El triple crimen y el cenotafio de Dios

Al Vaticano no le queda más remedio que abrirse al diálogo y poner su atención en temas sociales y ecológicos, aunque todo indica que su acotado reducto va camino a convertirse en un "segundo Kremlin". Así lo afirma Sergio Fuster en este artículo.

Sergio Fuster

Dar entidad al anuncio de Friedrich Nietzsche acerca de la "muerte de Dios" impone asimismo meditar en su resurrección. Lo digo considerando el notable resurgimiento de la religión en nuestra era tecnológica. Razón por la cual lo antedicho no deja de ser una metáfora para repensar el mundo que nos rodea en cuanto a la presencia indiscutible que hoy tienen las cuestiones de fe.

En la década de los noventa George Steiner, en el libro "Nostalgia del absoluto", nos advertía que el vacío existencial que se cernía sobre la época podría dar lugar a una especie de reemplazo de lo espiritual por un fenómeno que él llamó "metarreligión". Con eso se refería a estructuras de sostén como filosofías y proyectos políticos que fenomenológicamente tendrían elementos descriptivos similares a los que posee una religión sin ser exactamente lo mismo, como por ejemplo el cientificismo, la antropología evolucionista, el marxismo, el psicoanálisis, etcétera. Richard Rorty, más o menos para al mismo tiempo, planteó que el siglo XXI sería ateo y racional por causa del advenimiento de la ciencia y la técnica. Ambos profetas contemporáneos se equivocaron.

Es cierto que el nuevo milenio, en rasgos generales, no es una época espiritual, si por "espiritual" entendemos a la contracultura neoindia de la década del setenta que hoy por hoy ha devenido en el jugoso negocio de la autoayuda, pero sí es indiscutiblemente una era atravesada por la presencia de la "religión militante". A pesar de los avances tecnológicos, como la robótica o la inteligencia artificial, nuestro tiempo es quizás tan o más religioso de lo que fue la era antigua. Voy a tratar de justificar por qué digo esto.

Al desmembrarse la atea Unión Soviética se abrió camino a un capitalismo sin barreras y junto con él trajo aparejado la emergencia de los arcaicos monoteísmos. A partir del 11-S el Islam irrumpió en la escena mundial como el nuevo enemigo mortal de Occidente. El mundo en progreso capitalista se lanzaba hacia un Oriente "medieval" en una nueva "cruzada". Empezaba así la batalla de "los Dioses ancestrales" reunidos en una "titanomaquia" contemporánea.

La religión en las primeras décadas del presente siglo comenzó a tener una importancia fundamental. Vemos que las masas migratorias están cambiando el mapa de la fe y reconfigurando su geografía. Se estima que en las próximas décadas Europa será mayoritariamente musulmana, restringiendo así al cristianismo a América. Al Vaticano no le queda más remedio que abrirse al diálogo y poner su atención en temas sociales y ecológicos, aunque todo indica que su acotado reducto va camino a convertirse en un "segundo Kremlin". Por otra parte, muchos siguen intentando escapar de la crisis a través del espiritualismo oriental en versión personalizada. Y todo esto en paralelo con el avance del "dataísmo" y la exacerbación de los egos en la fugaz fama que otorgan las redes sociales. Paradigma tecnológico que está cumpliendo, además, el papel de un Dios digital que ha devenido en una "metarreligión" evidente.

Aunque lo antedicho pudiese ser una sucinta descripción del panorama todavía no explica por sí mismo la resurrección de los antiguos monoteísmos. Veamos algunos asuntos de importancia estructural que contribuyen a este fenómeno epocal.

En el mito cristiano del asesinato de Cristo, el viernes previo al domingo de resurrección fueron inmolados dos delincuentes al lado del salvador. El "Díptico del calvario" de Jan van Eyck o "La lanzada" de Pedro Rubens justamente ilustran esto. Sobre un fondo tormentoso aparecen tres cadáveres colgados en sus cruces: el "triple crimen" que antecedió al "día de gloria", aquel que presenció el revival de Dios, es decir, el acontecimiento de la tumba vacía.

Siguiendo con la misma metáfora, también en nuestros tiempos, tres óbitos preexistieron al resurgimiento de la religión: tres discursos fueron ofrendados en el altar de la decadencia, y como consecuencia hicieron posible el notable protagonismo de Dios. Los tres relatos que fueron "crucificados" sobre el Gólgota del nuevo milenio fueron: la filosofía, el sujeto y la historia, fallecimientos que activaron la búsqueda imperiosa de verdades sólidas y que definieron en parte al presente entorno. Terminá de leer este artículo de Sergio Fuster haciendo clic aquí.

EL AUTOR. Sergio Fuster es filósofo, ensayista y teólogo. Su columna fue publicada por Gaceta Mercantil.


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