Después de la pandemia, ¿qué?
"Nuestra acumulación de capital humano es insuficiente para sostener un crecimiento económico no solo prolongado sino también equitativo, en un mundo crecientemente competitivo", escribe Alieto Guadagni.
América Latina está viviendo una gran crisis, debido a la pandemia que está azotando al mundo, con una caída del PIB que apunta a ser la peor en toda su historia. Para encontrar una contracción de magnitud comparable hace falta retroceder hasta la Gran Depresión de la década de 1930 o, más aún, hasta 1914, las estimaciones para nuestro país no son mejores.
Es previsible un nuevo escenario global, en el cual haya quedado atrás esta pandemia que azota hoy a la humanidad. Esta etapa nueva abrirá una oportunidad para que todos en nuestro país, es decir no solo los oficialistas y opositores, sino también todos aquellos que procuran el bien común de nuestra sociedad, impulsen el ingreso de nuestro país a una nueva etapa de su vida como Nación, que se debe caracterizar por la equidad social en una economía próspera.
La realidad no alerta, ya que desde los ‘80 transitamos por repetidos años recesivos, ya que hace nada menos que cuatro décadas que Argentina dejó de avanzar de una manera sostenida por el sendero del crecimiento económico, basamento esencial de la integración social de la población. En 1980 nuestra participación en el PBI mundial era nada menos que el doble que la actual, no abundan en este siglo globalizado naciones que hayan tenido tan grave retroceso.
Transitamos desde hace años un largo proceso de estancamiento productivo, con alta inflación y déficit fiscal, aumento del desempleo y la pobreza, penurias que han sido frecuentes en las últimas décadas. Nuestro retroceso se manifiesta en la evolución del PBI por habitante, en el pasado teníamos el nivel de vida más alto en la región, pero la situación es hoy distinta. En 1980 el PBI por habitante era en Argentina casi el doble que el de Chile, ahora el chileno es mayor. El PBI por habitante fue siempre mayor al del Uruguay, ahora el de este país también ya es mayor. Desde 1980 todos los países de América del Sur crecieron más que nosotros (salvo Venezuela).
Nuestros altos índices de pobreza reflejan en este año 2020 el grave hecho que en las nuevas generaciones son cada vez más quienes son laboral y socialmente excluidos. Nuestra acumulación de capital humano es insuficiente para sostener un crecimiento económico no solo prolongado sino también equitativo, en un mundo crecientemente competitivo. No es alentador que sean cada vez los graduados universitarios que emigran buscando nuevas oportunidades laborales.
Un factor negativo en nuestro estancamiento productivo ha sido y sigue siendo el alto déficit fiscal, originado por el hecho que a pesar que nuestra presión impositiva no es baja los gastos públicos exceden estos altos ingresos tributarios, desde que se evaporaron los recordados superávits gemelos. El creciente endeudamiento de nuestro estado es un buen indicador de este gran desequilibrio fiscal, la Cepal acaba de informar cual ha sido el aumento de la deuda pública en los países de América Latina entre los años 2011 y 2019, expresado como porcentaje del PBI de cada país. Así se informa que en Perú este endeudamiento aumento 3 por ciento del PBI, en Bolivia 6, en Paraguay 13, en Colombia 14, en Chile 17, esta cifra trepa a nada menos que 50 por ciento del PBI en nuestro caso. Esto significa que a fines del 2019 el endeudamiento del gobierno central de Argentina era, en proporción al PBI, más del doble que el promedio de los países de la América del Sur.
Una parte significativa de nuestro endeudamiento público, corresponde a compromisos asumidos en otras monedas, ya que nuestra deuda en pesos es de apenas el 25 por ciento del total, también aquí es notable la diferencia con los otros países, ya que en Brasil esta magnitud se ubica en 97 por ciento, en Chile, Bolivia y Perú en más de 80, en Colombia 70 y en Uruguay 63 por ciento. O sea que nuestra deuda financiera no solo es la más alta sino además, es el país donde más pesa el endeudamiento en divisas externas y no en moneda local. Esto refleja el hecho de nuestra poca credibilidad, consecuencia de muchas renegociaciones como las que se están definiendo en estos días con los acreedores externos.
El rol de la política fiscal, tendrá gran importancia en los próximos años ya que es imperioso apuntar a un gasto público más eficaz y sin déficit, es decir que no supere la recaudación impositiva, teniendo en cuenta que un mayor nivel de gastos tiene siempre como contrapartida un aumento en el endeudamiento, la emisión monetaria o una excesiva carga tributaria que no alienta ni las inversiones, ni la producción ni la creación de nuevos empleos. Si se mantiene el déficit fiscal volveremos a endeudarnos excesivamente y volver a poner en riesgo la actividad productiva.
El desafío que todos nosotros enfrentamos es como aumentar las inversiones, para hacer posible la expansión de la producción y las exportaciones, es decir construir un nuevo escenario económico que sea expansivo y que sea capaz de crear nuevos empleos bien remunerados.
Ya han sido muchos años de retroceso productivo, fuga de capitales, creciente pobreza e indigencia y desaliento al ahorro en nuestra propia moneda, por esta razón ya nos queda poco tiempo para definir un nuevo sendero que sea responsable y que, además tenga la honestidad y la lucidez requerida para comenzar una nueva era de crecimiento.
A no confundirse ya no nos queda tiempo para perder en estériles escaramuzas electoraleras, es la hora de serios y responsables acuerdos políticos, ya que todos estamos en el mismo barco, esperemos que cuando superemos esta pandemia entremos en una nueva era de crecimiento y mayor equidad social. Esta es la hora de los estadistas, recordando a Ortega y Gasset quien hace ya décadas nos dijo "Argentinos, a las cosas".
EL AUTOR. Alieto Aldo Guadagni Es contador público, economista y político. Ocupó diversos cargos públicos, siendo dos veces ministro en la provincia de Buenos Aires, dos veces titular de la Secretaría de Energía de la Nación, Secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Secretario de Industria, embajador en Brasil, representante del Cono Sur en el Banco Mundial, entre otros. Más columnas, haciendo clic aquí.