Roberto Oscar Vitale Calpe, pionero de la microscopía electrónica

Un reconocimiento a uno de los "prohombres" de la medicina, en la serie escrita por el Dr. Eduardo Atilio Da Viá.

Eduardo Da Viá
La inscripción en tinta al pie, es de puño y letra de Roberto Vitale.

La inscripción en tinta al pie, es de puño y letra de Roberto Vitale.


Nacido en Mendoza, cursó sus estudios secundarios en el Liceo Militar General Espejo, donde el compañerismo se trasformó en amistad que habría de durar todas nuestras vidas.

De una inteligencia brillante, no era sin embargo un alumno de los más destacados, por cuanto lo que le interesaba era en realidad la biología y en especial la Microscopía Electrónica.

En realidad, la economía doméstica no le permitió estudiar en otra facultad fuera de Mendoza, donde se podía seguir la carrera de biólogo.

Corría el año 1956 y no perdía oportunidad en las horas de tiempo libre para estudiar, en concurrir a la bien nutrida biblioteca de la institución en búsqueda de algo que solo él sabía y hasta que por fin dio con un libro de física no de texto habitual, sino de un nivel superior, donde vio colmadas sus expectativas al encontrar una foto y una breve reseña descriptiva de un Microscopio Electrónico.

Entre 1931-1933 el físico alemán Ernest Ruska y el ingeniero en electricidad también alemán Max Knoll desarrollaron el primer microscopio electrónico de transmisión (MET) para la observación de materiales. La academia sueca en 1986 galardonó a Ernest Ruska con el premio Nobel por la invención de este microscopio

Un microscopio electrónico usa electrones en lugar de fotones o luz visible para formar imágenes de objetos diminutos. Los microscopios electrónicos permiten alcanzar amplificaciones mayores que los mejores microscopios ópticos, debido a que la longitud de onda de los electrones es bastante menor que la de los fotones.

Para tener idea de la magnificación que se puede lograr con el ME, muestro a continuación dos imágenes:

A la izquierda un extendido de sangre humana visto con microscopio óptico donde se observan glóbulos blancos teñidos de color violeta y rodeados por eso aros que son glóbulos rojos.

En la imagen de la derecha un glóbulo blanco de superficie irregular, rodeado también de glóbulos rojos con la forma deprimida que los caracteriza

Roberto Oscar Vitale Calpe, pionero de la microscopía electrónica

Hoy el aumento que han logrado los ME, permite ver las distintas estructuras internas de cualquier célula y ha posibilitado identificar claramente enfermedades cuya intimidad se desconocía.

Si se tiene en cuenta que en Mendoza en esos años todavía no existía un ME, y que además casi no se hablaba de esta maravilla que recién comenzaba a destacarse en el mundo más desarrollado, la decisión ya tomada por Vitale de dedicarse al estudio de las células con este sofisticado dispositivo, constituyó todo un adelanto inédito dentro del ámbito de la microscopía.

Cuando ingresamos a la Facultad de Ciencias Médicas en 1958, la cátedra de Histología y Embriología a cargo del Prof. Dr. Mario Burgos, ya disponía de un ME marca RCA donado por la fundación Rockefeller, usado pero funcionando.

Verlo y enamorarse del equipo fue todo uno para Roberto.

La materia Histología se cursaba en segundo año, de manera que recién entonces salió a relucir en las clases dictadas por el Prof. Burgos, las bondades de esta tecnología; además, una vez aprobada la materia existía la posibilidad de "agregarse" a la cátedra en condición de ayudante pro bono, es decir sin percibir remuneración alguna, pero que permitía el acceso a toda la aparatología de que disponía la cátedra además de la colaboración en la docencia.

Ni lerdo ni perezoso Vitale se agregó de inmediato y comenzó así a ver convertido en realidad el sueño de manejar un ME.

Su entusiasmo y su genialidad le permitieron en pocos meses dominar esa compleja tecnología, obteniendo imágenes que serían envidia de investigadores con más experiencia pero con menos capacidad.

El Prof. Burgos lo captó rápidamente, y utilizando una expresión común, se puso a Roberto bajo el ala dándole amplia libertad para la investigación específica que él deseaba desarrollar y que era justamente el área donde más se destacaba el propio Prof. Burgos: la estructura y función de los elementos celulares del testículo.

Una vez obtenido el tan ansiado título de médico, profesión que nunca habría de ejercer pero sí la única que le permitiría dedicarse a su real vocación, se volcó a la investigación a tiempo completo.

A los tres años de recibido accedió a una beca, mediada por Burgos, para un perfeccionamiento de un año nada menos que en la Universidad de Harvard, sita en Boston y que ya contaba con una sección de biología celular con el prestigio que caracteriza a todas las carreras, del ámbito que sean y que se pueden cursar en esa tan famosa institución.

Rápidamente Roberto sobresalió a pesar de ser un medio tan competitivo y con la mácula de ser sudamericano; pero debo admitir que entre tantos defectos que uno le puede señalar a los Estados Unidos de NA, es justo reconocer la especial visión que tienen de reconocer a una persona valiosa y darle la oportunidad de rendir al máximo para el país y muy frecuentemente para el mundo entero.

Volviendo a mi amigo Vitale, ya a mediados de su primer año de estadía como becario, logró un subsidio de la Fundación Rockefeller para continuar trabajando en Harvard en un tema que lo haría famoso en el medio científico afín. Y fue encontrarle respuesta a una función desconocida de la célula de Sertoli (Nombre del científico italiano que la describió).

La publicación del trabajo probatorio de su teoría le valió un verdadero ascenso en el medio científico norteamericano, a tal punto, que poco tiempo antes de la finalización del período como becario, la misma Universidad de Harvard le ofreció prolongar la beca un año más; hecho sin precedentes al menos entre becarios mendocinos que habían accedido previamente a la misma beca inicial del Dr. Vitale.

Antes del fin de este segundo año, fue tentado por la Universidad Mc Gill, canadiense y con ubicación en la ciudad de Montreal, una de las mejores del mundo. Por lógica le ofrecieron una mejor remuneración y condiciones de infraestructura similares a Harvard.

Nuestro compatriota siguió descollando a través de nuevas publicaciones con avances en los conocimientos del tema de su preferencia, el testículo, que lo hizo trascender a todos los EE UU de NA, y fue así que, de nuevo surgió el ofrecimiento esta vez de la Universidad Baylor en la ciudad de Houston Texas, donde trabajó durante dos años más

En ésta su última ubicación en el país del norte fue protagonista de otro hecho inédito: las autoridades de Baylor, conocedores de la trayectoria de Vitale tanto en Harvard como en Mc Gill, mediante contacto telefónico, le hicieron saber que estaban muy interesados en él para que dirigiera el área de biología celular, y así combinaron una reunión con todos los gastos pagos para el largo viaje de Canadá al centro sur de USA, alrededor de 3000 km.

A su arribo recién se enteró que Baylor no disponía de una sección de biología celular, pero era deseo de las autoridades que nuestro compatriota se encargara de diseñarla, elegir el equipamiento y finalmente dirigirla. Creo que huelgan los comentarios acerca del prestigio del que ya disfrutaba nuestro compatriota.

Por cierto aceptó y en el término de algunos meses, se encontró dirigiendo un laboratorio ultra moderno en esa muy prestigiada también, universidad norteamericana.

Por si todo esto fuera poco, en el contrato se especificaba que debía cumplir funciones docentes para alumnos de medicina, bajo la dirección de un superior, y que consistía en dictar clases teóricas y prácticas con microscopio óptico.

Su performance fue tal, que al finalizar el primer año, la superioridad le hizo saber que, por pedido de los alumnos, Vitale dictaría la TOTALIDAD de las clases del año venidero; esto le supuso un conflicto interno pensando que implicaba el desplazamiento de un docente prestigioso, pero le dejaron en claro que no habían puestos fijos, sino que en la medida en que surgieran mejores docentes, todos sabían que podían ser remplazados. Esto no significaba la pérdida del trabajo, sino un cambio de funciones con el mismo estipendio. Tranquilizado al respecto se dedicó como siempre con todo su ahinco a la tarea comprometida.

Lamentablemente, y me resulta muy triste exponerlo, había comenzado con los primeros síntomas de una afección mental, propia de los superdotados: la esquizofrenia.

Ello lo llevó a tener discrepancias que le motivaron su renuncia y la vuelta al país.

Una vez de regreso entró sin ningún inconveniente en la Carrera de Investigación del CONYCET, donde por un lado se destacó por sus increíbles virtudes como investigador, pero además le trajo aparejado nuevos problemas interpersonales causados por su afección que progresaba lenta pero sostenidamente.

Sin abundar en detalles superfluos, termino diciendo que el mismo maravilloso cerebro que le permitió verdaderas hazañas en el campo científico, en su debacle final lo sumió en la insania más absoluta y el fallecimiento cuando solo contaba con 64 años de edad.

Escribir la biografía de Roberto Vitale rondaba en mi cerebro desde hace tiempo, pero me faltaba el sustento bibliográfico de disponer de una copia del famoso trabajo científico sobre la célula de Sertoli publicado hace 50 años, y aquí debo agregar que Roberto y yo, en realidad integrábamos un trío de íntimos amigos con el Dr. Ángel Alfonso Gutierrez quien se radicara en USA en 1967 y descollara como eximio médico clínico en la Universidad de Nueva York, filial Buffalo.

No vacilé, mensaje de voz mediante, en pedirle me consiguiera una copia del trabajo, y cuál no sería mi sorpresa cuando al cabo de unos pocos minutos, ya lo tenía en mi celular.

Ese fue el acicate final para escribir estas palabras; los tres mantuvimos nuestra condición de trío a pesar de las distancias hasta que la parca lo transformó en dueto: había partido el Toto.

Juntos, Ángel y yo, pretendemos con estas palabras rescatar al genio amigo del inmerecido olvido en que lo sumió Mendoza y la Argentina.

Sus aportes están bien resguardados, no en su país sino en los Estados Unidos de NA, Alemania y el resto del mundo occidental

Vaya pues nuestro abrazo al siempre presente tercio restante.

Que en paz descanse.

EL AUTOR. Eduardo Atilio Da Viá es médico y habitual colaborador de Memo.

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