La representación no es a cualquier precio: ¿Cuánto cuesta ser orgánica? Entre patitos, gerontes, el clan y la ignorancia

El análisis y la opinión sobre el caso del Clan Arrieta de la socióloga Verónica Piñol Nahim.

Verónica Piñol

Si visitas cualquier penal te vas a encontrar con personas que se equivocaron feo y si vas al de Ezeiza algo hiciste muy mal. Si sos diputada de la Nación y vas a observar las condiciones sociales, jurídicas, o el contexto de habitabilidad de esas personas en la cárcel, como mínimo vas informada (al menos previa búsqueda de información del entorno de asesores que te protege) para observar mejor y proporcionar algunas posibles respuestas.

La ingenuidad, la falta de responsabilidad, la ignorancia (no por desconocimiento, esa que es consciente, estafadora, justificadora, y cómoda), el pinkwashing de mujer inocente, joven, positiva, new age patito al frente, no ayuda para esta mujer que cuando saca los dientes construye partidos, ocupa bancas, y repite versos.

No me siento representada por ella, ni por sus dichos. Pero lo que me resulta más preocupante es que la construcción de sus narrativas, sus hechos políticos, ¿sus leyes?, sus exposiciones públicas, sus negativas a dar declaraciones a los medios, estén teñidas del Clan Arrieta.

Lourdes Arrieta, pillada por los periodistas en el Aeropuerto: no pudo escaparse ni estudiar un speach.

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Me da la impresión de que debería poner en cuestión esta Diputada de la Nación primero a su clan o quizás, estas nuevas construcciones de la política de profesión incluyan lo colectivo familiar para afrontar una posición política, que más que de ella, es un relato de su familia para ejercer esta defensa de lo militar vengado por progres justicieros.

Hay según Eric Sadin (escritor y filósofo francés en la era del individuo tirano) la formación de un nuevo ethos que resulta del hecho de que los individuos se ven equipados en la actualidad con instrumentos personales de información y de expresión que le dan acceso a los acontecimientos a través de otros prismas, a un abanico de narraciones divergentes y que les permiten hacer valer sus puntos de vista, dando origen a multitudes que están resueltas a no ser ingenuamente pasivas y con las que habrá que contar de cualquier modo.  

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Este proceso tiene un nombre dice el autor que es el advenimiento de subjetividades revanchistas, subjetividades que se acaban de equipar con nuevas herramientas y que arden en deseos ahora, cueste lo que cueste, de construir su propio relato de las cosas, de hacerse escuchar.

Sobre este punto, cada cual, en nombre de la experiencia, de las de sus padres, abuelos, de su clase social, grupo de pertenencia, ético, religioso u otro, cuenta con volver a tomar las riendas de la situación y obtener resarcimiento. Dice el autor, hay una ola de voluntad masiva de resarcimiento.

Se expresa mediante una reivindicación curiosa y enérgica de derechos, leyes que hacen justicia a todas las existencias que consideran haber sido denostadas por años. Para ello llevan agua para su propio molino, por las buenas o por las malas.

Si escuchamos y observamos las declaraciones del Clan Arrieta, más que hacer presión sobre las políticas y la sociedad civil para ver su dignidad reconocida, se manifiestan efectos negativos, confusos, violentos, caprichosos, dado que sus acciones se toman como pretensiones a imponer a cualquier precio, al costo de "lo orgánico". En este caso no sabemos a quién es funcional la diputada si a su clan familiar o a su casta superior creando particularismos de tintes autoritarios.

Repudio estas lógicas de lo político, y este no es a costa de mi representación. Estas maneras contribuyen a exacerbar odios, confusiones, desconfianza y recriminaciones. Se estupidiza el juego de lo político y se cruza ese umbral de los antagonismos inconciliables.

No es ingenuo el juego de esta mascarada, detrás está lo imposible de generar acuerdos, de hacer sociedad.


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