El video de la docente que adoctrina y la fábrica de zombies
Es oportuno destacar que haya celulares en las aulas para registrar cómo se educa a nuestros hijos. Y también, que hay decenas de miles de docentes que hacen exactamente lo contrario a la del video en que se muestra adoctrinando: enseñan a "abrir" cabezas para que cada uno piense por sí solo.
Decenas de miles de docentes, cada día, salen con el objetivo de "abrir cabezas" que sus alumnos piensen por sí solo y no entreguen su cerebro para que otro lo programe.
En el medio, aparece la tecnología desde un celular que democratiza y permite abrir el tupper en el que se habían convertido clases de adoctrinamiento, bajada impúdica de línea a los estudiantes, y en donde además se guardaban herméticamente maltratos, burradas y otros adefesios de la vida cotidiana.
Ahora se abren muchas discusiones. Unos querrán prohibir la presencia de celulares en las aulas: "si no hay foto o video, no hay delito ni error", imitarán otras excusas circulantes. Otros pondrán el acento en la generalización del "todos son iguales". Y habrá muchas otras opciones que rompan la grieta maniquea y abran el abanico plural de opciones de pensamiento, que analizarán los contenidos que se dan en las escuelas, las formas de hacerlo, la capacidad de los alumnos de filtrar o de entregarse a los dictados de un docente...
La revelación del video de la docente que, a los gritos y con vehemencia, refuta a un alumno que discrepa con sus ideas políticas o militancia, es positivo.
Una de las muchas lecturas posibles de este asunto se describe aquí: así se reproduce y multiplica el fascismo de repetir sin pensar, de acatar sin criticar, de guiarse por la fe (sin hacer preguntas y creyendo ciegamente en algo) y no por el intercambio de ideas y datos concretos de la historia y la realidad.
Que de la docente hablen otros, que tendrán lo suyo para decir. Pero los alumnos evidentemente están sufriendo, en ese escenario que todos vimos en el video, una tergiversación justo en su etapa de formación como ciudadanos.
De allí pueden surgir varias posibilidades:
- Indiferencia, ante una clase que rompe con cualquier concepto educativo, inclusive el que mediante eslóganes esa profesora diga respetar, como que el alumno haga preguntas, dude y busque su propia respuesta sin que se la den ya digerida.
- Rechazo: que se cierren a cualquier otra cosa que diga esa profesora, buena o mala, y esas horas estén definitivamente perdidas y los conocimientos en la materia los busquen (o no) en otro lado.
- Bronca: que los estudiantes se junten y reclamen a sus padres y directivos por la actitud irreverente de quien está allí para una cosa distinta a la de reclutar cerebros en proceso formativo para su causa política personal.
- Otras (que cada lector piense la suya y la aporte en redes sociales, es valiosa la multiplicidad de opiniones que pueda surgir).
Pero la peor consecuencia de todas es la que evidencia que aulas como estás estén en todas partes, no solo desde ahora, y sean verdaderas fábricas de zombies, a los que hay que definir para esta ocasión como "muertos cívicos que solo buscan comerle los sesos a otros para mantenerse en movimiento y en masa, pero ¿vivos?".
Basta con que algún alumno no despabilado, condicionado en su capacidad cognitiva adhiera -ya sea activa o silenciosamente- al fervor y la pasión de la docente y vea que no necesita hacerse demasiadas preguntas para conseguir estar al frente de otra gente, para que el acto multiplicador de la ignorancia se haya concretado.
Solo guiado por la pasión del otro, sin luz ni complejidades, sin tener que pensar demasiado, y sabiendo que con solo oprimir y gritar más fuerte se consiguen cosas, habrá un nuevo reproductor del mismo mecanismo de acción política: el "porque sí". Y la historia en la que basará su relato será tan infiel a lo que realmente sucedió, como tantas otras que han dado origen a movimientos que no por exitosos en las elecciones son racionales. El mundo está plagado de ejemplos.