En el día del amigo a Ricardo
Creo profundamente en nuestra amistad y en nuestras imposibles diferencias, pero puedo tocar su puerta sin llamar o tocar su perro sin que me ladre.
Mi amigo Ricardo es mas grande que yo, tiene casi 73 años y anda caminando la viña con su chasis chanfleado. Vive solo en su casa de adobe y electricidad media turbia. Es insoportablemente anti peronista, anti k, y soportablemente hincha de Boca y la Lepra.
Me llamó esta mañana y me dijo que estaba dentro de los cinco dedos de su mano como personas que aprecia para saludar, porque el no sabe mandar audios, ni emoticones, ni mensajes de otro, el llama por teléfono a la antigua, esté haciendo uno lo que esté haciendo, y donde a uno lo encuentre.
Mi amigo Ricardo cuida una viña que la están desmontando, porque la modernidad se lleva lo clásico y sus dueños ya quieren plata en efectivo en vez de tanta esperanza de buena uva tinta.
Con mi amigo Ricardo nos peleamos en el buen sentido de la palabra, cotidianamente, por las ideas del día, por los recuerdos del ayer, por el futuro que el ve negro y yo que no renuncio de ver al otro día.
Tenemos tan pocas coincidencias pero caminamos juntos y la verdad que en materia de campo, atados y pronósticos de lluvia y heladas la pega siempre.
Hoy el café me lo que quiero tomar con él, ya habrá algún lugar que nos reciba a pesar de tanta reserva, será o en un lugar pituco que lo quiero llevar o en la estación de servicio más próxima con vasito de plástico y un palito para revolver el azúcar.
No sé si tenemos sueños distintos, el con su Pro y yo con mi ni-ni y mis devaneos de socialismos en libertad, y cuando Ricardo se me pone peleagudo llamo a mis vecinos, Marx, Tosco, Allende o la Alicia Moreu y al Pepe Mujica y él se ríe mostrando callos, su tractor arruinado y su camioneta roja que cuando anda tiembla por todos lados.
Creo profundamente en nuestra amistad y en nuestras imposibles diferencias, pero puedo tocar su puerta sin llamar o tocar su perro sin que me ladre, y no me ha mostrado su escopeta de labrador porque no me gustan las armas. Rie de sus anécdotas de viñatero viejo derrotado por el pasado y con un futuro que no será mejor.
Sueño con su dignidad de hombre libre, de su honradez de pensamiento y acción. De la mano dura, abierta y fuerte. El es el otro, que a pesar de mi, sigue dando ejemplos de extraordinaria vecindad.
Esta tarde lo invito yo, como homenaje a la paciencia y a su sobrevivencia en este país lleno de seres humanos que hoy se abrazan con cuidado y se prometen, porque la amistad es quizás el valor más alto de la humanidad, el más cálido, sin que importe si hoy en la Luna lo celebran o no.
Hoy como en pocos momentos de nuestra humanidad, aquí, insólitamente por una genial invención local, el día del amigo, desde el fondo del mundo, nativos/as y no nativos/as se vuelven a mirar y se achicarán los ojos de risas y recuerdos y brindis habrá seguro por que aquel o aquella que seguirá festejando desde otros cielos.