Bachelet en contraste con el "modo argentino": sus lecciones en el Coloquio de IDEA
La expresidenta chilena Michelle Bachelet expuso en el 56º Coloquio de IDEA dejando de lado la batahola que su reporte sobre los crímenes del régimen de Nicolás Maduro generó puertas adentro del gobierno argentino. Qué dijo y cómo lo dijo.
La expresidenta de Chile y Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, expuso en el 56º Coloquio de IDEA con lecciones aprendidas, experiencia por contar y sobre todo, una humildad que para los argentinos resulta ajena a la hora de escuchar a una persona de su relevancia. Ayer por primera vez expuso un presidente peronista. Alberto Fernández estuvo en el acto inaugural y se consideró "un gesto" de su parte estar, cuando debería ser normal que los mandatarios participen de encuentros de este tipo. Pero yendo al contenido, el Presidente pareció más esforzado por hacerles un guiño a sus seguidores, al subirse a un pedestal pontificador sobre el empresariado, que exponer un plan, o mejor: trazar un rumbo.
Bachelet esta mañana mostró un estilo diferente al argentino que está signado por estar todo el tiempo diciendo de dónde viene, a quiénes cree representar y a quiénes no, qué es, qué cargos ocupó y cuáles son las ideas. La chilena fluyó con naturalidad y demostró experiencia.
Citó al papa Francisco, pero desde cosas concretas y no desde el "relato" personal. Fue cuando contó su reciente reunión con el pontífice argentino y referirse a la necesidad de proteger al ambiente, aunque dejó en claro que no desde posiciones reaccionarias o volviendo al pasado, sino -por ejemplo- diversificando la matriz energética y junto al empresariado calculando los costos no solo de lo que hay que hacer, sino los que tendría el hecho de no tomar precauciones, no actuar. En este punto hizo una gran referencia indirecta a las "grietas": El Papa sostiene que el planeta es una 'casa común' y tenemos que pensar que los países también lo son, y trabajar todos juntos en una agenda que permita sacarlos adelante, sostuvo como idea, para luego advertir, de todos modos, que "hoy día es más difícil que nunca gobernar, con un mundo tan polarizado". Y recomendó que "como la gente siempre tiene más expectativas que las posibilidades que tiene un gobierno, no hay que prometer cosas que no se puedan cumplir".
Sobre el clima político global, su mirada se posó sobre un aumento de los nacionalismos exacerbados que pone en riesgo y hasta ridiculiza el multilateralismo. Y más diferencias con la agenda política argentina: en lugar de defender o criticar en forma simplona y proselitista a los populismos, avanzó sobre su razón de surgimiento. Dijo que "las instituciones del Estado de Derecho deben funcionar y la gente debe percibir que funcionan", y dio como ejemplo el acceso a la Justicia.
No planteó como "el Alfa y el Omega" en forma épica su momento de gobernar (en dos oportunidades) a Chile, sino que dejó en claro que los intereses en pugna están allí y hay que administrarlos con gestión. Citó un ejemplo propio que, trasladado a la Argentina, podría ser una excepción a nuestra situación de proselitismo y guerra permanente: fue cuando implementó la ley de etiquetado para alimentación saludable que es modelo para el mundo. Sostuvo que recibió fuertes presiones, pero la política logró trabajar de consuno para imponer una norma que era más importante que el interés de las empresas. Básicamente, no hizo falta ser una superheroína adorada por multitudes, sino ejercer la Presidencia y la negociación política. El caso positivo local está dado porque dos senadores nacionales mendocinos que piensan diferente en lo político están trabajando en el mismo sentido: Julio Cobos y Anabel Fernández Sagasti.
Todo el mundo se siente capacitado para formular una crítica al modelo educativo trasandino y, probablemente, con razón por su nivel de exclusión y su alto costo para la población. Sin embargo, por encima de ello Bachelet planteó una verdad que difícilmente sea aceptada por quien está metido en el día a día de la educación y no quiere cambiar, o preferiría seguir allí aun en forma crítica de su contexto. Es que metió el dedo en la llaga al expresar que probablemente hoy se estén enseñando cosas que no les servirán en el futuro a quienes las están aprendiendo. Con eso solo, se cae cualquier soporte en torno a la utilidad básica del sistema educativo. Por ello dejó sembrada la posibilidad de avanzar con reformas, como la que Mendoza quiso hacer, pero prefirió postergar para "más adelante" para no tener que dar una batalla entre oficialismo y oposición que pudiera perderse...
Alberto Fernández, en el Coloquio de IDEA, descartó una devaluación
Bachelet llegó al Coloquio de IDEA en medio de un manoseo importante desde el gobierno argentino de su informe sobre las violaciones a los derechos humanos por parte del régimen chavista de Nicolás Maduro. Entre los dos Fernández al frente del poder, uno pareció estar muy en contra de lo que relevó el Alto Comisionado de la ONU sobre DDHH por cuestionar a "un amigo", y desde el otro se siguieron pasos temerosos pero formales para un país: respaldar un trabajo técnico de alto nivel que cuestiona asesinatos, secuestros y desapariciones.
Sin embargo, se cuidó al no agitar las aguas. Sobrevoló la situación y se privó de formular alusiones personales, aun cuando un repaso por su carrera realizado en "modo argentino" la podría meter en el centro del torbellino por ser socialista, por su afinidad primaria con el chavismo y su posterior alejamiento, justo cuando Venezuela se empezaba a mostrar más cerrada y autoritaria.
Una conclusión posible sobre la exposición de la política chilena: habló de una novedad para nuestro país, como es que entre elección y elección hay que ejercer un espacio de gestión. No todo es campaña permanente para ganarle al otro.
Vale la pena repasarlo (volver atrás la transmisión hasta el momento de Bachelet):