El orgullo de ser ladrillo

Eduardo Da Viá vuelve con los relatos de los objetos que cuentan su ser y su historia. En este caso, el ladrillo, al servicio del refugio de la humanidad.

Eduardo Da Viá

La historia del ladrillo

El uso del adobe se fecha sobre el 10.000 y el 8.000 a.C. y los ladrillos, como elemento de construcción, en unos 11.000 años. La primera vez que se utilizaron fue en el neolítico precerámico del Levante mediterráneo hacia 9500 a. C. Se cree que esto se debe a que en aquella zona había escasez de madera y de piedra, elementos constructivos de otras zonas.

A lo largo de unos 10.000 años, desde su invención hasta nuestros días, el ladrillo ha ido evolucionando según las necesidades del hombre. Comenzando por la invención del molde, más tarde con la cocción y la evolución de los hornos, la introducción del esmaltado, dar forma a los ladrillos para crear esculturas y la invención de difíciles diseños para unir juntas.

La arcilla para fabricar ladrillos fue utilizada ya por las poblaciones mesopotámicas hacia el 6000 a. C. La utilización de ladrillos se debía a que era más fácil transportarlos ya fabricados que cargar el barro al lugar de construcción.

Como ya hemos dicho los primeros ladrillos fueron de arcilla secada al sol, llamados adobe. Una de sus principales características era su fácil manejabilidad ya que podían colocarse con una sola mano.

Los primeros poblados fueron amuralladlos para protegerse del exterior. Estos son anteriores a la época de la cerámica y de los metales. Aquí se han descubierto los ladrillos más antiguos, hechos de una forma tosca. El ladrillo más antiguo se encontró en Jericó, datando del 8300 a.C.

Al comienzo se fabricaban sacando barro del suelo con un palo, después lo mezclaban con agua y más tarde lo amasaban hasta darle una forma más o menos rectangular, luego se secaban al sol.

En el antiguo Egipto fue donde se dio la primera gran innovación respecto al ladrillo. Aunque las imágenes más antiguas que se tienen de usar moldes para fabricar ladrillos están en Tebas (Egipto), hacia el 1450 a.C., se cree que éstos seguían la técnica de los pueblos mesopotámicos desde el 5.900 a.C.

El orgullo de ser ladrillo

En estas imágenes hay varios obreros sacando agua del suelo para mezclarla con barro y paja y metiendo la mezcla en un molde de madera sin fondo. Así podían fabricar muchos ladrillos idénticos y rectangulares en un solo día.

El ladrillo cocido empezó a utilizarse hacia 3500 a. C. Al cocerlos éstos consiguieron una resistencia parecida a la de la piedra, con la ventaja de que al ladrillo se le podía dar forma antes de cocerlo. Moldear ladrillos era más rápido y barato que tallar piedras. Esta técnica rebajó los precios enormemente.

El ladrillo fue una parte esencial para los pueblos de Mesopotamia. Tanto es así que antes de poner los cimientos de cualquier edificio se depositaban ofrendas de comida y bebida. La puerta de Ishtar, en Babilonia, es una muestra de la perfección que llegó a alcanzar esta cultura respecto a la fabricación de ladrillos.

Erigida entre los años 605 y 562 a.C. por el rey caldeo Nabucodonosor II, la Puerta de Ishtar fue revestida con ladrillos de adobe y cerámica.

Erigida entre los años 605 y 562 a.C. por el rey caldeo Nabucodonosor II, la Puerta de Ishtar fue revestida con ladrillos de adobe y cerámica.

Valga esta introducción como acicate para la lectura de lo que sigue, escrito de mi puño y letra bajo la batuta de mi inquieto cerebro.

En primer término me pregunto si un adobe o ladrillo puede estar orgulloso de sí mismo y me respondo que no por cuanto no gozan de sensibilidad ni mucho menos de sentimientos.

Pero en cambio, estimo posible que un humano se sienta orgulloso de ser o haber sido un ladrillo.

El adobe y su modelo más evolucionado el ladrillo, han sido y lo siguen siendo, el elemento principal dentro del conjunto con que cuentan los arquitectos para la construcción de sus edificios.

En resumen, muchas de las obras arquitectónicas más imponentes de la humanidad fueron hechas mediante la aposición paciente y prolija de millones de estas unidades de material, varias de las cuales han resistido el paso del tiempo hasta la actualidad.

Extrapolando términos y entrando en el campo de las ideas, creo que los grandes logros intelectuales también se obtuvieron superponiendo ladrillos de conocimiento; del barrilete de Franklin al manejo diario de la electricidad hubo que colocar infinidad de ladrillos; del cohete pirotécnico lúdico de los chinos hacia el año 1000 a.C, al Saturno que llevó a los primeros hombres a la Luna transcurrieron casi tres mil años de superponer ladrillos de ingeniería espacial.

Pero quizás el más espectacular de los edificios del conocimiento humano ha sido el desarrollo del "Corpus Medicus", vale decir del conjunto de conocimientos de que dispone la Medicina actual, desde el empirismo antiguo hasta la aplicación de la inteligencia artificial para replicar órganos o trozos de ellos.

Un el ejemplo paradigmático de ambos extremos del saber ha sido la síntesis de la Aspirina. Los griegos sabían que el té de corteza de sauce tenía la virtud de calmar dolores, pues bien con el correr de los siglos y con la superposición de miles de ladrillos de conocimiento, se pudo saber que la corteza contenía una sustancia causante del benéfico efecto.

Fue ya en 1763, cuando Edward Stone presentó un informe en la Real Sociedad de Medicina Inglesa reconociendo sus propiedades. Edward realizó un estudio en 50 pacientes que padecían estados febriles, y en su conclusión destacó su efecto antipirético.

Posteriores investigaciones sobre la corteza del sauce llevaron a otros estudiosos a dar con el principio activo que logra este efecto. Le llamaron «salicina», y es un análogo del ácido salicílico y del ácido acetilsalicílico.

Su eficacia terapéutica como analgésico y antiinflamatorio fue descrita en 1899 por el farmacólogo alemán Heinrich Dreser . Ese mismo año fue patentado con el nombre de Aspirin.

Un nombre que proviene del término botánico «Spiraea», que se refiere a una familia de plantas. De ahí proviene «spir». La letra «a» indica el proceso de acetilación al que se somete al ácido, y la sílaba «in» era una terminación empleada con frecuencia para los medicamentos en aquella época.

Podría ejemplificar hasta el cansancio como se ha ido construyendo el conocimiento humano, pero la base fueron los ladrillos, físicos o teóricos; nombre famosos de destacados investigadores en cada área son reconocidos e incluso periódicamente homenajeados a pesar de haber desaparecido de este mundo hace mucho tiempo, pero más numerosos han sido los miles que dedicaron su vida a atender enfermos y tratar de saber qué les ocurría, de dónde provenía su enfermedad para poder atacar la causa, así nació la fisiopatología, es decir la ciencia que estudia el origen de las enfermedades, base de tratamientos racionales.

Pero todo edificio requiere tres actividades de las cuales somos responsables muchas veces los que no hicimos la construcción, y son el Mantenimiento, la Actualización y la Transmisión de los conocimientos que hicieron posible la magna obra.

Mi generación, iniciada a mediados del S. XX y en lo que hace a Medicina, ha sido responsable de cumplir con esas tres misiones, sin las cuales el Corpus Medicus se hubiera derrumbado.

Yo, personalmente me considero haber sido un simple ladrillo para desarrollar por ejemplo, los trasplantes de órganos en animales, integrando un grupo de pioneros que preparamos el camino para su aplicación en humanos; como así también para el mantenimiento, actualización y difusión del conocimiento médico a través de la docencia universitaria.

Integrante de un grupo de cuya amistad me enorgullezco y que nada descubrimos, pero sí demostramos que aquellos avances fantásticos realizados en el hemisferio norte, también se podían realizar aquí, en Mendoza.

Hoy el Corpus Medicus de elite mendocino realiza a diario procedimientos que pocos años atrás parecían ilusiones demenciales.

Fuimos ladrillos anónimos y levantamos los primeros edificios mentales, algunos de los cuales se transformaron en logros concretos y otros se los dejamos en manos de nuestros seguidores, de la misma manera que nosotros aprendimos a ser ladrillos manipulados por arquitectos médicos de principios del S. XX. Nuestros maestros.

El grupo en cuestión estuvo integrado por sendos ladrillos, pero supimos unirnos fuertemente entre sí para dar mayor solidez a nuestra labor, utilizando como poderosa argamasa a la PASIÓN.

Sí, a la pasión por saber y por legar nuestros conocimientos a nuestros seguidores.

Nunca comercializamos nuestros modestos avances, nunca percibimos un centavo, nunca aparecimos sonrientes y exitosos en los diarios, pero sí concurrimos a cuanto congreso médico se celebrara para transmitir esos conocimientos a los colegas más jóvenes, algunos de los cuales finalmente consiguieron aplicarlos en humanos sin necesidad de viajar a Bs As.

Como generación, la del 40, recibimos el testigo que nos pasó la anterior, creadores en base también a la superposición de ladrillos (voluntades) de instituciones emblemáticas cuya continuidad temporal fue nuestra responsabilidad.

Por mencionar algunos les recuerdo los logros que nos legaron:

Dique Cipolletti 1890

Parque general San Martín 1896

Hospital Provincial, luego Emilio Civit 1907. Hoy Humberto Notti.

Hospital Central 1944.

Universidad Nacional de Cuyo 1939.

Colegio Universitario Central 1910.

Escuela Martín Zapata 1912.

Escuela Superior del Magisterio 1947.

Colegio Nacional Agustín Álvarez 1910.

Club Mendoza de Regatas 1910.

Aeropuerto El Plumerillo 1954.

Quinta Agronómica, futura Facultad de Ciencias Agrarias, 1853

Al final de nuestra vigencia generacional y ya traspasando nuestro testigo a los seguidores desde hace algunos años, vemos con enorme pena como la Argentina de hoy tambalea en sus cimientos merced a la mezquindad de los mismos argentinos.

No son ni los norteamericanos ni los ingleses ni ningún otro país los que pusieron a los Kirchner en el gobierno, ni a Alberto Fernández; ni a Moyano como factor fundamental de influencia, ni a la cúpula de la CGT falsamente preocupada por el malestar general, siendo los grandes cacos que saquearon y lo siguen haciendo, la hacienda pública.

Esas son las topadoras que derribaron lo que fuera construido con ladrillos de esfuerzo y desinterés durante dos generaciones completas.

Soy un ladrillo orgulloso, de mí y de los ladrillos amigos que juntos levantamos murallas de conocimiento o apuntalamos las que ya estaban iniciadas, siempre pensando en el bien común; hoy, los que tienen obligación de hacerlo por cuanto para ello fueron designados, vale decir los legisladores, se aumentan el sueldo salvajemente, sabedores que aquellos ciudadanos que se beneficiaron de nuestras obras, hoy constituyen un gigantesco grupo humano, mitad del país, que padece hambre, frío y resentimiento.

No sé quiénes tienen el poder de revertir esta afrenta, pero alguien debiera hacerlo.

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