Una copa de vino para nuestra Boca
La escritora Marcela Muñoz Pan le rinde homenaje al subcampeón de la Copa Libertadores de América, Boca Juniors. Y lo hace de la mejor manera posible: con una copa de vino.
Regresando a casa, donde pareciera que el sábado pasó una gran tempestad en los corazones boquenses, sigo prolongando la respiración y el absurdo tormento de haber perdido esa copa.
Como una frustración lírica recurro a los poemas para encontrar los brindis gentiles de las almas errantes en las costas brasileñas: el niño que fue con su padre por primera vez a conocer a sus ídolos, a ver cómo juegan los Aquiles héroes de canchas que, a pesar de la derrota, el sudor de sus camisetas y sus frentes sedientas de agua fresca, lágrimas del arquero forman un charquito de sueños tirados, de esfuerzo de estar lejos de todo, pero regresando.
Si el dolor, es una manera de llegar al lugar que habito, otra, es pensar en la ausencia. Basta con repasar esos minutos finales del partido, hechos de vacíos, de los que no están, de los que se fueron, de los que son sin haber sido, para asomar al lugar sin límites.
¿Cuántas goles nos quedan? Muchos, sin exagerar. Tan sólo deseo rescatarlos del olvido o del aire, que ahí es donde se suelen quedar flotando.
Quisiera reunirlos a todos para que, como caricias, fueran cruzando los cielos hasta tocarle la nuca, justo donde los cabellos comienzan y donde termina de concentrarse el placer que a veces en Ud., ronronea. Un Gol en mayúsculas.
La ilusión decae por su propio peso, en fin, que después de recorrer la tarde deshabitada de euforia, guardando esos goles más preciados en la memoria. Este sábado que nos vimos por última vez como haciendo el amor en penumbras, como un presagio de ser la última tarde siguiendo de largo, como si nada hubiera ocurrido, mientras verdaderamente estaba ocurriendo todo.
De cualquier forma, ambos sabemos, que los finales están muy próximos. O que en cualquier momento llega el final, el definitivo, (sin querer hacer una apología de los finales) pero siempre será así.
Llegó el final de las copas sin encuentros, pero Boca, tú boca y mi boca saborearon el vino que pinta despedidas, mañana es domingo, no es un día fácil.
El domingo es tan extenso que ya no sé cómo ni por dónde recorrerlo. Es un mundo ancho y ajeno. Para qué insistir en describirlo si ya tengo suficiente con padecerlo. No sé de qué me quejo, por lo demás, si llevo ya tanto tiempo batallando, en desigualdad de condiciones, con los domingos.
A decir verdad, con una mínima pero sustancial diferencia: antes me imaginaba que podría llegar a verlo jugar en la Bombonera con una copa de vino para nuestra Boca.