La ciudad: una comunidad educadora

El espacio urbano y su potencial formativo, en una nueva columna del Prof. José Jorge Chade.

José Jorge Chade
Presidente de la Fundación Bologna Mendoza Dr. en Ciencias de la Educación.

"La ciudad... una comunidad educadora": no es sólo un título, sino una perspectiva de acción que va al corazón de muchos acontecimientos de nuestros jóvenes que se repiten dentro y fuera del ámbito escolar.

Emergencia educativa, niños y jóvenes que no se sienten cómodos ni pertenecientes al lugar en el que viven y los aspectos son muchos. A continuación, algunos puntos de vista y sugerencias.

¿Cómo se puede contribuir a dar mayor atención a los jóvenes y a su malestar y mejorar la vida en común?

Contar con un grupo de niños pequeños y/o adolescentes en la familia, en la escuela y en las calles de nuestra ciudad, que sean felices en la ciudad en la que viven, que contribuyan serenamente a la vida doméstica y ciudadana, mejoraría la calidad de vida de la comunidad social en su conjunto: por lo tanto, si identificamos a los jóvenes como un grupo débil, expuesto al descontento, a la ira, al deseo de venganza y, por tanto, a gestos a veces antisociales e inconscientes que siembran a su alrededor, malestar con un profundo descontento en el conjunto de la sociedad(accionar, que tal vez, todos hemos presenciado dentro o fuera de nuestra casa), habremos resuelto uno de los problemas de nuestra vida social».

¿Por qué las crisis de ansiedad, de ira parecen caracterizar a esta generación de jóvenes?

Estas manifestaciones emocionales siempre nos dejan perplejos porque son cálculos muy difíciles, no me gustaría que se dedujeran a partir de hechos noticiosos más que de análisis estadísticos, es decir, de episodios aislados que tienen su propia explicación en la historicidad irrepetible de la familia y del grupo humano al que pertenecen. Que los jóvenes tengan problemas del dolor, del sufrimiento, de la ansiedad, de las depresiones es cierto: estadísticamente no cabe duda de que hay una franja de jóvenes que también recurren voluntariamente y de forma muy explícita a los servicios psicosociales, a los gabinetes de orientación escolar. Así que está claro que hay una mayor conciencia por parte de los jóvenes de cómo funciona su mente y de cómo podría funcionar mucho mejor si pudieran entender qué les pasa, qué les preocupa. Sobre la magnitud del fenómeno y sobre la creencia de que estos fenómenos de malestar psíquico caracterizan a esta generación, yo sería bastante prudente.

Los jóvenes nos acusan de robarles el futuro, ¿cómo podemos ayudarlos?

Es imperativo que logremos establecer formas de cooperación, colaboración y codiseño con los jóvenes, para que sientan que el problema del futuro les concierne, pero en realidad concierne a todos, concierne también a la generación de sus padres, y hay mucho por hacer. Pero depende de variables tan grandes e importantes que es muy difícil mantener la esperanza de poder influir en los poderosos de la tierra que tienen en mente una calidad de desarrollo que no es la deseada por los jóvenes, ni siquiera por la mayoría de los adultos. Creo que hay esperanzas de éxito y que se puede pensar que este pesimismo sobre lo que nos depara el futuro, no sólo a los jóvenes sino a todos nosotros, se puede disipar con una consideración más sosegada de cómo funcionan las cosas hoy, que no funcionan bien pero tampoco tan mal. Existe la posibilidad de encontrar algunos espacios de vida bastante serenos y, a partir de ahí, una fundada esperanza de que el futuro pueda ser hijo de estos rincones de serenidad constructiva y colaborativa que hemos conseguido construir.

No obstante todo, hemos visto cambiar las necesidades de la educación

El mundo de la educación está en crisis desde que entró en crisis el principio de autoridad. Era relativamente fácil engañarse pensando que la aparente paz social que se respiraba en las escuelas, en las calles, estaba profundamente arraigada en los corazones y las mentes de los niños y los ciudadanos. No era así: el viento de protesta que ahora sopla aquí y allá con bastante ímpetu revela que en realidad el cambio de modelo educativo se centra fundamentalmente en la crisis del patriarcado y, por lo tanto, en la búsqueda desesperada de una nueva autoridad creíble, fundamentada y, por tanto, reconocible como válida y legítima.

Es difícil decir por qué la escuela, de entre todas las instituciones, empresas, organizaciones, ha conseguido mantenerse inmóvil en medio de un cambio incluso radical del resto de la sociedad que la rodea, y hablo en casi todo el mundo no solamente en nuestro país, en Europa por ejemplo, es lo mismo, aunque se hable de algunos países con proyectos excelentes, que en realidad son sectorizados. La escuela de hoy no me parece muy distinta de aquella a la que asistí hace nada menos que 65 años, es la misma escuela con pocos cambios de fondo, se habla de las mismas cosas o tal vez menos aún, existen los mismos problemas: quiere decir que poco y nada ha cambiado. Pero un ámbito tan significativo como el educativo que permanece casi inmóvil en medio de un torbellino de cambios en los valores, en la calidad de las relaciones, en la distribución del poder, en las perspectivas de proyectos, ya no podemos considerarlo como una institución educativa: es un servicio que ofrecemos a la familia porque en algún lugar hay que alojar a los niños mientras los padres trabajan».

¿Qué papel entonces creo que pueden desempeñar la política y los partidos?

Creo, y comparto esto con muchos de mis colegas que pensamos igual, que la crisis de los partidos es real y profunda, el propio sistema democrático necesita una transformación, un cambio. Me parece que donde hay más pasión y donde mejor se ven los resultados es en el ámbito de los movimientos que se forman espontáneamente en barrios, en asociaciones que se fijan un objetivo y lo alcanzan más fácilmente de lo que puede hacerlo un partido. Por eso creo que estamos atravesando, sin decirlo explícitamente, un periodo de crisis de todo el sistema democrático que hay que revisar. Síntomas de esta crisis son la gran dificultad para transmitir valores y narrativas convincentes a las nuevas generaciones: creo y espero que el cambio sea inminente.


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