Bárbara Bonarda en el Día de las Madres

El Capítulo VII de "Doña Malarda y Doña Bonarda", de Marcela Muñoz Pan.

Marcela Muñoz Pan

Un Día de la Madre, Don Roberto y Doña Adriana decidieron hacer un almuerzo familiar por el día de la madre y también por el bautismo y comunión de Malarda, aunque si recuerdan la Sra. Adriana la había nombrado Bérbora y después le quedó Malarda cuando a Roberto le hacía pasar esos berrinches, papelones y siempre quejándose la niña. Pero la niña ya había crecido y encontrado las razones que la transformaron en una mujer más dulce, amable y dócil. Su gran razón había sido el amor que la sorprendió en la plaza de Rivadavia.

Esa mujercita ya no quería llamarse con el apodo que le había puesto Roberto pero tampoco Bárbara, en todo caso decía que le gustaba Bárbara, aunque no era un nombre muy conocido todavía ella decía que le gustaba cómo sonaba y se reía de sí misma al saber que el origen de su nombre era de una persona prudente, sensata, educada, porque habrá sido tremenda, tremenda de niña pero educación y buenas costumbres son legados que los padres adoptivos supieron darle.

En fin que la reunión familiar, de amigos, conocidos se transformó en otra fiesta, la gente iba llegando con regalos, cosas ricas para el mate de la tarde, excelentes vinos, juegos de mesa como la oca, las damas, dominó, los trompos para los niños, ludo y a la payana. Se habían dispuesto largos tablones con manteles de colores, guirnaldas que colgaban de los olivos, y una mesa muy bonita de madera maciza con la torta de bautismo y comunión, globos blancos, todo era armonioso y encantador. Entre tanta gente se destacó la figura de la prima hermana de Roberto "Doña Criolla" que él la presentaba siempre como la descendiente de sus parientes europeos aunque había nacido en América, los invitados se reían como disimuladamente hasta que uno preguntó por qué Don Roberto le dice así, y ella como toda una dama le respondió que era por las plantaciones de sus uvas, jugosas de cáscara delgada pero resistente (como verán soy muy delgada y se reía), claro asistía Roberto yo la nombro así porque es mi prima preferida, pero es cierto amigos tiene muchas hectáreas en Junín fundamentalmente de esta cepa que va a dar que hablar, ya lo verán. Cuando la prueben verán que su pulpa es aromática y dulce y al crecer se agrupan en racimos, muy autóctona y compañera fiel, así es mi prima Doña Emma Cunietti que con su hermano Juan están poniendo en valor esta cepa, a lo que Doña Emma asintió diciendo que ya iba organizar una tarde de amigos y familiares para que fueran a conocer los viñedos en Junín.

Las presentaciones y protocolos no dejaban de sorprender hasta que llegaron los padres de Bonarda, Don Osman y Doña Elena. Un silencio en medio de la finca se produjo como si hubiera sucedido un eclipse lunar que se interponía con el sol del mediodía y la tierra de Mendoza Este que parecía prometer mucho más que un día de tantos festejos, pocos minutos de zozobra, ojos inquietantes, pensamientos intrigantes y la duda. Todos quedaron perplejos y con miles de preguntas al ver bajarse de la carreta elegante a la señorita Bonarda. Osman y Elena no se daban cuenta de lo que estaba pasando, claro fueron uno de los últimos en llegar, tratando de comprender esas miradas iban saludando cordialmente a los conocidos y no, la gente había hecho como un túnel para ir viendo cada vez más de cerca lo que veían, ellos seguían un paso pausado y preocupante hasta llegar a saludar a los dueños de casa que hacía muchos años que no se veían. El túnel de gente se hacía cada vez más estrecho. Adriana y Roberto a lo lejos no podían saber muy bien qué es lo que estaba pasando, alcanzando a divisar a los lejos a sus amigos trataban de saber un poco más de lo que estaba ocurriendo.

Al llegar la familia hasta los anfitriones se saludan muy calurosamente por el tiempo transcurrido sin verse y detrás de los visitantes sale una mujercita bonita y un poco tímida, era Bonarda, a la que la presentan con orgullo y preguntando por la niña que sabían habían adoptado por su prima la Criolla, un terremoto de sensaciones y asombros, de preguntas y perplejidad los envolvió a Osman y Elena. Pidieron agua y llamaron a un médico porque de inmediato a Elena se le bajó la presión y Osman pretendía mantenerse en pie y acorde a la situación, en su lugar como organizador, dueño de la casa y padre de Bárbara.

De pronto y sin anestesia apareció Bárbara feliz y sonriente para recibir a los invitados hasta que se topó con la real realidad, con Bonarda. La empatía más allá del susto, fue inmediata. El espejo les devolvía la vida, nuevamente. Digo nuevamente porque Bonarda había crecido literalmente como que algo le faltaba, había sido una niña muy retraída, tímida, de pasos lentos y Bárbara una vida en medio del peligro que le partió el alma sin saberlo, hasta ese momento, por eso siempre que se portaba mal se iba a llorar debajo de los parrales de Bonarda que tenían Roberto y Adriana, como si eso la consolara. Su intuición jamás le falló. Sin embargo Bonarda sufría de algo que no podía ver, como una vida karmática, como si el dolor que llevaba dentro no podía manifestarse. Pero ese encuentro eclipsado las liberaría de sus obstáculos, sus miedos incomprensibles, ese encuentro valió la pena. Sin mediar media tintas ellas se vieron, se reconocieron y se abrazaron como sin nada ni nadie les hubiera quitado la alegría de ser. Como si hubieran encontrado su centro rápidamente se tomaron de la mano y Bárbara la invitó a conocer a sus otros amigos y amigas. Al verlas partir y quedando mudos los padres de ambas y todos los invitados comenzaron a relajarse, desarmando el túnel humano, sólo quedaron los padres de las niñas y se fueron a sentar para encontrar una respuesta lógica a lo acontecido. Elena y Osman les contaban a Roberto y Adriana que creían que jamás la recuperarían a la hija que desapareció misteriosamente esa noche y que nunca se supo más nada. Más de dos horas contándose lujo de detalle de los sucedido, acongojados, sorprendidos, despertando sus conciencias de una realidad que se les venía encima, indiscutiblemente. A Elena se le iluminó la cara, decía que ella siempre supo que volvería a reencontrarse con su hija. Los milagros existen. Adriana tenía la mirada baja, triste porque se imaginó que quedaría sin su Bérbora, su Malandra, su Bárbara. Osman sólo reía, reía como de emoción contenida y Roberto, muy cauto, muy sereno dijo que había sido muy feliz esos pocos años en que fue padre, pero que siempre lo seguiría siendo.

El almuerzo ya estaba por comenzar, los invitados comenzaron a sentarse y todo debía continuar aunque ya nada sería lo mismo, la pena para algunos, la alegría para otros también debía sentarse a disfrutar el día de la madre por partida doble, un día de recompensas. Comenzaron a llegar los niños, niñas, las jovencitas con sus amorcitos algunas, y las gemelas que no se querían separar se sentaron en la punta de la mesa principal. El vínculo inquebrantable que trascendió cualquier distancia, cualquier tragedia, incluso fuera ya del útero materno se reconocieron por sus olores sin mediar espacios, interactuaron como si fuera el primer día de sus vidas.

Un verdadero y auténtico día de las madres, Bárbara que era más extrovertida pidió hacer un brindis por sus dos mamás y entre bromas y bromas decía "con razón no podía encontrar un nombre definitivo para mí" ahora que lo tengo soy feliz, invitó a levantar las copas del encuentro y a brindar por "Bárbara Bonarda".


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