Son todos unos cabezas de termo
Si al leer el título pensaste en fútbol, quedate, porque esta columna es apta para vos. Reflexionemos juntos sobre lo que está pasando con el mundo del balompié.
Tengo escasos conocimientos sobre este deporte tan apasionante. No me conmueve, no sigo a ningún club y menos dispongo de tiempo para sentarme en el sillón a ver un partido. Pero vivo, huelo, conozco y reconozco a todos aquellos que se precian de ser hinchas de una camiseta para sufrir, enojarse, sonreír y celebrar dependiendo del resultado.
Me emociona cuando se emocionan y celebran; y me amargo cuando sufren. Cada cuatro años se despierta la ilusión y acompaño el sentimiento. Pero, aunque me resista a aceptarlo, lo vivido me da señales sobre hasta cuándo la alegría es verdadera.
Hasta ahí, todo bien. No es el centro de esta columna si nos gusta o no el fútbol. Todos hemos crecido con esa costumbre tan cultural, tan nuestra y, por supuesto, tan futbolera. Somos un país que respira, piensa y hace analogías según los derroteros de ese bendito deporte.
Pero, y acá viene el leitmotiv de alzar la voz: ¿no les parece que estamos exagerando un poco ese sentimiento? Desde un tiempo a esta parte, todo pasa por ese espacio de 90 minutos. ¿Todo es fútbol? Y no solo el local, no. Más quisiera mi rey, solo el fin de semana ir a la cancha y listo. No, los espacios bobos han sido ocupados por las transmisiones de los partidos impensados.
Las ligas europeas, "la Champions" (hasta yo sé que va los miércoles) y varias más. Se para todo, No hay mejor plan, ni turno al médico, ni reunión que pueda contra eso. Te miran angustiados y casi conmovidos, como pidiendo ayuda, se excusan y dicen: "hoy es la Champions" con ese tono como un imposible que entre otra idea para hacer. Never.
Tengo una amiga que sería como esos estudios de la Universidad de Oxford absolutamente inchequeable pero de conclusiones interesantes. La misma (la amiga) arroja que todo este sentimiento exagerado, sentido, comprimido, intenso y demostrativo hacia el fútbol es una forma de reunir toda la masculinidad en un solo lugar, ante el avance del feminismo.
Puede ser... porque son felices así, con la firme intención de que nada más les falta. Solo así en el sofá frente al televisor una tarde cualquiera, viendo penales e hinchas vestidos abrigados si estamos de remera y con musculosas si estamos con la estufa.
Admiradores de la pelota sin idiomas... como una novela turca que nos muestra el mundo perfecto con la dosis justa de dolor y amor.
Están los que, mofándose de la frase de Francella en "El secreto de sus ojos", cambian de camiseta con GPS y siguen, por ejemplo, a Messi y fueron intensos hinchas del Barcelona, pasaron por el PSG con la nariz fruncida y ahora lucen "la rosada" como si hubiesen nacido el uno para el otro.
Y luego el otro extremo, los locales, los de las canchas más grandes del mundo, que nunca la alcanzan a llenar. Y van a todos lados, rompen planes y se piden el día, matan la rutina y entonces... viajan por puntos, por la injusticia, por la gloria. Van y vuelven con el dolor roto y la sensación de que sigue faltando mucho, pero bancando siempre.
Y en el medio, los del "fútbol libre" que hacen de todo para ver un partido o los que cada mes se quejan de que el paquete aumenta, pero al final se alegran.
Y si algo te interesa y querés conocer el porqué, nos llenan de relato y de la mano de historias increíbles conocemos a las estrellas de fútbol, pibes que la pelota los cambió y con un buen corte de pelo y el mejor perfume importado, son los nuevos pensadores, autores contemporáneos de grandes historias y maestros de enseñanzas de vida.
Y escuchás la poesía: ¿sabés por qué hizo ese gesto? Porque está diciendo que el mundo es injusto y quiere terminar con la pobreza... Y ellos sí que le entienden, sin subtítulos ni traducción.
Y vos decís: "mirá vos... eso hace el fútbol... qué bueno".
Y reconoces en esa mirada, la mirada del enamoramiento porque al final de cuentas es una forma de querer y enamorarse también.
Porque a los y las que les gusta el fútbol, esperan y desesperan en cada encuentro. Lloran y festejan. Aman y pelean con la mayor de las fuerzas.
Aunque, a veces, exageran.
En fin, así estamos, viviendo a full épocas de torneos, rodeados, cada vez más, por todos esas "cabezas de termo".