¡¡Coherencia por favor!!

Para que la coherencia comunicativa sea eficaz, hay que recurrir a un silogismo estimulante: «Pienso lo que digo, luego hago lo que digo».

José Jorge Chade
Presidente de la Fundación Bologna Mendoza

¿Cuántas veces nos hemos encontrado en una situación de este tipo? Es decir débiles en coherencia. Nosotros mismos (o nuestro interlocutor), una vez desequilibrados respecto a una postura, hemos seguido adelante y la hemos defendido; esto incluso cuando nos hemos dado cuenta de que las cosas eran de otro modo o de que las consecuencias serían desfavorables. ¿Cuántas veces, en el trato con nuestra pareja, o con un colega o un cliente, hemos visto este comportamiento? Lo llamamos obstinación, terquedad, testarudez. ¿Qué ocurría en ese momento? El principio de coherencia estaba en acción.

En las relaciones entre personas, el principio de coherencia significa que una vez que hemos expresado una opinión, adoptado una postura «en público», tenderemos a mantenernos fieles, coherentes, a esa postura y a continuar por el camino emprendido. Esto es así incluso cuando nos damos cuenta, sobre la marcha, de que estamos equivocados. Esto es aún más evidente en los demás, la obstinación ante la evidencia.

Pero ¿qué dice siempre el principio de coherencia en la acción respecto a las relaciones sociales? Considerando que lo contrario, la incoherencia, está estigmatizada socialmente como comportamiento reprobable, inadecuado, aquí, por el contrario, ser coherente, es decir, mantener una conducta constante y consecuente con lo ya asumido o expresado, es un comportamiento que se aprecia, porque crea fiabilidad en los demás, cuando lo primero, en cambio, crea con sus cambios de rumbo desconcierto y confusión.

¿Puede utilizarse a nuestro favor este principio, citado entre los mecanismos de la comunicación persuasiva? Por supuesto que sí. Si es cierto que, una vez expresada una opinión y adoptada una posición, luego es más difícil volver atrás, cuando consigamos crear los denominados requisitos previos de la coherencia, habremos creado las condiciones para llevar a nuestro interlocutor adonde queremos que vaya. Por citar un caso concreto, cuando llaman a una persona como coach de un bufete profesional, normalmente bufetes de abogados o contables, para entender juntos cómo mejorar el rendimiento del bufete, su visibilidad y su posicionamiento en el mercado, la tarea de esta persona como coach consiste en prestar apoyo para que, en primer lugar, haya claridad en los objetivos (algo que aparentemente muchos dan por sentado, pero que en realidad suele ser muy, demasiado general y, por lo tanto, ineficaz .

Comunicar es verter nuestro saber, ver, sentir, pensar y hacer que sea un recipiente compartido. La comunicación es la capacidad de interactuar enriqueciendo el recipiente con cosas nuevas, intrigantes, bellas, estimulantes, pero sobre todo honestas.

La honestidad no es sólo sinceridad sino, precisamente, coherencia, es decir, la capacidad de llegar hasta el final en la defensa de la propia idea, sin caer en la defensa a ultranza de una ideología o de una posición de conveniencia.

Para que la coherencia comunicativa sea eficaz, hay que recurrir a un silogismo estimulante: «Pienso lo que digo, luego hago lo que digo».

En esta breve frase condensa el mejor modelo comunicativo: el asertivo, porque precisamente cuando me siento obligado a poner en práctica lo que he prometido, pienso antes de comunicar. Pienso si lo que prometo se puede cumplir. Hay campos, como la política, en los que este axioma es imposible de sostener. ¿Por qué?

Por el simple hecho de que se vive del compromiso, es decir, se desarrolla una actividad comunicativa con respecto a un problema que tiene en cuenta no sólo el problema, sino muchas otras variables que no tienen nada que ver con el problema. Por ejemplo, la reelección. No puedo expresar una coherencia comunicativa pragmática porque tengo que tener en cuenta el impacto que mi exposición puede tener en el electorado.

Traiciono la expresión de una idea en aras de una ideología... y de los votos. No quiero introducir un debate sociopolítico, pero el expresado es el ejemplo más eficaz que se me ha pasado por la cabeza. Especialmente en este difícil momento de la historia, en el que las decisiones políticas repercuten sin filtro (y con menos resquicios) en nuestras vidas privadas y empresariales.

Me gusta la gente que piensa lo que hace,

hacen lo que dicen,

dicen lo que sienten

y sienten lo que hacen.

Se llama coherencia.

Pero también sensibilidad.

(Fabrizio Caramagna)