Gustavo Iaies, un tipo irreemplazable

Con este texto, el escritor, periodista y ex director general de Escuelas de Mendoza Jaime Correas, despide a Gustavo Iaies, el experto en educación fallecido recientemente.

Jaime Correas

Por un mensaje me llegó ayer como un rayo la noticia de la muerte de Gustavo Iaies, un inolvidable amigo. Especialista en educación, fue un animador de la discusión de calidad acerca de cómo mejorar el sistema. Vale la pena hacer un poco de historia porque el Gordo tenía una larga y fecunda relación con la educación de Mendoza y ante el primer llamado se sumó para ayudarnos en nuestra gestión en la DGE. Ya había asesorado a un gobierno justicialista y, sobre todo, elaboró un riquísimo informe de situación de la educación para el CEM. Cuando asumimos en 2015 era el diagnóstico más certero, informado e inteligente con que se contaba y aún hoy se puede leer con provecho.

Para escribir estas líneas repasé algunos de nuestros muchísimos mails y recordé que en agosto de 2015, cuando Alfredo Cornejo ya había sido elegido gobernador, lo invité a que viniera a participar de unas jornadas con el equipo de educación. Tratándolo de usted, le expliqué cuál era el objetivo de ese encuentro al que se convocó a varios especialistas nacionales. La respuesta fue inmediata y creo que ahí ya éramos amigos, por su generosidad, por su bonhomía, por su disponibilidad: "Dale, me lo anoté en la agenda. ¿Estaría Alfredo? ¡Qué bueno que se quiera ocupar de la mejora de la educación en la Provincia! Yo creo que se pueden hacer muchas cosas buenas. Abrazo. Gustavo".

De más está decir que fue uno de los animadores de aquel encuentro, durante el cual yo todavía no sabía que iba a recibir el ofrecimiento de ser Director General de Escuelas y que Gustavo nos iba a acompañar asesorando y elaborando las primeras estrategias y evaluaciones del sistema con nuestro equipo. Desde ese momento trabamos un relación de afecto mutuo que llegó hasta ayer y que para mí continuará. El último 31 de diciembre a media tarde me llegó su último Whatsapp con un afectuoso saludo. Nos vimos muchas veces en Buenos Aires y él vino tupido a Mendoza. Fueron horas de charlas y de aprendizaje de sus profundos conocimientos de un sistema que conocía al dedillo porque no sólo era un especialista estudioso y que había meditado mucho, sino que había pasado por el aula como maestro y como director. Conocía y quería a Mendoza porque había investigado su sistema y logró hacer una radiografía lúcida y utilísima para elaborar políticas públicas.

Gustavo era un tipo de una enorme inteligencia y con un don natural para comunicar. Daba gusto seguirlo en sus explicaciones, siempre llenas de picardía y profundidad, pero también de datos y de empatía con los protagonistas de la educación, los alumnos y los docentes. Tenía una especial preocupación por los equipos directivos de las escuelas y las supervisoras porque sabía de su protagonismo. Siempre me decía que prestara especial atención al trabajo de supervisión porque ahí estaba una de las claves del funcionamiento de las escuelas. Poseía el talento de hacer simple y gráfico lo que quería decir. Y tenía claridad. Por eso era muy requerido por los medios y su presencia era habitual para analizar cada tema educativo que surgía. Nos acompañó en uno de los actos de inicio de ciclo lectivo con sus indagaciones agudas que atraían al auditorio. En cada encuentro tuve la oportunidad de ir conociendo no sólo al sutil especialistas sino a la querible persona. Tenía un enorme humor y le gustaba la política, porque sabía que sólo con ella se va a mejorar el sistema educativo. Cada vez que nos visitaba le gustaba entrevistarse con el gobernador para interiorizarse de cómo iba la gestión en general, más allá de su tema específico. Era un fino y experimentado analista político. En Mendoza tenía dos amigos a los que estimaba mucho: Pilo Bordón y Carlos La Rosa. En esos mails a los que aludí aparecen seguido.

La muerte del Gordo Iaies, muy joven, a los 59 años, deja un vacío grande para quienes lo conocimos y lo quisimos, además de una deuda de gratitud personal en mi caso. Para la educación argentina es una pérdida porque tenía todavía mucho para dar y era un referente de alta calidad y de una inusual fuerza de trabajo. Lo vamos a extrañar. Sobre todo esos llamados periódicos, para averiguar cómo iban las cosas y dejar alguna sugerencia, alguna idea. Era muy generoso con sus conocimientos y siempre estaba disponible. Gustavo era un tipo de primera, irremplazable.

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