El disfraz "religioso" del Carnaval

El teólogo José María Castillo enfoca la política vaticana, la religión y la práctica festiva del Carnaval en esta columna de Religión Digital.

José María Castillo

Yo tuve un amigo, Mariano González Mangada, que murió hace más de veinte años. Fue un hombre de un talento prodigioso y de una libertad admirable. Entre otros recuerdos ejemplares, dejó escrito un libro: Fábulas del entretiempo. Y una de aquellas fábulas se titula"El disfraz de carnaval", que dice así: Hubo una vez un hombre que en Carnaval se disfrazó de sí mismo, y parecía otro y fue muy feliz, aunque el miércoles de ceniza volvió a ser el de todos los días, es decir, el que los demás querían que fuera.

Esta fábula me ha dado mucho que pensar. Porque con frecuencia me pregunto, ¿soy yo mismo? O más bien ¿soy el que los demás quieren que sea?

Si pensamos la vida que llevamos - y la pensamos desde la más honda honradez - seguramente tenemos que aceptar que todo el año es nuestro "miércoles de ceniza". Porque no somos nosotros mismos, sino el de todos los días. Es decir, somos el que los demás quieren que seamos.

Esto le pasa a casi todo el mundo. Pero tengo la fundada sospecha de que, en los ambientes religiosos, hay más peligro de no ser uno mismo, sino la persona religiosa, observante, edificante, ingenuamente ejemplar. ¿Por qué el papa Francisco desagrada a tanta gente porque no se le ve como el Sumo Pontífice, sino que sale a la calle y entra en las tiendas, como lo hace cualquier ciudadano? ¿Por qué en la Iglesia se han ocultado, durante años y años, tantos escándalos de pederastia? ¿Por qué no aparecemos cada uno como realmente somos?

Máscara del carnaval

Es llamativo que, según el Evangelio, lo que Jesús les echó en cara a los "escribas" y "fariseos" es que eran unos "hipócritas", sobre todo la diatriba de Mt 23. El término "hipócrita" viene del lenguaje teatral. Hipócritas son los que "representan" lo que realmente no son. Porque hacen el "teatro" de una ejemplaridad que no se corresponde con lo que es su vida.

No cabe duda. El "gran teatro" de la "hipocresía religiosa" es lo que ha hundido a la Iglesia en no pocos ambientes. Con lo que la Iglesia no ha ganado prestigio. Al contrario, ha perdido para mucha gente, la poca estima que le quedaba. ¿Y no lo ven todavía quienes tendrían que verlo?

No cabe duda que, en la Iglesia, hay cantidad de obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, tantos y tantos ciudadanos, que han dado (literalmente) su fama, su dignidad y su vida por causa de su ejemplaridad coherente. Pero el "disfraz religioso de Carnaval" ha sido más constante y más poderoso que las ejemplaridades más transparentes que puede presentar esta Iglesia nuestra.

EL AUTOR. José María Castillo es teólogo y escribe en Religión Digital. Leé todos sus aportes haciendo clic aquí.

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