El asesinato de Lencioni, el cura que combatió la epidemia

El misterioso asesinato del sacerdote que involucró una trama nunca resuelta. La política, la iglesia y los secretos de un amor prohibido.


El cura del pueblo

Rivadavia, 8 de julio de 1890

Jefe General de Policía de Rivadavia

D. Salvador Burgoa

"Comunico que el 6 de julio del corriente fue asesinado el Presbítero D. Francisco Lencioni. Por una casualidad se descubrió el hecho, pues la casa estaba cerrada y deshabitada. Este misterioso crimen no ofrece por lo pronto datos para perseguir culpables. Pido al Sr. Jefe quiera recomendar a sus subalternos tomen interés en el descubrimiento del autor". Firmado: Modesto Gaviola - Subdelegado Municipal

Paralelamente el mismo subdelegado se dirigió a los ciudadanos del departamento invitando al sepelio.

"Señores vecinos. Habiendo sido víctima de un crimen y siendo el caso, debemos proceder a la inhumación de sus restos, suplico a Uds. quieran acompañarnos en la última morada del Presbítero Lencioni. Casa mortuoria: Casa del Finado / 17P.M.".

Sorpresa absoluta. No solo la epidemia de cólera cobró innumerables víctimas, sino que en Rivadavia también terminó con el contagio y muerte del Presbítero Olguín, uno de los adalides de la lucha contra el flagelo. Pero además misteriosamente aparecía brutalmente asesinado el otro referente social en la ayuda comunitaria: el cura Francisco Lencioni.

El cura Lencioni había nacido en Sillano Giuncugnano (Lucca) y se había consagrado sacerdote en el Convento de Santo Domingo (Fiésole). Llegó a Rivadavia, con más de 30 años, ya sacerdote. Muy rápido supo ganarse el afecto ciudadano. Su carisma y estampa, acompañado de una multifacética vocación social fueron un imán popular que claramente contrarrestaba con las costumbres de la época. Se dedicó a la homeopatía. Creó una cooperativa agrícola. Fue apicultor. Montó una escuela de oficios para injertadores. Enseñaba talabartería. Era el veterinario del pueblo. Construyó la primera parroquia de San Isidro. Y como si fuera poco, les prestaba a los vecinos su carretela para cualquier acarreo doméstico. En "la colecta" de sus misas también recibía huevos, gallinas, conejos, frutas, embutidos, que luego repartía entre los pobres o se vendían en la cooperativa creada. Su temperamento, directo y sin tapujos, le ocasionarían fuertes discusiones con los gobernantes de turno. Las homilías de Lencioni eran punzantes, generando la indignación del "establishment" de la época. Su pronunciada tonada extranjera le valió el mote: "el cura tano". Su activo compromiso ciudadano la denominación: "el cura del pueblo".

La venganza del Diablo

Rivadavia había nacido como departamento en 1884, dando sus primeros pasos de administración autónoma bajo la tutela del Subdelegado Guillermo Cano. Un debate paralelo ocupó a la Legislatura provincial ante la creación del departamento. Fue su cambio de nombre. A la popular e histórica denominación de "San Isidro" se le impuso, siguiendo el ideario liberal y laicista de la época: "Rivadavia", en reconocimiento a uno de los referentes de aquella generación.

Entre los defensores de mantener el nombre histórico del pueblo, manifestaciones populares de por medio, se encontraba Francisco Lencioni. Y como si esto fuera poco, a días de creado el departamento se debían elegir "municipales". Entre los electos resultaron el Presbítero Olguín y Felipe Calle. Las diferencias políticas provinciales entre partidarios del Gobernador Ortega y sus opositores se trasladaron a Rivadavia. La coyuntura hizo que Calle fuera expulsado. Paralelamente había nacido el diario "Los Andes" (1883), propiedad de la familia Calle, ferviente opositor de Ortega. Un grupo de vecinos dirigidos por Lencioni apoyó a Calle. Por el contrario, el Presbítero Olguín votó su remoción. La circunstancia hizo que Lencioni quedara, solo, visiblemente "del otro lado".

Esa será la gota que colmó el vaso. La decisión estaba tomada. Pero el hecho desgraciado de la epidemia prolongó su remoción. Su liderazgo se sobrepuso circunstancialmente a cualquier determinación. Aunque por poco tiempo.

Políticamente "Incorrecto"

Lencioni había llegado a Mendoza en diciembre de 1860. Su bautismo de fuego fue el terremoto de 1861. Cumplió la doble tarea de sacerdote y de médico homeópata desoyendo las indicaciones del Comité Central de Emergencia. Generó colectas y organizó los centros sanitarios. Ocupó la iglesia como sala de primeros auxilios. Nunca le rindió cuentas a nadie. Fue denunciado. Pero la presión social fue tanta, que se desestimó la acusación un día antes de iniciarse el proceso. Nadie se animó a atestiguar en su contra.

Otro hecho clave para definir la personalidad de Lencioni se libró unos años atrás, durante la segunda Batalla de Santa Rosa en diciembre de 1874. Tras la victoria presidencial de Nicolás Avellaneda, el General Mitre se reveló. La situación se extendió al Interior. Por entonces gobernaba Mendoza, Francisco Civit, quien apoyará al Presidente Avellaneda. Civit fue depuesto momentáneamente hasta que Julio Argentino Roca venció a los rebeldes en Santa Rosa.

Genoveva

Pero para nuestra historia lo relevante de este suceso, fue qué en Santa Rosa, Lencioni conocerá a Genoveva Villanueva, la presidenta de la Sociedad de Beneficencia de Mendoza quien ofrecía sus servicios de asistencia médica a los heridos de la batalla. Altruista, rebelde y corajuda, Genoveva era una comprometida mujer que tampoco se llevaba muy bien con las formalidades de la época. Perteneciente a la aristocrática familia mendocina (pariente directa de Nicolás, Joaquín, Arístides y Elías Villanueva, gobernadores todos) había roto con el común denominador de su tiempo. Tuvo la osadía de separarse (del francés Carlos Meyer) mientras estaba radicada en Concepción (Chile). Se había formado en el Hospital San Juan de Dios de Santiago, ya que no pudo estudiar en la Universidad Real de San Felipe por estar prohibida la formación académica para las mujeres. Es en Chile donde conocerá los beneficios de la homeopatía, actividad que ejercerá gratuitamente hasta los últimos años de su vida.

Mientras tanto Lencioni de la mano de su acción eclesiástica, cumplirá paralelamente su actividad de médico homeópata por los departamentos de Junín, Santa Rosa y La Paz. Su popularidad crecía apuntalado por su vocación médica.

El estudio de la homeopatía y su preocupación por el prójimo serán comunes denominadores en la vida de Genoveva y Lencioni.

Por el amor de Dios

"Rivadavia, 8 de julio de 1890

Señor Juez de Paz de Rivadavia

D. Exequiel Martín

Habiendo sido asesinado en la noche del 6 de julio del corriente el Presbítero Francisco Lencioni, y no conociendo parientes que puedan atender sus intereses, pido a Usted quiera proceder a inventariar las existencias del finado. Sírvase dar cuenta a esta Subdelegación una vez que haya terminado su cometido.

Firmado: Subdelegado Municipal Modesto Gaviola"

La respuesta no se hizo esperar.

"Rivadavia, 10 de julio de 1890

Señor Subdelegado Municipal de Rivadavia

D. Modesto Gaviola

Adjunto a Usted las averiguaciones primeras, datos y sumarios de los individuos detenidos como testigos. Son ellos los vecinos Ajenor Cano y Rogel Michel, moradores de la calle "Chañar", lindante con la casa de Francisco Lencioni.

Acompaño además una lista de ropas encontradas. Un reloj de bolsillo grabado con iniciales "F L" y año "1874". Botellas y cajones con hierbas medicinales. Una imagen grande de Jesús Cristo. Un Rosario. Botellas con alcohol de remedio, revistas de médico y libros de religión. Vainas y cuchillos. En un tarro la suma de 17 pesos. Llama la atención un libro de medicina "L' Officine - Rêpertoire Gêneral de Pharmacie Pratique de François Laurent Marie Dorvault" donde se encuentra la anónima dedicatoria: "No pudo detenerme ni Atila, pero me ha paralizado un pensamiento".

Firmado: Juez de Paz de Rivadavia - D. Exequiel Martín

Esos son los últimos documentos encontrados, recopilados por el historiador Ramón Gutíerrez Gallardo y publicados parcialmente por Rayner Gusberti en "Rivadavia, Antecedentes para una historia" (1986)

Ahora bien, ¿quién pudo detener a Atila? Según la historia, hacia el 451 Atila rey de los Hunos, llegó a las puertas de Paris. El pánico cubrió la sociedad, hasta que escapándose de su celda (estaba encerrada por haberse contagiado de lepra) pudo convencer a todos de organizar la resistencia. Logró su cometido y pudieron controlar al invasor. La heroína que emprendió la resistencia fue quien luego sería Santa Genoveva de Paris.

Crimen y castigo (1866)

Asesinatos, la búsqueda de justicia y de felicidad, la culpabilidad, la fuerza de la pasión, el doble sentido, la lucha interior, la pobreza y la redención, se presentan constantemente en el libro escrito por Fiódor Dostoievsk, pretexto ocupado para titular el presente artículo.

Casualidades. Parece una novela. Genoveva "la dama de los yuyos" (según Hebe Beatriz Bussolari de Levene) por su afición homeopática. Rebelde como quien no quiso ser novicia. La intransigente que enfrentó al caudillo Fray Aldao (¿será el Atila de la dedicatoria?) siendo luego humillada y encarcelada. Genoveva, la gestora del Asilo de Huérfanos, la Escuela de Caridad, el Colegio de la Beneficencia. Filántropa que ayudó a Lencioni con fondos propios para hacer el lazareto de La Reducción tras la epidemia de cólera.

Genoveva morirá el 22 de mayo de 1890. Tres años antes fue encerrada bajo el argumento que había perdido sus facultades mentales. Lencioni fue cesanteado como cura en 1887, el mismo año cuando empezó el cautiverio de Genoveva. Fue asesinado un mes y medio después de la muerte de ella. Según la leyenda, nunca lo dejaron visitar a Genoveva.

Conjeturas y versiones llenaron el imaginario popular sobre las causas de la muerte. En esencia, la misteriosa muerte del cura Lencioni no hizo más que abrirle paso a la inmortalidad.

"Es la luna la que crea el silencio, la luna que se ocupa en descifrar enigmas". Sigilosa frase de la novela nombrada.


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