Borges contra sus románticos
Carlos Rodríguez Braun encuentra paralelos entre Jorge Luis Borges y los románticos que, como Baudelaire, sostenían un recelo ante los mandatarios.
En su diálogo con Juan José Saer, Borges confiesa haber sido "un devoto de Baudelaire. Podría citar indefinida y casi infinitamente Les fleurs du mal. Y luego me he apartado de él porque he sentido -quizá mi ascendencia protestante tenga algo que ver- que era un escritor que me hacía mal". Lo asocia con su apartamiento de la novela y de la idea romántica de que el escritor debe preocuparse de su destino personal. Por eso cree que Baudelaire y Poe "son escritores que realmente perjudican; en el sentido en que el lector tiende a parecerse a ellos, a verse como personaje patético. Y no creo que convenga verse como personaje patético. Lo que convendría en la vida es verse más bien como un personaje lateral, como un espectador. Y no creo que la lectura de los poetas y novelistas románticos pueda ayudarnos en ese sentido".
Lo cierto es que Borges es ambiguo o directamente hostil con los modernos, como apunta Sylvia Molloy: "Elogia a Joyce con reticencia e ironía; es sangriento con Proust y menoscaba a Virginia Woolf. De todos, acaso el más significativamente ninguneado -en un ninguneo que tiene mucho de síntoma- sea precisamente el primer moderno de todos, Baudelaire» ("Flâneries textuales: Borges, Benjamin y Baudelaire", Variaciones Borges, 8, 1999).
Por eso prefiere a Whitman, en la misma línea que Octavio Paz: "Cuando la historia y la poesía riman, esa coincidencia se llama, por ejemplo, Whitman; cuando hay discordia entre una y otra, la disonancia se llama Baudelaire".
Lo interesante del caso es que los románticos no son ajenos a Borges. Puede ser durísimo: "¿La fama de Baudelaire? La cursilería gusta. Qué triste llenar la literatura de almohadones y muebles y mostrar la maldad como meritoria. Baudelaire es la piedra de toque para saber si una persona entiende algo de poesía, para saber si una persona es un imbécil; si admira a Baudelaire, es un imbécil". Pero los románticos que abomina son los suyos, son los de "Las flores del mal", paralela a "Fervor de Buenos Aires".
También cabe establecer un paralelismo entre las ideas políticas de los románticos y las borgesianas, dado su recelo ante los mandatarios. Baudelaire habla en "El viaje" acerca de "el veneno del poder enervando al déspota". Y sus simpatías hacia Proudhon, como las de Borges hacia Spencer, son conocidas.
EL AUTOR. Carlos Rodríguez Braun es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Aquí puede visitar su blog y su cuenta de Twitter es @rodriguezbraun.Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España).