Brasil y una cerrada segunda vuelta

El presidente de Brasil, rezagado en las encuestas, recurre a valores patrióticos, a Dios, a discursos duros contra ONU, la Argentina y Venezuela, y preferentemente, recurre al dinero de la publicidad de campaña.

Manuel Llanos

Gael Do Santos, un ex obrero de la construcción de 42 años que vive en una favela de São Paulo, tiene buenos recuerdos de la presidencia de Luiz Inácio da Silva -Lula-, el líder de la izquierdista en Brasil del 2003 a 2010.

Gael en este periodo obtuvo un salario y beneficios, y sus familiares en el Estado pobre de Piauí, en el noreste del país, recibieron suficiente ayuda del gobierno para que no tuvieran que emigrar a São Paulo.

Luego vino un escándalo de corrupción, una recesión y la destitución de la sucesora del líder Lula, Dilma Rousseff. Do Santo fue despedido y empezó a conducir un UBER que le descuenta en cada viaje un 40% de sus ingresos, ya que al ser taxista tiene que lidiar con las mafias que administran los permisos. Do Santos, en 2018, votó por un excapitán del Ejército, Jair Bolsonaro.

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Ahora, este ex obrero y padre de tres hijos, que usa sombrero de fieltro, ha cambiado de opinión nuevamente

Decepcionado por la mala gestión de la pandemia por parte del presidente nacionalista y harto del congelamiento de sus ingresos y el abuso de UBER que no le paga ni seguro de salud y sus aportes previsionales, además del fuerte desempleo industrial que generó la gestión de la pandémica, planea votar nuevamente por Lula en la segunda vuelta en las elecciones generales de Brasil del 30 de octubre y afirma con gran seguridad que "nadie es un santo, pero Lula fue mejor presidente".

Con pocos días restantes en la campaña, Lula tiene un 49% en las encuestas, mientras que Bolsonaro tiene 45%, según Data Folha, una de las encuestadoras más reconocidas en la plaza paulista. 

Sin duda el candidato del PT cuenta con el apoyo de brasileños en apuros como Do Santos, mientras que el ex capitán Bolsonaro quiere convencerlos nuevamente y ganarse el apoyo de estos brasileros que luchan todos los días para no caer en la pobreza estructural.

El actual presidente enfrenta una batalla cuesta arriba, ya que el 54% de los votantes brasileños tienen un ingreso familiar mensual inferior a U$S 430. Sin duda, ese es uno de los clivajes socioeconómicos que va a movilizar las urnas este domingo.

Brasil y una cerrada segunda vuelta

Lula está adelante en todas encuestas, pero aún no asegura que la carrera esté ganada: la primera vuelta demostró en la urnas que no va ser fácil gobernar y ejecutar un programa de gobierno sostenible con un Congreso Federal en minoría legislativa. 

Aún queda un espacio electoral de un 5% de indecisos que votó por candidatos de partidos moderados. 

Hoy, la mirada de ambos comandos y estrategas está focalizada en la cobertura de los Estados de mayor base electoral y en la hiper segmentación de los votos internos y generacionales. 

Las segmentación socioeconómica es drásticamente un triangulo equilátero, que posiblemente vaya a orientar el voto por percepciones de las experiencias de mejoras de ingresos y necesidades, y ambos candidatos juegan en sus discursos y campaña a sensibilizar las expectativas de mejorar las vidas de más de 60 millones brasileros que ganan menos de 16 dólares diarios y que vislumbran los nuevos apoyo de las políticas sociales de décadas de los ex presidentes del PT.

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Este domingo 30 de octubre, nada está asegurado, salvo que se espera una alta abstención. Todo, a pesar de los actos públicos de apoyo con recursos públicos de los gobiernos de izquierda de la región, con el particular entusiasmo del gobernador bonaerense Axel Kicillof y de Marco Enríquez Ominami, el gurú "chilensis" del presidente Alberto Fernández

Manuel Llanos Gorichon

MBA - Director Ejecutivo

Corporación Chile 2050

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