Hay que dejar de esperar el milagro y arriesgar en el sector privado
Escribe el empresario de General Alvear Andrés Vavrik, expresidente de la Cámara de Comercio de aquel departamento.
General Alvear llegó a ser en los '60 y '70 un vergel gracias a unos cuantos soñadores que, con ambición de la buena, construyeron empresas poderosas, jugaban las ligas mayores, empleaban a mucha gente y lograron que seamos una potencia por aquellos años gloriosos.
Esos hombres y mujeres tenían objetivos concretos. Olvidar la miseria vivida en años anteriores, forjando enclaves económicos, se consideraba un motivo de grandeza y orgullo. Esos hacedores marcaban el camino, daban seguridad a sus colaboradores y eran escuchados y respetados.
Argentinos de varias provincias llegaban a General Alvear para cumplir sus sueños por temporada o se radicaban directamente.
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Con el correr de los años, perdimos ese coraje para emprender y nos volvimos más conformistas, para peor. Empezamos a esperar que los que nos gobernaban cumplieran los milagros que nos prometían, descuidando la iniciativa privada.
De paso, nos desentendimos de lo público y dejamos que decidieran los poquitos que participaban en la política partidaria. No nos dimos cuenta que estaban "en la de ellos" y ni siquiera medían las consecuencias de sus actos.
En los últimos 40 años, hemos fracasado y todos tenemos que agachar la cabeza. El éxito se mide en números, no en relatos, y en General Alvear somos cada vez menos, no logramos contener a nuestros jóvenes en esta tierra.
Pero con el mismo dedo que señalamos culpables, podemos marcar un rumbo. Pensemos cuál de los dos actos les conviene más a nuestros hijos, no a nosotros. Porque somos buenísimos resolviendo problemas, pero deberíamos poner la energía y los recursos en prevenirlos.
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Si los ciudadanos no cambiamos, no pretendamos que el departamento cambie. Si pensamos en grande, vamos a ser grandes. Y si la fila para criticar y juzgar al que hace es más corta que la de los que proponen ideas y arengan a los que arriesgan, tenemos chances.
El futuro está adelante. Si llegan limones, tratemos de hacer limonada. Pero por sobre todo tratemos de darnos ánimo sin sentir vergüenza de aspirar a más. Hagamos que las cosas buenas pasen. Basta de esperar.