiga no se transforme en sufrimiento. Todos o casi todos tenemos familiares y/o conocidos que fueron inmigrantes y que llegaron a nuestro país y entre ellos hay miles de historias, algunas tranquilas, otras muy difíciles.

Podría seguir relatando anécdotas y vivencias por mucho tiempo después de haber vivido 30 años como inmigrante. Sólo quiero hacer una reflexión sobre todo para quienes piensan que emigrar a países donde nos dicen "que encontraremos la Cibeles", no es tan simple y no todos estamos preparados para encontrar esa Diosa, que no siempre nos estará esperando como la esperanza y los deseos de cuando se es joven se piensa, pero repito cuando no se trata de algo absolutamente necesario , lo esencial seria vivir un tiempo como inmigrantes en otros países como experiencia de vida. Y a los "grandes" del mundo pensar y actuar en modo coherente para que nadie tenga que abandonar su país buscando bienestar económico y abandonando el bienestar emocional. Queramos o no, todos tenemos una Patria Pachamama que siempre nos reconocerá como hijos.

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