China y el Teorema de Baglini

Dice Pablo Gómez en su columna del domingo: "Aunque aceptemos que el sistema chino es democrático en su forma, la pregunta realmente importante es si ese sistema termina siendo bueno para las personas que viven en el país; y ya que aspiran a la jefatura del mundo, por qué no incluirnos: sería interesante saber también si es bueno para el resto de quienes habitamos el planeta".

Pablo Gómez

La guerra (no militar por el momento) entre China y Estados Unidos por el control del mundo, ha tenido en estos días una nueva batalla. Y es que el gigante asiático, según una nota que he leído en Memo esta semana, realiza grandes esfuerzos por mostrarse como un país democrático. A juzgar por las comillas que se ponían a la palabra "democracia" en la nota cada vez que se la ponía junto a la palabra "China", creo entender que el autor del escrito no ha sido, al menos aún, convencido de que la República Popular China sea realmente democrática.

La guerra comercial entre la potencia norteamericana que supo ser el imperio dominante en el siglo XX, y la asiática que pretende serlo en el futuro, parece estarle dando el poder cada vez en mayor grado a los chinos. En cuanto a lo estrictamente bélico, y si bien los países no son de andar mostrando abiertamente su poderío, todo indicaría que un supuesto conflicto entre ambas partes sería realmente catastrófico a nivel mundial, con serias posibilidades de que una guerra de esas dimensiones se lleve puesta a todo el planeta.

Pero está también en curso la guerra ideológica, no refiriéndome en este caso a las ideas político-económicas que dicen representar ambas naciones, sino de la batalla que permanentemente llevan adelante para convencernos de que son ellos los buenos y son los otros los demonios. Y es aquí donde, en cierto modo, entra en juego el Teorema de Baglini: esa magnífica definición dada hacen ya algunas décadas atrás por el político radical mendocino Raúl Baglini que dice, aunque quizá con otras palabras, que en una contienda política mientras más lejos se esté de tener real acceso al poder, más se prometen barbaridades y más se miente; esas mentiras pueden llegar a sumarnos apoyo de personas con las que quizá no compartimos nada, pero de todos modos, atento a que difícilmente lleguemos al poder, no dejan de ser solo promesas de cumplimiento imposible, aunque nos ayudan, en definitiva, a ser una minoría más importante que la que seríamos si solo nos manejáramos con la verdad.

En resumen, y volviendo a la guerra ideológica entre China y Estados Unidos, los asiáticos pretenden ahora declararse democráticos, según se ve en publicaciones del Diario del Pueblo, órgano de prensa oficial de ese país, y tal como lo declara Memo en la nota antes citada, explican además que sus rivales norteamericanos no son tan democráticos como proclaman desde hace ya más de un siglo: el Teorema de Baglini les exige que nos digan lo que queremos oír, si es que quieren que los miremos con buenos ojos.

El Comunismo de China acuña su particular concepción de la democracia y pide a EEUU que revise la propia

Si es que se me permite dar mi opinión sobre este tema, la voy a expresar en términos de partido de truco: paso el primero y quiero el segundo. Esto es: ninguno de los dos países tiene realmente una democracia que valga la pena ser imitada, y en lo que puedan llegar a serlo lo son fronteras adentro, por lo que los miles de millones que no vivimos en ninguna de las dos superpotencias estamos en la lista de quienes serán utilizados por el ganador, sin importar cuál sea.

Para separar la paja del trigo, vale decir que en China los ciudadanos sí votan en las distintas regiones del país a sus autoridades, y son estas autoridades locales las que eligen a las autoridades superiores, por lo que la democracia en cierto modo existe, y es indirecta; antes de que nos escandalicemos del todo, sepamos que en nuestro país los sindicatos y la mayoría de las universidades nacionales tienen sistemas indirectos similares al chino, y al menos en las casas de estudio no hay cuestionamientos serios sobre la falta de democracia. Es bueno aclarar que las universidades están cambiando, y por ejemplo nuestra Universidad Nacional de Cuyo ya elige a su Rector/a y Decanas/os en forma directa, pero es justo decir también que aún las universidades que ocupan este sistema son minoría, y no por eso el resto dejan de ser consideradas democráticas.

Pero aunque aceptemos que el sistema chino es democrático en su forma, la pregunta realmente importante es si ese sistema termina siendo bueno para las personas que viven en el país; y ya que aspiran a la jefatura del mundo, por qué no incluirnos: sería interesante saber también si es bueno para el resto de quienes habitamos el planeta. En mi opinión, y viendo las diferencias que hay entre la China de las costas y la del interior de la república, diría que no es un buen sistema, se llame como se llame: mientras el capitalismo y el consumo arrasan en las principales ciudades con salida al mar, al interior del país hay regiones mucho menos desarrolladas, en donde la mano de obra es muy barata y hasta ha sido considerada a veces como esclavizante. Tan es así, que muchas empresas estadounidenses (sí, sus supuestos archienemigos) tienen factorías en China, donde pueden pagar mucho menos a sus trabajadores por fabricar dispositivos como estos que estamos usando en este momento, yo para escribir y vos para leer este texto. En cuanto a las relaciones con sus vecinos asiáticos y con el resto del mundo, creo entender que, como ya han hecho otros imperios en el pasado, solo pretenden que les vendamos insumos baratos para ellos vendernos después productos manufacturados más caros; las relaciones en estos casos, al menos según cuenta la historia reciente, terminan siendo de dominación y de control del país hegemónico por sobre los países subdesarrollados que los proveemos: y no hay democracia que nos salve, ni democracia que se salve, como bien sabemos en Latinoamérica.

Estados Unidos, por su parte, tiene una declamación democrática que por lejos supera a la realidad tanto interna como externa del país: su sistema electoral de congresistas y de presidente/a se olvida de las minorías, y quien sea que gane por tan solo un voto se lleva todo el premio. En la elección presidencial (que también es indirecta) hasta se ha dado más de una vez el caso de presidentes que han sido proclamados aunque la mayoría de las personas que sufragaron en el país habían votado a otro candidato: todo gracias a su democracia indirecta. El sistema se olvida tanto de las minorías, que no ha sido posible para ninguna tercera fuerza ni tan siquiera intentar acercarse a la presidencia del país. En cuanto a los congresales, la situación es similar, aunque quizá la buena imagen de un candidato "independiente", en alguna zona aislada del país, puede a veces permitirle a esa persona llegar al congreso norteamericano: pero no dejan de ser contadísimas excepciones. Esta falta de representación en el poder real de lo que puede llegar a ser más de la mitad de los votantes, termina generando situaciones complejas en la cotidianeidad: miles de personas sin hogar, cárceles llenas de negros y latinos, sistema de salud y de educación solo para pocos, y políticas exteriores en las cuales ni siquiera la ley norteamericana se aplica.

En definitiva, si tal como dijera nuestro presidente Raúl Alfonsín con la democracia se come, se educa y se cura, creo entender que no son los países líderes mundiales realmente democráticos. Cubren la formalidad ligeramente, y de ahí en más ocupan su tiempo en buscar una porción más grande de la torta; y en esa torta, quienes vivimos en Argentina, no somos más que unas pocas migajas, al menos, por el momento (y siempre con la esperanza de que cambie).


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