El túnel del tiempo de las universidades argentinas: ¿La marcha del revival ideológico?

Escribe Isabel Bohorquez: "Las universidades parecen ser incompetentes al momento de acompañar y sostener un proyecto de formación que no solamente debe mirar el campo disciplinar sino el laboral y las posibilidades reales del estudiantado de llevarlo adelante. La mayor parte de las veces, los estudiantes son invisibles a los ojos de sus docentes".

Isabel Bohorquez

La última marcha universitaria que llenó muchas calles de todo el país -a mi entender- dejó en claro algunas cosas.

Fue política. Muy política. Lo evidenció la presencia de tantos personajes de un sector y otro, peronistas, kirchneristas, radicales, de izquierda...-aunque hoy en día es difícil distinguirlos- gremialistas, movimientos piqueteros y otras organizaciones sociales, que fueron a poner la cara con una consigna que se considera intocable: la defensa de la educación pública. Fue el gesto políticamente correcto...

Notablemente, el último recorte presupuestario feroz se hizo hace un año atrás y nadie dijo nada... ¿quizá se demoraron todo este tiempo en la organización de la marcha? Lo insólito es que el principal autor de aquel recorte, Sergio Massa, también estuvo presente.

¿La defensa de educación pública consiste en resguardar un presupuesto? ¿Es una cuestión de financiamiento?

Entiendo que financiar la educación es un aspecto indispensable.

Sin embargo, en Argentina nunca hemos cumplido con la Ley de Financiamiento Educativo N° 26075 que incluye al sistema universitario estatal.

Tenemos un problema serio para administrar el dinero que nosotros mismos como sociedad y a través de la gestión de los organismos del Estado, hemos definido que vamos a destinar. La inversión educativa en nuestro país sigue siendo un desafío pendiente. Nunca -desde su sanción hace casi 20 años- hemos alcanzado el 6% del PBI que establece la ley, ni cerca. No hemos alcanzado siquiera el 2% del PBI nacional.

Y tampoco han surgido voces de ningún sector, que propongan una discusión seria y serena sobre las razones de este incumplimiento sostenido y, fundamentalmente, sobre cómo resolver su consecución.

¿Parece que salir a la calle a reclamar dinero es la única solución que se nos ocurre?

Si miramos en retrospectiva y constatamos que, en casi dos décadas, no alcanzamos lo que proclamamos y gritamos con banderas, bombos y platillos...es probable que estemos ante un caso grave de paradójica contradicción o de tremendo cinismo o vaya a saber qué patología social nos ha enfermado para gritar y cantar de vez en cuando lo que después tiramos al fondo del cajón y seguimos haciendo como si nada.

Porque el verdadero desafío no consiste en reclamar presupuesto sino en consensuar en el conjunto de la sociedad, cómo vamos a alcanzar la inversión educativa deseada y necesaria para concretar la tan postergada educación pública de calidad que decimos defender.

Si de cifras se trata -para el conjunto de la sociedad- es difícil tener precisiones respecto a cuál es el presupuesto global total que se consigna a las universidades, y a su vez, tener en claro los diferentes destinos que esos fondos tienen para el completo desenvolvimiento de las instituciones.

No se trata de poner un manto de sospechas ni salir a perseguir fantasmas. Hay mucha gente valiosa y muchos proyectos que son parte de nuestro patrimonio cultural y científico que nos honra como argentinos.

Aunque quienes hemos tenido alguna cercanía con el sistema universitario (en lo personal, cumplí el rol de rectora de una universidad durante 5 años), sabemos que esas precisiones son necesarias y que en muchas ocasiones se invierte en vano, se invierte mal o se invierte para beneficio de algunos sectores que no tienen como propósito más que sus propios intereses. Y esto pasa tanto en las universidades como en cualquier otro organismo del Estado sino hay control de gestión, auditorías y criterios de trabajo conjunto más allá de los gobiernos de turno.

La tan mentada autonomía y autarquía universitaria no puede ser excusa para el derroche o los negocios internos. Menos aún, para la politización partidaria que direcciona tantas veces grandes sumas de dinero en función de sus intereses. Politización que incumbe a todos los sectores políticos, incluso los que se dicen republicanos y suelen asumir aires de integridad institucional.

Parte de la solución al problema de la inversión educativa es empezar a tener muy claro en qué se invierte, con transparencia y en base a auditorías confiables.

Aún así, entiendo que ese no es el único problema (sí, hay más, mucho más).

Un problema: acceder

En Argentina nos repetimos todo el tiempo que la educación pública universitaria es popular, gratuita y -a partir de la reforma (en el año 2015) del artículo 7° de la Ley de Educación Superior N° 24541 (del año 1995)- también es irrestricta. Eso nos da la maravillosa sensación de que cualquier persona que así lo desee en Argentina puede acceder a la universidad con solo ir a inscribirse.

¡Fantástico! Vivimos en el mejor país del mundo y tan generoso además que hasta cualquier extranjero (hoy un poco más de 117.000 estudiantes que resultan algo así como el 4% del total del estudiantado, según estadísticas oficiales) puede acudir a nuestras aulas en las mismas condiciones que cualquier ciudadano argentino.

Hemos escuchado y visto consignas de testimonios de egresados de universidades argentinas públicas, estatales y gratuitas (lo de irrestrictas es más reciente) que son primera generación de universitarios con un papá trabajador y una mamá ama de casa. Cabe aclarar que mi hermana y yo, somos primera generación universitaria en mi familia núcleo y que provengo de un hogar típicamente de clase media (clase a la que sigo perteneciendo). Y si me miro a mí misma y solo a mí misma digo, ¡claro! ¡A la universidad argentina puede ingresar todo el mundo! Yo egresé de tres carreras de grado, dos especializaciones y un doctorado. Soy hija de la universidad argentina.

Pero, si busco en las estadísticas oficiales y leo con detenimiento, me encuentro con que menos del 2% de la clase trabajadora argentina accede a las universidades.

¡¡¿¿Por qué??!! ¡¡¡Si es gratuita, irrestricta y popular por definición ideológica!!!

Si, si, así es. Es por definición ideológica.

En la realidad, son muy pocos los jóvenes argentinos de clase trabajadora que acceden a la universidad.

Es más, podemos afirmar que son muy pocos los jóvenes que ingresan a la universidad en términos relativos a la franja etaria 18-24 años.

La pirámide educativa sigue siendo muy estrecha y solamente alrededor (cito estadísticas oficiales de la Secretaría de Políticas Universitarias, del año 2021-2022) del 13 % de los jóvenes entre 18 y 24 años ingresan a las universidades argentinas.[1]

¿Qué significa esto? Simple y llano: la inmensa mayoría -casi el 87 %- de los jóvenes argentinos entre 18 y 24 años no ingresan a la universidad que tanto proclamamos como popular, gratuita e irrestricta.

¿Por qué pasa esto? Entre otros factores: 1- porque no finalizan el nivel secundario; 2- porque, en el mejor de los casos, deben incorporarse al mercado laboral ya que no pueden sostenerse sin ingresos por una ventana de tiempo de por lo menos 5-8 años para dedicarse a estudiar y la mayoría de la oferta educativa no está planteada para jóvenes que estudian y trabajan; 3- porque un tercio de la oferta educativa universitaria está concentrada en Buenos Aires aun cuando allí reside menos del 10 % de la población estudiantil (para ingresar a la UBA por ejemplo si no vivís en Bs As se te hace difícil ¿verdad?) y eso obliga a emigrar a estudiantes de todo el país que luego deben tener recursos con los cuales vivir allí o contar con becas que realmente les permita sostenerse en el tiempo.

"(...) en Buenos Aires se concentra la mayor cantidad de universidades públicas y privadas del país, con un amplio abanico de ofertas académicas que refuerzan su desarrollo como ciudad central del área metropolitana y la vida nacional[1]. De hecho, las universidades públicas y privadas con sede en CABA representan un tercio de la matrícula nacional (SPU, 2020), en una ciudad donde reside el 6,6% de la población total (Censo Nacional 2022)"[2].

La distribución de universidades tanto de gestión estatal como privadas que hay en el país, 133 en total, siguen siendo el reflejo de una Argentina que no logra ser realmente federal.

Parece que Dios sigue atendiendo en Buenos Aires....

Para que no queden dudas sobre la distribución geográfica de las universidades, aquí les comparto un mapa que es bastante gráfico:

 

El túnel del tiempo de las universidades argentinas: ¿La marcha del revival ideológico?


Distribución territorial de universidades públicas y privadas en el país (por provincias y CABA). Año 2020. Departamento de Información Universitaria. Secretaría de Políticas Universitarias. Ministerio de Educación Argentina (2020).

Otro problema: permanecer y egresar

Respecto a este gran problema (sobre el que nos hemos explayado en otros textos en esta misma columna)[1] hay que reconocer que un 20% de egreso como tasa global del sistema universitario de gestión estatal, al que concurren el 80% de los estudiantes del país, es un fracaso.

Y hasta aquí, se viene haciendo nada o muy poco.

Los lamentos generalizados de la sociedad y particularmente, de las instituciones educativas respecto a las dificultades de los estudiantes para comprender consignas, resolver problemas, etc., etc., llega a los confines del sistema universitario y los penetra. Nos encontramos con estudiantes que han logrado culminar el nivel secundario pero que se encuentran con escasas herramientas para desempeñarse en el nivel superior.

Las universidades parecen ser incompetentes al momento de acompañar y sostener un proyecto de formación que no solamente debe mirar el campo disciplinar sino el laboral y las posibilidades reales del estudiantado de llevarlo adelante. La mayor parte de las veces, los estudiantes son invisibles a los ojos de sus docentes.

Las acciones que se vienen promoviendo desde hace más de una década para resolver la tragedia educativa que resulta de esta pirámide tan estrecha adonde tocan su cúspide una élite, no han tenido buenos resultados y la tasa de egreso en Argentina sigue siendo de las más bajas de la región.

Así mismo, actualmente hemos alcanzado un bajo porcentaje de población a nivel nacional con nivel superior en su formación, un 24 %, dato que mide la OCDE para estimar condiciones de empleo y desarrollo. No es tan difícil pensar que un país con altos porcentajes de población con nivel superior tiene más chances de progresar[2].

Otro problema y vamos terminando: la oferta universitaria

Argentina tiene un sistema universitario que en muchos casos es caótico, repetitivo y desmesurado en su oferta educativa.

Tenemos una excesiva oferta de pre grado y grado: alrededor de 9329 titulaciones más las de post grado.

Hay mucho trabajo por hacer, ordenar la oferta, discutir los alcances e incumbencias, vincularla tempranamente al mundo del trabajo. Lo mismo con la investigación y la extensión. Todas las tareas en el seno de las universidades pueden y deben tener un papel protagónico en el desarrollo de nuestro país, pero algún día tenemos que sentarnos en serio a ordenar semejante crecimiento desordenado y tantas veces perjudicial para los propios egresados que son los primeros damnificados cuando parten de la universidad con una titulación que se solapa con otras o que le reduce el campo laboral, etc.

Lo afirma el propio CIN (Consejo Interuniversitario Nacional) en el 2012 y en referencia a acuerdos formulados desde el año 2008: "Existe un consenso generalizado acerca de la necesidad de abordar sistemáticamente el tema de las titulaciones en nuestro país, con una situación actual caracterizada por gran desorden y dispersión de títulos, especialmente en el grado". Y, además: "Es necesario definir un conjunto de criterios que permitan distinguir con claridad los tipos de diplomas de grado y pregrado y una posible clasificación de títulos en cada una de las áreas disciplinarias."

Continua el documento: "Numerosos estudios señalan que la oferta de títulos en el país crece en forma acelerada en términos cuantitativos y cualitativos en un marco de diversificación creciente en el que algunos autores destacan dos tendencias importantes: la "sobre" especialización en el grado, especialmente en determinadas áreas disciplinarias, la superposición de oferta y la reiteración de títulos (Krotsch 2007; Fanelli y Balán 1994; Dirié, C. 2002; Marquina 2004; Auberdiac y Etcheverry 1995) en áreas o regiones geográficas".

El mismo texto expresa: "Asimismo, esta DNGU ha señalado recurrentemente que, en las presentaciones que realizan las instituciones universitarias para obtener el reconocimiento oficial de un título, se vislumbran una gran diversidad de denominaciones para propuestas de formación similares. Sólo para que se entienda a qué nos referimos, valen como ejemplo los títulos que mostramos a continuación, cada uno de ellos de una institución diferente: Licenciado en Agronegocios / Licenciado en Administración y Gestión de Agronegocios / Licenciado en Comercialización Agropecuaria / Licenciado en Administración Agropecuaria y Agronegocios con orientación alternativa en Gestión de Agroalimentos"[3].

Ni hablar de carreras desactualizadas, demasiado extensas, etc.

Hasta donde entiendo la defensa de la educación pública universitaria, considero que debe abordar la inversión educativa y el problema de su correcta gestión y transparencia; así como los históricos problemas de acceso, permanencia, egreso y oferta educativa que deben ser parte de una discusión seria que no se realiza en las calles ni busca culpables. Sí, responsables.

¿Estaremos dispuestos?

Dice lucidamente Mario Vargas Llosa en su presentación del Manual del Perfecto idiota latinoamericano:

"(sobre la idiotez) Postiza, deliberada y elegida, se adopta conscientemente, por pereza intelectual, modorra ética y oportunismo civil. Ella es ideológica y política, pero, por encima de todo, frívola, pues revela una abdicación de la facultad de pensar por cuenta propia, de cotejar las palabras con los hechos que ellas pretenden describir, de cuestionar la retórica que hace las veces de pensamiento. Ella es la beatería de la moda reinante, el dejarse llevar siempre por la corriente, la religión del estereotipo y el lugar común"[4]



[1] https://www.memo.com.ar/opinion/fracaso-universidades/

https://www.memo.com.ar/opinion/titulos-universitarios/

[2] https://www.unidiversidad.com.ar/solo-1-de-cada-4-personas-en-argentina-tiene-titulo-terciario-o-universitario#:~:text=o%20universitario%20%2D%20Unidiversidad-,Solo%20el%2024%25%20de%20las%20personas%20en%20Argentina%20tiene%20t%C3%ADtulo,el%20informe%20de%20la%20OCDE.

[3] http://fadara.armada.mil.ar/assets/archivos/normativa/2%20-%20Direcci%25C3%25B3n%20Nacional%20de%20Gesti%25C3%25B3n%20y%20Fiscalizaci%25C3%25B3n%20Universitaria%20%25E2%2580%2593/DOCUS%203%20sobre%20denominaciones%20de%20t%25C3%25ADtulos%20universitarios.pdf

[4] Vargas Llosa, y otros, Manual del perfecto idiota latinoamericano, Plaza y Janés Editores, Barcelona, 1998, p. 13


[1] https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/sintesis_2021-2022_sistema_universitario_argentino_-_ok.pdf

[2] María Carla Rodríguez, María Florencia Rodríguez, Equipamientos universitarios y ciudad: aproximaciones a esta relación en las comunas 1,4 y 8 de la ciudad de Buenos Aires, Pampa. Revista Interuniversitaria de Estudios Territoriales, Universidad Nacional del Litoral, Argentina http://portal.amelica.org/ameli/journal/583/5833474003/html/

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