Decadencia, grieta y Milei
El abogado y analista Sergio Bruni analiza el transcurrir del "fenómeno Milei", ya empoderado en la Casa Rosada.
No hay que temer que una sociedad esté polarizada, todo lo contrario, la diversidad fortalece a las democracias porque significa que las diferencias políticas, sociales, identitarias e ideológicas se están expresando en el sistema constitucional.
Que haya diferencias es lo normal y, por supuesto, estas generan tensiones que la política debe ocuparse de gestionarlas democráticamente. De allí que la polarización, esa que se da naturalmente, signifique que la opinión pública se divide en opuestos, por tanto, un individuo que se identifica con un grupo implica necesariamente la diferenciación de otro grupo diverso.
La polarización se vuelve un obstáculo para la democracia liberal cuando la política se transforma en enfrentamientos entre tribus con ideas enfrentadas y no en un diálogo entre iguales. Cuando esto ocurre, la polarización se convierte en lo que conocemos como "grieta"
Estás conmigo, o estás contra mí. En esta forma de relacionarse, la gestión de las diferencias se torna imposible. En este punto de las diferencias, donde no se respeta el dialogo ni la vocación de acuerdos, el adversario se considera como un enemigo, al que se le niega la posibilidad de ser tenido en cuenta.
Comienza un proceso de "no hablar de política" nos vamos encerrando y nos vamos alejando de quienes piensan diferente, incluso si forman parte de nuestra familia y/o amigos.
Cuando una sociedad se encuentra dividida en campos políticos antagónicos, y ninguna de las partes tiene incentivos efectivos para despolarizar, la democracia se resiente. Algunas veces son los mismos liderazgos los que atizan las llamas de la confrontación social, disminuyendo los espacios para los consensos, moviendo la competencia hacia los extremos y enmarcando el relato -todo gobierno lo construye- en un discurso que niega al adversario su derecho a pensar distinto.
Estos escenarios contaminan las democracias y dañan irreversiblemente la credibilidad de la política.
La aparición del fenómeno Milei, quien de ser un economista exótico e infrecuente por sus posturas y partícipe necesario de los sets televisivos donde todos discuten contra todos, el típico "talk show" criollo, a ser presidente de la argentina, es la consecuencia del hartazgo social y del deterioro de la política.
Recordemos que el ascenso meteórico del ahora presidente se basó en un discurso antipolítico, con duras críticas a lo que él denomina "la casta política" que comenzó a entusiasmar a los grupos más jóvenes para luego ir creciendo en diversos grupos etarios.
La línea discursiva disruptiva repetida hasta el cansancio, "ajuste, apertura de los mercados, dolarización, cierre del banco Central" y que "la casta pague en efectivo las décadas de decadencia de la argentina" fueron de una eficacia indiscutible.
La debilidad política del presidente Milei en cuanto a su representación parlamentaria o por el apoyo de gobernadores e intendentes de su partido, es evidente.
También es evidente que cuenta con un mayoritario apoyo popular, al menos hasta el momento de escribir esta opinión, que coloca a la oposición en un complejo dilema que deberá resolver por estos días.
O apoyan al presidente en sus iniciativas- total o parcialmente- o el presidente buscará mecanismos que hagan valer su ventaja electoral y apoyos populares, para concentrar el poder en su persona o su gobierno, incluso, porque no, controlar las instituciones que deben controlarlo y deslegitimar a los críticos y opositores.
En estas ultimas horas habría algunos razonables acercamientos entre el Ejecutivo y quienes conocen los laberintos parlamentarios (la casta-la rosca) para poder llegar a unos acuerdos y consensos sobre la ley ómnibus. Se limitarían las facultades del Ejecutivo, se quitarían retenciones regionales y estaría en discusión el tema previsional entre un centenar de planteos que podría aceptar el ejecutivo para destrabar lo que tenía aroma a fracaso.
¿Será el momento que aparezcan los verdaderos líderes que puedan conjugar visiones muy opuestas sobre la normativa constitucional y el debido respeto a la división de poderes que deba regirnos?
Ojalá suceda o estaremos condenados a vivir nuevas y muy severas crisis. Ya que, a mi entender, no pareciera compatible el modelo de sociedad, especialmente en los tiempos y formas, que propone el nuevo gobierno con la constitución que redactara Alberdi en 1853.