El Gobierno no puede manejar al dólar y se enamoró de la inflación

Es peligroso el nivel de inconciencia con el que se manejan ciertos funcionarios.

Rodolfo Cavagnaro

Los acontecimientos de los últimos días muestran que el Gobierno ya no puede manejar el precio del dólar mientras disfruta de los beneficios que le genera la inflación, en término de mayor recaudación de los impuestos al consumo, como puede ser el IVA o el impuesto cheque.

La falta de arreglo con el FMI, sumado a declaraciones altisonantes del mismo presidente, no generan el mejor clima para una negociación. Mientras tanto, el reloj corre y antes de fines de marzo hay que afrontar pagos con el FMI, con el club de París y con bonistas. En ese recorrido el BCRA se quedará casi con menos de us$ 1.000 millones de reservas.

El problema está en la presión que genera la demanda sobre los dólares de mercados marginales, ya sean bursátiles o físicos. La escasez de divisas en el BCRA llevó a éste a limitar las importaciones, tanto que las automotrices deberán conseguir sus dólares para importar. Lo único que podría ayudar a las autoridades es que ingresen divisas por turismo receptivo, aunque la mayoría iría al blue. También hay esperanzas con la cosecha de trigo, pero está muy castigada por la sequía.

Y el dólar paralelo no baja, además, porque la cantidad de moneda que el gobierno liberó al mercado durante 2021 fue superior a 1,8 billones de pesos y esta es una de las explicaciones más certeras que explican la tasa de inflación de 50,9% con la cerró el año pasado, pero anticipándonos tasas muy altas para el primer semestre de 2022.

Esta situación y la posibilidad de que la Argentina caiga en default con el FMI es lo que ha provocado la caída de los valores de los bonos argentinos que cotizan en Wall Street. De la misma forma, la caída de los bonos trae aparejada la suba de la tasa de riesgo país y esto muestra lo lejos que Argentina está del mundo por decisión de sus gobernantes

La inflación aliada del gobierno

Está claro para la mayoría de los que saben, que la inflación es un fenómeno monetario y que se registra cuando el gobierno incurre en déficit fiscal. El déficit es producto de gastar más de lo que ingresa y al tener que financiarlo se introducir una cantidad de moneda que es extraña a la marcha de economía y tiende a devaluar el precio de la moneda nacional.

Este proceso para el gobierno por ahora es cómodo porque le permite recaudar por encima de lo presupuestado. Al poner objetivos de inflación bajos, también es menor la previsión de recaudación. Pero con la inflación real 20 puntos por encima del presupuesto, la recaudación es más alta y muestra una falsa disminución del déficit fiscal. Además, esta recaudación le ayuda al gobierno a tener más recursos sin necesidad de aumentar o crear impuestos. La inflación es el impuesto perfecto, que lo pagan los pobres y desocupados y sirve para echarle la culpa a los empresarios.

Para el presente año, el ministro Guzmán había mandado un proyecto de Presupuesto que contemplaba un 33% de inflación. La oposición pidió que modificaran esa pauta por una más realista y esta fue una de las razones por las que finalmente el Presupuesto no se aprobó.

Las previsiones de las consultoras privadas indican que la inflación esperada para todo el año 2022 podría estar por encima del 60%. Incluso, se anticipa que la del mes de enero será superior al 4%. El gobierno no responde, también sabe que la pauta del 33% se queda corta y aprovechará para aumentar el gasto público. Esta es una de las discusiones con el FMI, porque el gobierno quiere vivir con déficit hasta 2027.

Esta apuesta a vivir siempre con inflación es suicida y puede ser el anticipo de algún estallido social. El deterioro permanente de los salarios y sobre todo de las jubilaciones, hace que la estrategia de inflación para siempre sea un suicidio. Ya le pasó a Raúl Alfonsín y terminó en una hiperinflación.

Es peligroso el nivel de inconciencia con el que se manejan ciertos funcionarios sin darse cuenta que ponen en riesgo la paz social y ya no sirve buscar a quién echarle la culpa. Ya todos saben quién es el responsable y quién tiene la culpa.

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