Un invisible Día de los Derechos Humanos
Este 10 de Diciembre se conmemora el Día de los Derechos Humanos, pero poco ha sido visibilizado en un mundo que no cesa en su violación. La peor salida es ignorarlos. La columna de Carlos Varela Álvarez.
Hoy como ayer la humanidad muestra las señales de desigualdad, injusticia, impunidad y los mismos estándares que han hecho de la lucha por los derechos humanos una bandera necesaria y difícil de izar en miles de lugares. Hoy también la guerra campea en el centro mismo de la Europa que los reconoció y que les dio valor universal.
La realidad se ha ido moviendo en favor de su violación permanente. Regímenes teocráticos, gobiernos de partido único y democracias formales han establecido un nuevo escenario donde los derechos humanos están raleados.
Es cierto que en algunas partes del mundo las democracias han salido del closet, permitiendo la exhibición de los distintos géneros, el ascenso de la mujer en la consideración social y política, pero el centro del problema, la desigualdad sigue siendo el emblema que luce nuestro planeta. La pérdida de calidad del sistema norteamericano por dar un ejemplo y los modelos de Hungría, Polonia y ahora Italia no avizoran mejores cambios.
La democracia sigue perdiendo valor como lo apreciamos en Perú o en El Salvador donde los gobiernos electos por la voluntad popular se transforman en meras apariencias mientras las nuevas generaciones digitales crecen entre la ignorancia y la ausencia de fe en el voto y en la política.
Esa es nuestra herencia y esa es la que trasladaremos a la siguiente natalidad en lista de espera.
Los derechos humanos en este aniversario universal necesitan de la participación popular tanto como la apertura de las instituciones y la necesaria lucha por la desigualdad para lograr mejor educación, salud y acceso a las nuevas tendencias laborales. Nada nuevo he dicho, pero es cada vez más lejano si el modelo social es más tenso, más ignorante, y donde la cultura, ese pivote extraordinario de antaño ha dejado de sonar.
Un mundo sin cultura, entiéndase como decía Eduardo Galeano, aquello que se produce más que lo que consume es lo que distingue a una sociedad.
¿Quien enseñará a las futuras generaciones? ¿Cómo serán sus maestros, si estos son los actuales estudiantes sin acceso al agua, la comida y la dignidad?
Una sociedad que quiera a la democracia debe plantearse el presente para alguna vez mirar a lo lejos, y si lo hace podrá entonces ver al otro/a que no es sino el mismo.
Somos aún humanos, desiguales, digitales, desinformados, acríticos y anómicos pero aún queda en este insulso aniversario la memoria, esa vieja amiga de noches y amaneceres, de luces y sombras, pero que está ahí al acecho, para decirnos que no podemos equivocarnos más con el clima, la humanidad porque es el pasado que mira atónito de tanto presente urgente.