Estallido del conurbano: hartazgo transversal por empatías erróneas del Gobierno
La gente le está haciendo saber al Gobierno que no banca su exagerada empatía con sectores delictuales a los que victimiza, mientras reprime a los familiares y vecinos que piden que no maten a trabajadores ni les roben lo poco que tienen.
El peronismo está viviendo momentos decisivos. El Gobierno, tras recibir una promesa de "cancelación" en el testeo de las Primarias (PASO) previo a las elecciones del domingo próximo, salió a decir que perdió porque le faltó peronismo. Pasa otra cosa en el peronismo argentino de este tiempo, además de los quiebres internos basado en facturas cruzadas por el pasado, visiones encontradas desde el punto de vista ideológico (como siempre, pero esta vez ya con inaguantable incompatibilidad) y cuestiones más mundanas, pero centrales al fin, como quiénes son los que ocupan los puestos de decisión y por determinación de quién, las "cajas" del Estado o quién maneja "la lapicera".
Sucede que desde el Gobierno no parecen estar sintonizando con el tiempo actual y mucho menos con el mundo que viene, y por eso los asfixian las contradicciones. Es el Gobierno el que azota al peronismo, no quienes van a votar. La reacción del ciudadano ante la urna es de advertencia: funciona como la fiebre que alerta sobre algo más profundo que afecta a todo el organismo.
Al Gobierno le resulta imposible pensar que no se lo considere el referente político de los sectores más empobrecidos e insiste en apadrinarlos, por más que esa gente ya quiera pegar un salto y salir de tal condición, de la que se siente rehén de los políticos para usarlos cuando les haga falta a ellos.
El estallido del conurbano frente al asesinato de un trabajador sucede y se motoriza, entre otras cosas, porque el promedio de la sociedad está viendo que el Gobierno y su partido empatizan ya no con ese trabajador, sino con quienes lo mataron, sea esto último verdad o una exageración opositora, un condimento de la grieta.
Los que todos los días se tienen que ganar el pan de modo clásico y sin ser parte de engranajes de intermediarios de planes sociales o renta por concurrir a marchas (en favor o en contra de lo que administradores de recursos millonarios del Estado definen que hay que hacer), ven en el Gobierno una exagerada inclinación en favor de lo que genéricamente se llama "los derechos humanos", que no es tal, ya que si así fuera preocuparía lo que ocurre con la miseria o la desapariciones y asesinatos en Venezuela y Nicaragua.
Videos: estalla el conurbano bonaerense por los asesinatos
La nueva clientela del peronismo nacional, conquistado por este sector que hoy controla al Partido Justicialista y al Gobierno, no son parte del promedio que clama por sus derechos, sino que parecen ser los que no cumplen con ninguno de los deberes consagrados a la par de ellos por la Constitución: la gente que se les para enfrente, aun teniendo origen personal en las ideas de Perón, lo acusa de defender a ladrones, violadores y asesinos que son liberados, perpetradores de ilícitos con recursos del Estado desde puestos de gestión, de buscar ventajas "por zurda", como la de vacunarse primeros en medio del momento más dramático y con más miedo generalizado de la pandemia; de privar de la libertad masivamente para controlar todo masivamente mediante amenazas y normas de ocasión o respaldar activamente o por omisión a grupos extremistas que desconocen al Estado argentino y que son una minoría de la gran descendencia mapuche en el sur.
Por eso, lo que está sucediendo no es un banderazo "autoconvocado" con hilos del macrismo detrás, ni una juntada libertaria de Milei. Está claro que es el estallido de un hartazgo transversal a toda la sociedad, en la que están incluidos aquellos que fueron peronistas pero que no se tragan aquello de la "lealtad" a cualquier costo y con cualquiera que se las exija.
De allí que la dirigencia del gobierno nacional debería replantearse sus autopercepciones, aportándose un tono de humildad que morigere lo que les dicta la soberbia con la que se empapan desde fotos de viejos momentos, resultados electorales, respaldos de otrora y banderas, que hoy no tienen vigencia.
Les temen a quienes deberían proteger. Protegen a quienes deberían controlar, reeducar y reprimir legalmente: