En algunos lugares resuenan hoy las palabras de Platón
Me parece oportuno considerando los sucesos de Venezuela, reproducir un pasaje del capítulo VIII de la «República» de Platón ( - Politeia). Esto que describo a continuación lo leí en un sitio web italiano en mayo del 2021.
En realidad, se trata de un pasaje que está escrito en forma de diálogo entre Sócrates y algunos de sus amigos, pero prefiero citar la traducción que de él hizo Indro Montanelli (Fucecchio, Florencia, 22 de abril de 1909 - Milán, 22 de julio de 2001 que fue un periodista, escritor e historiador italiano.), realizada eliminando las breves intervenciones y comentarios de los interlocutores de Sócrates que habrían hecho fragmentaria una lectura completa del texto.
Este pasaje nos impresiona porque parece casi una visión profética de nuestra civilización actual, escrita hace casi 2.400 años.
"Cuando la ciudad gobernada por la democracia se emborracha de libertad, confundiéndola con licencia, con la ayuda de malos coperos que se ven obligados a comprar su inmunidad con dosis cada vez mayores de indulgencia hacia todo tipo de anarquía y matonismo; cuando esta ciudad se cubre de barro, aceptando ser sierva de hombres de barro para seguir viviendo y engordando en el barro; cuando el padre se rebaja al nivel de su hijo y empieza, engreído, a copiarle porque tiene miedo de su hijo; cuando el hijo se pone a la altura del padre y, lejos de respetarlo, aprende a despreciarlo por su cobardía; cuando el ciudadano acepta que, venga de donde venga, quienquiera que esté en su casa puede adquirir los mismos derechos que quienes la construyeron y nacieron en ella; cuando los dirigentes toleran todo esto para ganar votos y consenso en nombre de una libertad que devora y corrompe toda norma y todo orden; ¿es de extrañar que la arbitrariedad se extienda a todo y que en todas partes nazca la anarquía y penetre en las casas particulares e incluso en los establos?
En un ambiente así, en el que el maestro teme y adula a los alumnos y los alumnos no tienen en cuenta a los maestros; en el que todo está mezclado y confundido; en el que los que mandan pretenden, para mandar cada vez más, ponerse al servicio de los mandados y adular, para aprovecharse de ellos, todos sus vicios; en que las relaciones entre unos y otros no se rigen más que por conveniencias recíprocas en tolerancias recíprocas; en que la demagogia de la igualdad hace impracticable toda selección y obliga, en efecto, a todos a medir el paso de sus piernas con los que las tienen más cortas; en el que el único remedio contra el favoritismo consiste en la multiplicidad y multiplicación de los favores; en el que todo se concede a todos para que todos se conviertan en cómplices; en un ambiente así, cuando se llega al colmo de la anarquía y ya nadie está seguro de nada y ya nadie es dueño de nada porque todos lo son, incluso de su cama y de su armario en pie de igualdad con él, y la basura se amontona en las calles porque nadie puede ordenar a nadie que la recoja; en un ambiente así, digo yo, ¿creen ustedes que el ciudadano se apresuraría a defender la libertad, esa libertad, del peligro del autoritarismo?
Así nacen, en mi opinión, las dictaduras. Tienen dos madres.
Una es la oligarquía cuando degenera, por sus luchas internas, en satrapía. (La palabra sátrapa proviene del antiguo persa xšarap(van), que significa "protector de la tierra/el país"). La otra es la democracia cuando, por sed de libertad e ineptitud de sus dirigentes, desciende a la corrupción y a la parálisis.
Entonces la gente se separa de aquellos a quienes culpa de haberles conducido a tal desastre y se prepara para repudiarla primero con sarcasmos, luego con la violencia que es prerrogativa y partera de la dictadura.
Así es como muere la democracia: abusando de sí misma.
Y antes en la sangre, en el ridículo".