Metáforas de una ideología triste
Isabel Bohorquez, doctora en Educación, aporta un análisis fuertemente documentado en grandes citas metafóricas. Son 5, "pero podrían ser más" dice en un artículo para degustar en domingo, de principio a fin.
Comenzaré este texto con un extenso pasaje de Arias[1], debido a que su enunciado es tan precioso que merece la pena traerlo aquí:
"El hombre de hoy empieza a cansarse de tantas cosas inútiles y siente cada vez más la necesidad urgente de palabras verdaderas, de cosas genuinas y simples.
Pero ¿cómo desembarazarse de las primeras y dónde encontrar las segundas?
Empieza a sentirse hastiado de las máquinas, y de los partidos políticos, y de la cultura que ha tenido que tragar. Pero no sabe cómo prescindir de todo ello.
Tenemos hambre de pan que sea pan, de un poco de aire y de unos cuantos hombres limpios, inocentes, o al menos justos. Pero nos cuesta trabajo encontrarlos.
Estamos demasiado acostumbrados a buscar las esperanzas y los dioses fuera de nosotros, a poner en manos de mercenarios la gestión de nuestra paz y nuestras luchas, a aceptar, en nombre de valores construidos por unos pocos, demasiadas cadenas, demasiadas ilusiones, demasiados temores, demasiados atentados contra nuestra conciencia.
Y de este modo ha recibido un tremendo castigo, quedando a veces extenuada, la última dimensión de nuestra vida, lo mejor de nosotros mismos, lo que nos puede permitir saborear la vida y habitar con serenidad en nuestra tierra.
Ha quedado mortificada nuestra creatividad personal y la libertad de nuestra conciencia. Y nos hemos visto víctimas de una enorme manipulación interior y exterior.
Nos hemos visto una vez más desnudos en el nuevo paraíso construido, no en nombre de la creatividad, sino del provecho. Y de nuevo nos hemos avergonzado y hemos perdido el coraje de mirarnos a los ojos sin perder el pudor.
Nos sentimos infieles a nosotros mismos y nos arrepentimos del enorme tinglado de plástico que hemos construido. Y nos llenamos de rabia al vernos productos de los demás y no hijos de la libertad.
Le hemos dado precio a todo y sentimos incluso la tentación de presentarnos en el gran mercado de la mentira para subastar hasta nuestra última dimensión: la esperanza de comenzar de nuevo, de rebautizar las palabras últimas de la existencia, de hablar un lenguaje nuevo, hecho no de gestos mercantilizados sino de gestos de vida, donde el amor no pueda confundirse con la opresión, ni la paz con el inmovilismo, ni el trabajo con la esclavitud, ni la democracia con un partido, ni el cristianismo con una religión, ni el hombre con la ganancia, ni Dios con los ídolos."
Son palabras que ya tienen varias décadas y que expresan con precisión y arrebatadora vigencia, nuestro ánimo actual.
El mayor desafío para nuestra sociedad argentina, a mi entender, consiste en alcanzar nuevos niveles de comprensión de nuestra propia condición de vida como tal. Aprender, re-pensar, superar creencias que hoy nos resultan un obstáculo, encontrar nuevas respuestas a nuestras preguntas...como algo mucho más profundo y radical que encontrarle la salida a la inflación o a la inseguridad...Y lanzarnos a la acción, a nuevos comportamientos, a nuevas costumbres, a una nueva visión ética.
Superando así, las trampas de la política viciada y eterna cómplice de los intereses de unos pocos en desmedro de todos; ya que nuestra vida colectiva no depende solamente de nuestros gobernantes de turno y de sus opositores, de ese estamento de privilegio y de poder. Depende fundamentalmente de nosotros, de nuestra conciencia y de nuestro accionar.
Poderosa fuerza que ignoramos casi siempre.
Lo contrario es la manipulación y la consecuente pérdida de libertad. Volviéndonos sujetos pasivos, indiferentes, pesimistas y...estúpidos tantas veces.
Hace años que venimos escuchando, y aceptando de un modo u otro, que los dirigentes nos vociferen discursos sobre lo que es mejor para el Pueblo. Y ahí van con la salud, la educación, la economía, el trabajo, la seguridad, la vivienda, el crecimiento, el desarrollo, etc., etc. Muchas de esas veces parecen saber mejor que todos nosotros lo que es bueno y necesario para el Pueblo. Y lo que, por lo tanto, no es bueno o es peligroso o aborrecible...
Y nos acostumbramos a ser manipulados o a auto-manipularnos con excusas: nos va a aumentar la jubilación, bajará la tarifa del gas, podremos sacar créditos...a veces las razones para votar un candidato llevan prendidas en el dorso la última cotización del dólar o la apariencia por la cara de buena persona o la tradición y adhesión ciega a una agrupación...increíblemente sonsos podemos llegar a ser...
Mientras tanto, las metáforas se van apoderando del escenario y del discurso político y ya se vuelven casi incuestionables de tanto repetirlas.
Se proclaman como verdades y pareciera que el debate consiste fundamentalmente en demostrarle al otro que piensa diferente que está equivocado y sus intereses son menos legítimos que los que esgrimen las metáforas. Se vuelve un duelo de espadas en contra o a favor de las metáforas, vaciando así el sentido más trascendente que debiera tener toda discusión de ideas sobre cómo ser mejores para una sociedad mejor.
Primera metáfora: la creación de veredas que se vuelven irreconciliables, jamás acertando el punto de encuentro, siempre paralelas y adversarias. Alguna vereda será bandera del Pueblo, los otros de la otra vereda serán anti Pueblo.
Segunda metáfora: siempre se harán las cosas bien porque lo que sustenta la asertividad no es el resultado sino la convicción ideológica. Entonces, aunque las cosas vayan muy mal para la gente, en definitiva van bien porque los portavoces de la ideología suprema son los que definen la realidad.
Tercera metáfora: los únicos que posibilitan el bienestar de la gente son los dueños de la verdad ideológica. Los demás tienen intereses espurios y llevan al Pueblo, maleable y tonto, a la hecatombe. Por eso, hay que explicarle al Pueblo, enseñarle y disciplinarlo para que entienda que se irá a la ruina sino están omnipresentes los auténticos representantes del Pueblo, que deben quedar para siempre a custodiar que las cosas se hagan bien (ya sabemos que no se trata de resultados sino del peso de la convicción ideológica).
Cuarta metáfora: siempre tendrán razón los portadores de la verdad ideológica y el resto estará equivocado o habrá que desconfiar de sus intenciones porque lo dijo el fundador o el manual que escribió algún iluminado y hay razones que van más allá de la historia y sus circunstancias. Los vende patria serán siempre eso y hay que andarse cuidando fundamentalmente de tenerlos a raya.
Quinta metáfora: hay que criticar a los adversarios, criticar, criticar, criticar. De esa manera, los portavoces desarrollan su principal tarea política. Mejor criticar y en términos altisonantes y despreciativos, para que quede muy claro que la verdad reside en la ideología suprema. Para ello, no es necesario tener méritos personales ni construir algo genuino, alcanza con amedrentar al enemigo.
La lista puede continuar pero creo que alcanzan este manojo de metáforas para describir la tristeza de una ideología que se vuelve nociva de tanto tironear de un puñado de proclamas que no están siendo compatibles con la vida real de la gente común. Los responsables son las personas que la encarnan pero también todo el resto que nos hacemos eco de las metáforas de un modo u otro.
¿Y entonces?
Traigo aquí un pasaje de la conocida obra Rebelión en la granja de George Orwell[2]:
"(...) Los animales se detuvieron alarmados. Era la voz de Clover. Ella relinchó de nuevo, y todos los animales se lanzaron a correr al galope y entraron en el jardín. Fue entonces cuando vieron lo que Clover ya había percibido.
Había un cerdo caminando sobre sus patas traseras.
Sí, se trataba de Squaler. Avanzaba a través del jardín con un poco de torpeza, desacostumbrado todavía a equilibrar todo su peso en esa posición, pero se balanceaba bastante bien sobre sus patas. Un momento después, comenzó a salir una larga fila de cerdos por la puerta de la casa, todos caminaban sobre sus patas traseras. Algunos lo hacían mejor que otros (...) Y finalmente, llegaron los terribles ladridos de los perros y un cacareo agudo del gallo negro como anticipo de la salida del mismísimo Napoleón, erguido majestuosamente, que lanzaba miradas arrogantes a todas partes con los perros jugueteando a su alrededor.
Llevaba un látigo en su pata.
Se hizo un silencio mortal. Los animales miraron estupefactos, aterrorizados, acurrucados unos contra otros, la larga fila de cerdos que marchaban lentamente alrededor del jardín. Luego de recobrarse de la sorpresa y, a pesar de todo lo que había pasado, a pesar del terror que le producían los perros y del acostumbramiento desarrollado durante años de nunca quejarse ni criticar, pasara lo que pasara, se hubieran atrevido a levantar voces de protesta. Pero justo en ese momento todas las ovejas, como si les hubieran dado una señal, lanzaron sus ensordecedores balidos que decían... ¡Cuatro patas bueno, dos mejor! ¡Cuatro patas bueno, dos mejor! ¡Cuatro patas bueno, dos mejor!
Así siguieron cinco minutos sin parar. Y para cuando las ovejas se terminaron de tranquilizar, la oportunidad de protestar ya había pasado porque los cerdos se habían marchado nuevamente al interior de la casa".
¿Qué haremos los argentinos con nuestras posibilidades de cambiar nuestro destino siempre urgidos por crisis y turbulencias políticas? ¿Qué haremos con nuestra casi siempre obstaculizada capacidad para superar nuestras dificultades?
¿Seguiremos dando crédito a las metáforas de una ideología triste?
Cierro con las palabras de Levinas en Difícil libertad[3] que considero inspiradoras:
"Imposible callarse. Hay obligación de hablar. Y si la política, apareciendo en todos lados, falsea las intenciones originales del discurso, hay obligación de gritar y de protestar.
¿Pero la política constituye la trama fundamental del ser y la única guía de la acción? La visión poética que la trasciende ¿está condenada para siempre a seguir siendo ?bellas letras' y a perpetuar los fantasmas? ¿Acaso no es por el contrario -y en eso consiste probablemente la definición misma de la poesía- aquello que vuelve posible el lenguaje?"
[1] Juan Arias, La última dimensión. Libertad. Conciencia. Creatividad. Ediciones Sígueme, Salamanca, España, 1974, pp. 11-12.
[2] George Orwell, Rebelión en la granja (publicada originalmente en 1945) Cántaro Ediciones, Bs. As., 2001, pp. 108-109.
[3] Emmanuel Levinas, Difícil libertad. Ensayos sobre el judaísmo. Ediciones Lilmod, Bs. As., 2004, pp. 158.
LA AUTORA. Isabel Bohorquez es doctora en Ciencias de la Educación.