Las filas de autos que bajan de Potrerillos y la inútil y contraproducente espera
La vida está hecha de cosas simples, como pasar un fin de semana, o un solo día feriado, en familia o con amigos en el dique Potrerillos. Pero siempre se sabrá como arruinarlo todo.
Un clásico de Mendoza son las filas de autos que bajan desde la zona del embalse de Potrerillos. La mayoría de las veces sucede a paso de hombre. Si es por la ruta 82, el tránsito bloquea a una zona de alto crecimiento gastronómico y turístico. Si es por la ruta 7, se suman camiones y el tráfico que viene desde Chile y otros puntos de la montaña, con conductores que prefieren evitar el paso por Cacheuta, pero que se toparán con el obstáculo de la abandonada obra de la Variante Palmira al unirse con la ruta 40.
Este lunes de Navidad se dio un aditivo: el día festivo, los controles normales y la pasión de oficinas públicas que creen que están garantizando la seguridad frenando el flujo vehicular. Solo con eso, cumplen con lo que en la jerga policial se llama "hacer estadística", es decir, contar autos y motos como con cuentaganado para sorprender a sus jefes y estos, plantarse frente a la prensa con números impactantes.
No parece haber estrategia ni táctica en ello: sino un obstáculo, un tapón para llamar la atención, exhibirse y justificar la existencia.
Ojo: no siempre hablamos de la Policía, ya que este lunes feriado el "efecto tapón" lo produjeron los preventores de Luján, frenando todo a mil metros del desvío hacia el acceso a la villa cabecera del departamento, lo cual descomprimía la fila.
La extensión de la cola de vehículos entre el puesto de control ubicado en Las Compuertas y el dique Potrerillos, demoró en más de dos horas su avance, con consecuencias: autos recalentados a un costado de la ruta, centros turísticos con la salida/entrada bloqueada, gente esperando colectivos que no podían llegar y estaban sometidos a la larga procesión generada por el tapón de control y por supuesto, el malhumor generalizado.
Lo dicho: apenas se atravesaba el tapón, la descompresión era total. Ni siquiera las denoradas obras de reformas en Chacras de Coria de la ruta 82 frenaron tanto el avance de los vehículos.
Y la inutilidad del procedimiento: no era difícil darse cuenta de que todo estaba frenado por un control, por lo que quien llevaba algo ilegal solo tenía que hacer la "u" y volverse por el otro lado, por la ruta 7, y listo. Y hasta meterse en algún recóndito lugar hasta que pase el "susto".
Nunca iban a hallar a nadie que estuviera buscado por la Justicia (si es que acaso tenían esa tarea).
Nunca pensaron en un factor "sorpresa" con controles en ruta, permitiendo la fluidez del tránsito, con abordajes al azar.
Ni pensemos en que haya habido inteligencia para saber quién traía qué, ni de la otra: la que hubiera permitido que todos terminaran el día festivo de buen humor.
Todos los centros deportivos, recreativos, gastronómicos y turísticos se ven perjudicados -además de los conductores- por esta pulsión por exhibir la pequeña gran cuota de poder de portar con un uniforme o un chaleco identificatorio de un área parapolicial.
Nunca salió tan caro justificar la existencia de una oficina pública y su personal: se pierden las ganas de recorrer esos lugares. Puede ser que los mendocinos ya vayan predispuestos a pasar el mal rato. Pero para un turista no hay explicación posible, ya que a simple vista parece un entorpecimiento inútil.